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La modificación de la ordenanza de espectáculos públicos es una de las prioridades de los cuerpos legislativos de las dos Villas, que ya tienen bosquejada una serie de prohibiciones y sanciones para enfrentar la problemática del consumo de alcohol, la previa y otros hábitos juveniles de la sociedad actual.
Prohibir y castigar, ¿es la solución?
La pregunta no puede ser descartada a la hora del debate.
En los últimos años se efectuaron muchos cambios en la legislación que regula la diversión en la ciudad y en otros lugares sin grandes resultados.
La rebeldía es una condición natural en el adolescente. Pensar que modificarán sus conductas o sus gustos con la palabra “prohibido” no deja de ser sólo un anhelo de quienes intentan encontrar herramientas para mejorar la calidad de vida de los habitantes.
Invadir el terreno que les compete a los padres tampoco ayuda a construir una sociedad que le permita al joven elegir su camino futuro con dignidad, libertad e inclusión.
El control responsable del Estado es necesario, pero debe estar acompañado de políticas de prevención y contención de una juventud que vive sumergida en un fenómeno cultural marcado a fuego por la sociedad de consumo y sus consecuencias.
Si queremos soluciones, la primera medida es analizar las causas y realizar las transformaciones necesarias para la recuperación de tantos valores que, en la actualidad, los adultos se encargaron de borrar del manual de vida que pretendemos para nuestros chicos.
La educación en el seno familiar es el primer paso para resolver las cuestiones que están en el centro de la discusión de los concejales. La educación en el ámbito escolar es otra de las puntas del ovillo.
Y las políticas de Estado, un eje fundamental.
En una sociedad progresista que discute temas polémicos como la despenalización del aborto o de la droga, ¿podemos pensar en prohibirle a un chico de Nivel Medio el ingreso al boliche un jueves para que no falte a clase al día siguiente?
Es un interrogante que no tiene la finalidad de abrir juicio sobre la opinión y las buenas intenciones de los legisladores.
Simplemente llamar a la reflexión sobre una medida que parece más un “llamado de atención a los padres” (responsables directos) que un aporte a los derechos de los jóvenes de estudiar y divertirse.
Numerosos pibes van al boliche el jueves y al día siguiente concurren al colegio responsablemente. ¿Por qué deben pagar todos por la irresponsabilidad de unos pocos?
Son preguntas para aportar al debate. Las leyes de regulación de actividades lícitas no deberían ser represivas.
Hacer una normativa para que termine en el sitio de los incumplimientos, como tantas si no existen controles rigurosos, es un trabajo vano con un final anunciado.
Nuestra juventud, divino tesoro si los hay, necesita afecto, comprensión, apoyo, solidaridad. Nuestra juventud necesita de adultos que la contengan, guíen y le señalen las buenas y malas sendas que tiene el camino a la adultez, para que puedan elegir con libertad y conciencia su ruta.
Necesita buenos ejemplos.
Necesita más oportunidades y menos castigos.
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