La Neuropsicología Infantil es la especialidad del investigador español Francisco Cruz Quintana. Doctor en Psicología y profesor titular de la Universidad de Granada, desde hace varios años estudia las consecuencias de la prematuridad en el desarrollo neuropsicológico del niño, haciendo un seguimiento clínico que, en muchos casos, llega incluso hasta la adolescencia.
“Los estudios nos muestran el modo en que las consecuencias de la prematuridad se extienden no sólo en el plano físico y motor sino que también en las áreas fundamentales del aprendizaje: la memoria, el lenguaje y la percepción. Por eso es que estos elementos se evalúan a través del tiempo”, comenta.
¿Cuánto hace que se llevan a cabo estos seguimientos?
-En España desde hace unos veinte años. Pero lo que ha ido cambiando en los últimos tiempos ha sido la manera de evaluar a estos niños prematuros. Antes contábamos con instrumentos muy generalistas y nos centrábamos en el coeficiente intelectual, lo que era insuficiente. Ahora, mediante el proyecto BENI Batería de Evaluación Neuropsicológica Infantil (BENI) abarcamos todas las áreas del desarrollo. La idea es conocer los efectos de la prematuridad para intervenir cuanto antes las áreas afectadas.
¿Qué tipo de niños prematuros se evalúan?
-Todo niño que nace con un peso entre 500 y 1.500 gramos entra a la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales y luego se lo deriva a la Unidad de Atención Temprana. Allí se planifica el seguimiento, examinándolo a los 6, 12, 16 y 24 meses. Dependiendo de la evolución del niño, el seguimiento puede continuar hasta la adolescencia o se le puede dar de alta a los dos años de edad.
¿Cómo acusan recibo las familias de los problemas neurológicos de sus hijos?
-Gracias a las Neurociencias, podemos calmar a las familias proponiendo intervenciones precisas. No es lo mismo decirle a una madre que su niño tiene “un retraso psicomotor”, que decirle “con su hijo vamos a trabajar el área de la memoria”. De este modo, se le hace una propuesta y un trabajo concreto con muy buenos resultados.

Neurocognición de danza en Cuba

En lo que a neurocognición respecta, hubo una invitada de lujo al simposio: Alina Wong, profesora de la Universidad de La Habana y colaboradora del Laboratorio de Neurocognición que dirige el profesor Miguel Alvarez (también invitado). Además, ahondó sobre su investigación: “La neurocognición en la danza como modelo de alto rendimiento”, tomando como paradigma la función ejecutiva del cerebro en la Escuela Cubana de Ballet.
“Se llama función ejecutiva al conjunto de operaciones neurocognitivas complejas que les permite a las personas regular su conducta en la vida cotidiana de manera adaptativa”, señaló. “Y en este plano, la adolescencia constituye un período crítico para la biomaduración de las zonas del cerebro más importantes en la función ejecutiva. Por eso hemos tomado niños y adolescentes de 9 a 18 años que están aprendiendo ballet según la Escuela Cubana, tomada como paradigma de actividad cultural de alto rendimiento. No concebimos el ballet sólo como ejercicio físico sino como actividad total”. Asimismo, remarcó que “estos chicos llevan una vida de sacrificio físico con la posibilidad de concretar altas satisfacciones en un futuro, y eso establece un régimen de alto aprendizaje como paradigma investigativo. Nos preguntamos si estos chicos presentan una diferencia en su actividad ejecutiva con respecto a otros que no son sobreexigidos. Por eso hemos realizado medidas de laboratorio y de la vida cotidiana”. En cuanto a los resultados, Wong concluyó que “la relación entre cultura y neurocognición son muy complejas, y estamos comprobando que la influencia de la cultura y el alto rendimiento no significan necesariamente una mejoría general de todas las funciones ejecutivas, tampoco de toda la neurocognición como podría pensarse a priori”.
Iván Wielikosielek
-Especial UNVM-