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Aviso de la farmacia donde recaló Plinio Zandrino |
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Mi abuela María Antonia Bonino solía ver a sus padres arando la tierra en Frank y Esperanza, provincia de Santa Fe, con el fusil al hombro para evitar que los malones de indios robaran sus pertenencias y llevaran cautivas a las mujeres.
Esperanza era cabecera del Departamento de Las Colonias. Fue una de las primeras colonias de poblamiento que se crearon con la llegada de inmigrantes europeos. Ubicada a 32 kilómetros de la ciudad de Santa Fe, la fundó Aarón Castellanos a orillas del río Salado en 1856. Era un importante centro agrícola y comercial.
El padre de María Antonia Bonino había nacido en la Villanova Solaro, en la provincia de Cuneo, Italia, en el Piamonte. Su madre provenía de un cantón suizo-francés, se habían casado en Italia y habían venido de jóvenes a la Argentina buscando en esta bendita tierra de promisión forjar un futuro para ellos y para sus hijos. Pasaron los años y cuando lograron mejorar económicamente decidieron radicarse en Villa María, una localidad del centro de la provincia de Córdoba, ubicada en una zona agropecuaria del norte de la región pampeana, caracterizada por la producción cerealera y la cría del ganado vacuno.
Villa María se caracterizaba ya por tener gran empuje, progresista, con una comunidad de trabajadores entre los cuales había personas destacadas en tareas ejecutivas y empresarias, banqueros y sobre todo profesionales, los cuales habían sido formados en la prestigiosa Universidad Nacional de Córdoba, que se encuentra a tan sólo 140 kilómetros de esta naciente Villa. La Universidad de Córdoba fue fundada por los jesuitas en el año 1613, es decir 80 años luego de la fundación de la ciudad de Córdoba por Jerónimo Luis de Cabrera, en 1573, y fue esta Universidad la que luego le dio el sobrenombre con el cual se conoce hasta hoy a esa ciudad: “Córdoba, la Docta”.
Los Bonino, como un clan familiar, habían viajado a estas tierras queriendo dejar atrás las tareas campesinas y buscando otros oficios. Los primeros años fueron duros. Pero Villa María era una tierra de promisión, generosa y abierta a todos los inmigrantes que vinieran a aportar al crecimiento de la naciente ciudad, sobre todo con los italianos piamonteses y los españoles.
Estas dos comunidades, de italianos y de españoles, formaron pronto sociedades civiles solidarias que llamaron “Unnione y Fratellanza”, la italiana, y “De Fomento y Socorros Mutuos”, la española. Lo que buscaban era dar contención a la gran comunidad de inmigrantes de primera y segunda generación que poblaban estas tierras. Pero lo notable es que no se limitaban a atender a sus compatriotas creando grupos cerrados a la gran comunidad de la ciudad, sino que, por el contrario, se transformaron rápidamente en promotores e impulsores de importantes cambios para beneficiar a toda la sociedad villamariense, sin tener en cuenta características raciales, culturales o sociales. En esa época era frecuente que en algunos comercios se hablara el idioma italiano en su dialecto piamontés como si fuera el castellano. Tal era la influencia de inmigrantes de este origen en la ciudad y en la región.
Cierto día llegó a Buenos Aires un apuesto joven llamado Plinio Francesco Zandrino, provenía de Torino o Turín (en idioma italiano), también de la zona del Piamonte. Esta importante y culta ciudad del norte de Italia está situada en la confluencia de los ríos Po y Riparia. Un destacado centro cultural e industrial, con magníficos edificios públicos de arquitectura barroca que datan en su mayoría de los siglos XVII y XVIII.
Este joven italiano era un profesional “farmacista” que se había recibido poco tiempo antes en la Universidad de Torino, que era un relevante centro intelectual de Europa, y que había sido fundada en 1404.
A poco de llegar a la Argentina fue contratado por la conocida farmacia de la ciudad de Buenos Aires, “La Franco-Argentina”. Pronto Plinio comenzó a buscar a antiguos amigos de su tierra natal. Entre otros encontró a una familia de conocidos y ahora también colegas, la familia Pinardi, que tenían la farmacia “Internacional” en Villa María. Los Pinardi también se enteraron por su parte de la llegada de Zandrino y desde ambas partes hicieron contactos para arreglar un encuentro. Plinio les escribió invitándolos a que cuando fueran a la gran ciudad capital de la Argentina, pasaran a visitarlo.
No mucho tiempo después, los Pinardi visitaron en Buenos Aires al joven profesional y se quedaron encantados con él. Lo invitaron, a su vez, a visitarlos a ellos en Villa María y también pensaron a quién le presentarían como candidata para el matrimonio: tenían en mente a una bella e instruida joven llamada María Antonia Bonino (mi abuela).
Los oficios de celestinos de los Pinardi tuvieron una buena respuesta y el joven Francisco Vicente Miguel Zandrino quedó profundamente enamorado de su “cara Antonia” como, a partir de entonces, gustaba llamarla. Se instaló en Villa María y comenzó a trabajar en la farmacia Internacional de la familia Pinardi.
