|
|
|
|
|
|
|
Micaela Solís, una histórica vecina del Roca |
|
|
|
|
|
Micaela tenía apenas cinco años. Había perdido a su papá. Su madre, con ella y su hermano, volvió a formar pareja con un villamariense por lo que decidió trasladarse al barrio Roca, cuando todavía era el “Pueblo Picardo”. Así llegaron desde su Tío Pujio natal.
“Cuando vinimos, esta casa era una tapera y no habrá habido más de seis ranchitos en esta zona. El resto, era todo churqui”, dijo Micaela, quien nos recibe en su casa, donde está acompañada por su hija, por canarios, gatos, perros, frutales y flores. En definitiva, rodeada de vida.
“Yo de acá no me voy. Me encanta el barrio”, asegura.
Ella creció en esas calles y vio cómo, con el trabajo de su padrastro (era guardiacárcel) al que le dice “papá”, porque fue el que la crió, esa tapera se fue convirtiendo en la casa digna que hoy la alberga.
La vida le quitó mucho. “Perdí a mi padre, mi padrastro, mi madre, mi hermano y uno de mis seis hijos”, dijo, con pena.
Pero igual, se las arregló para ser feliz.
Probablemente, uno de los episodios más felices de la vida fue el momento en el que apareció el amor. Fue tan intenso el encuentro, que en poco tiempo se casaron.
Ella tenía 17 años. El, 32. Había llegado a Villa María con el circo Gaani. Era domador de fieras y payaso.
“Me pidió que fuera todas las noches. Y, por supuesto, antes no te dejaban ir sola, por eso iba con mis padres.”
Antes que el circo se fuera del pueblo, ellos tomaron la decisión: se iban a casar.
“El amaba la vida del circo, incluso, ya era viudo. Se había casado en primeras nupcias con la trapecista del mismo circo, que tuvo un accidente y murió. Cuando me conoció a mí, dejó la vida que llevaba y me eligió”, dijo, orgullosa, Micaela.
“Con el tiempo, se fue acostumbrando. Empezó a trabajar en la Municipalidad y también hacía tareas como peón rural. Otra cosa que hacía bien era cocinar, trabajó como cocinero profesional. Yo lo ayudaba, era empleada doméstica y cuando iba al campo, traíamos piedras para vender acá”, dijo.
“Que suerte que fue rápido nuestro noviazgo, porque nuestro barrio era conocido como La Puñalada, porque los muchachos de acá no dejaban entrar a los novios de las chicas si venían de otros lados”, aseguró.
De su infancia en el barrio, recuerda “la zorrita que día y noche llevaba las piedras desde el tren hasta la fábrica de cal”. Describe con claridad los hornos bajo tierra con los que se sometía a las piedras al calor para producir la cal. “Daba mucho trabajo”, señala, al referirse al motor del crecimiento del barrio. No recuerda con precisión, pero asegura que hace “al menos, 50 años que cerró la cantera”.
Martina Micaela Ludueña de Solís nos despide de su casa relatando un problema de visión. “Me lloran todo el tiempo los ojos. Me operaron uno, pero quedé igual. Así que no insisto más, me quedo con los ojos llorosos”.
Por el resto, agradece a la vida las alegrías que le dio, el amor que se cruzó de esa manera tan inesperada en su vida y los hijos, que siguen rodeándola y acompañándola en los años de su vejez.
EL DATO
El barrio se extiende dentro de los límites establecidos por dos tramos férreos. El que va con su trazado paralelo a la ruta 9 y el que se dirige hacia Río Cuarto, formando una especie de triángulo donde está ubicado el barrio, por ahora, denominado General Roca.
Otras notas de la seccion Suplementos especiales
“Es necesario que los trabajadores sean blanqueados”
Grupo colombiano toma el control de Libertad
Fuerte contrapunto entre la UIA y la CAME por los datos
Córdoba recibió 297,3 millones más que el año pasado
Nueva forma para buscar "laburo"
|