Se casaron y tuvieron una hija que falleció a los pocos días de su nacimiento; al tiempo nació un varón al que le pusieron por nombre Plinio Vicente Miguel y luego otro llamado Miguel Angel (mi padre).
Plinio, el joven profesional farmacéutico, había padecido de salmonelosis en Italia (fiebre tifoidea) y había quedado con algunos síntomas residuales y cierta fragilidad en su salud. Luego de algunos años de vivir con la familia que había constituido, falleció de manera inesperada. En ese momento su hijo menor, Miguel Angel, era un niño de apenas tres meses.
La joven viuda Antonia Zandrino comenzó a tener problemas económicos para criar a los dos niños que habían quedado huérfanos, pero ni los Bonino la abandonaron ni los Pinardi, quienes le dieron un puesto en la farmacia a un miembro de la familia Bonino, su nombre era Luis y era uno de los hermanos mayores de María Antonia. Más pronto que tarde, Luis Bonino se dio cuenta de que no estaba suficientemente preparado para asumir tareas de importancia en la farmacia y se decidió a estudiar y, apoyado nuevamente por los Pinardi, realizó un curso en la ciudad de Córdoba de “idóneo en Farmacia”, luego de lo cual volvió a trabajar a la farmacia Internacional. Este fue el primer paso de la incursión de los Bonino en el estudio de la profesión farmacéutica.
Pasó el tiempo y los hermanos Plinio y Miguel Zandrino, hijos de Antonia, habían terminado los estudios secundarios y tenían en sus planes estudiar en la Universidad de Córdoba, adonde la viuda Antonia Zandrino y el clan familiar de los Bonino estaban dispuestos a enviarlos, aun haciendo un gran esfuerzo para cubrir los gastos de dichos estudios.
A pesar de las dificultades económicas, todo el clan Bonino estaba determinado a que los descendientes fueran profesionales. ¿Dónde nació esta determinación y por qué fue de esta manera? Esto es algo que nunca sabremos con certeza, pero era indudable que el modelo traído por Plinio Zandrino de Torino, Italia, marcaba el derrotero.
El hijo mayor, Plinio, decidió estudiar Medicina, como su padre eligió una carrera relacionada con el arte de curar y él fue el primero de los Zandrino en estudiar Medicina, una carrera que luego se extendería a otros primos de la familia Bonino, como Luis Alberto Seggiaro (médico) y Luis Enrique Bonino (bioquímico). El hijo menor de Zandrino, Miguel Angel, decidió estudiar la misma carrera de su padre: farmacéutico, pero como la Universidad de Córdoba le ofrecía la opción de obtener además el título de bioquímico rindiendo algunas materias extras, esa fue su elección.
Tanto Plinio como su hermano menor Miguel Angel, una vez recibidos, cumplieron importantes tareas en la comunidad de Villa María como profesionales eficientes y respetables. Formaron familias que fueron pilares de la sociedad de su tiempo.
Sus hijos, la generación de quien escribe estas líneas, realizaron como sus padres estudios universitarios y también como ellos carreras relacionadas con la Medicina y la Bioquímica.
Actualmente la cuarta generación está terminando estudios universitarios y varios de ellos ya son profesionales. Ya en esta generación el espectro de estudios se ha ampliado, incluyendo carreras como Arquitectura, Ingeniería Agronómica, profesorados de idiomas y otros. Algunos de ellos han continuado con la tradición de estudiar carreras relacionadas con las Ciencias Médicas, particularmente Medicina.
Como generación que heredó una visión y un modelo profesional nunca llegaremos a conocer cabalmente cuánto le debemos tanto al empuje y determinación de los Bonino, como así también al modelo que trajo aquel joven doctor Zandrino, recién salido de la ilustre Universidad de Turín.
Es misterioso pensar cómo se juntaron en este puente mágico, detrás de las personas, las universidades de Córdoba y de Torino en el destino de nuestra familia. Estas dos universidades comparten trayectorias académicas brillantes y con siglos de existencia que les permitió aumentar la capacidad docente, la excelencia didáctica y, en ambos casos, un notable prestigio.
Villa María, por su parte, fue una ciudad generosa y hospitalaria que permitió a grandes familias de inmigrantes que pudieran crecer y desarrollarse a través del tiempo, tal como lo habrían soñado alguna vez, no sin cierto temor de cruzar el océano y enfrentar culturas desconocidas, pero con una gran esperanza, la cual no fue defraudada por este país y esta ciudad. Villa María se transformó en una verdadera tierra prometida.
Por otra parte, jamás hubiera imaginado el solitario joven farmacista Plinio Francesco Zandrino, cuando descendió del barco que lo trajera a la Argentina desde el puerto de Génova, que su ejemplo marcaría a las próximas generaciones de sus descendientes argentinos, los cuales continuarían, como él, llevando a cabo estudios universitarios y que a través de ellos brindarían, durante más de un siglo, valiosos servicios a la comunidad villamariense.
Ricardo Zandrino
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