Amigos del silencio cómplice y despreocupados por los demás, algunos prefieren “mirar para otro lado” cuando se trata de un problema que atañe a terceros. Y ni qué hablar si ese problema tiene directa relación con un hecho de sangre como el que se está ventilando en Tribunales por el asesinato de Pablo Ezequiel Centeno.
En un barrio donde todos se conocen y en el que suelen producirse enfrentamientos personales, es muy probable que impere un código de silencio entre los cultores del “no vi, no escuché, no sé nada” y más aún si lo que se pone en juego es el pellejo propio.
Pues bien, algo de eso (o mucho) sucedió ayer en la segunda audiencia del juicio que se le sigue a Franco “Pachequito” Moreno, porque cinco de los seis testigos que comparecieron en la Cámara del Crimen dijeron desconocer totalmente cómo sucedieron los hechos aquella madrugada del 5 de marzo de 2011; o peor aún, adujeron que se enteraron a la mañana siguiente del resultado fatal del episodio.
Y si de actitudes curiosas se trata, tres de los declarantes admitieron que poco después de socorrer al apuñalado Centeno, con quien solían compartir cervezas y alguna que otra salida por ser vecinos y conocidos del barrio, se cambiaron sin más y se fueron a bailar a una confitería de Villa Nueva.
Otros dos, en tanto, afirmaron una y otra vez que al momento del crimen (ocurrido apenas pasadas las 2 de la madrugada) ya se encontraban durmiendo y no escucharon “nada”. Lo llamativo es que ambos testigos viven a escasos metros de donde se produjo el hecho.
Sólo el hermano mayor de Centeno aportó algunos detalles en procura del esclarecimiento del asesinato, aunque no sirvió de mucho ya que no fue testigo presencial del presunto ataque sorpresa de Moreno que, según la concubina de la víctima, Yanina Bracamonte, fue perpetrado “por la espalda y a traición”.
Casi lo mismo
El primer testigo en comparecer fue Miguel Angel Mazzini, quien aquella noche se encontraba en su casa de calle Nicolás Sarno (a la vuelta de donde se produjo el homicidio), junto a su hermano Fabián Alejandro y un amigo de ambos, José Alberto Cerdán.
De manera coincidente, los tres -cada uno a su turno- dijeron que Pablo Centeno llegó en su bicicleta a buscar un cigarrillo y pidió que le prestaran un teléfono celular para enviarle un mensaje de texto a su madre.
También señalaron que cuando se encontraban charlando, llegó Yanina Bracamonte para buscar a su concubino y que ambos se fueron en la misma bicicleta en la que había llegado Centeno.
Casi de inmediato, el joven apuñalado llegó corriendo a la casa de los Mazzini y, al pedido de auxilio, se desplomó en la vereda. Los tres acudieron en su ayuda, aunque fue Cerdán quien lo cargó en su moto, junto a Yanina, y los tres salieron rumbo al Hospital Pasteur. Sin embargo, a un par de cuadras de allí Pablo y su pareja se cayeron del rodado y permanecieron en la calle varios minutos, hasta que otro motociclista los trasladó al centro asistencial, mientras Cerdán volvió a la casa de los Mazzini para llamar una ambulancia.
Si bien ninguno de los tres fue testigo presencial del momento en que Centeno recibió la letal puñalada en el flanco izquierdo del tórax, tanto los hermanos Mazzini como Cerdán dijeron que no preguntaron cómo había sucedido el incidente, tampoco indagaron quién había sido el autor del hecho y, peor aún, que momentos más tarde se cambiaron y se fueron a la confitería bailable “Ciro” como si nada hubiera ocurrido.
No obstante, los tres coincidieron que Pablo no estaba armado (o al menos no vieron que llevara un cuchillo entre sus ropas) y que se encontraba “muy tranquilo”, evidenciando que previo al hecho de sangre no había tenido ninguna pelea o entredicho con Moreno.
Dos que dormían
Distintas fueron las declaraciones de Darío Gustavo Romero y Jorge Romero, quienes no tienen relación de parentesco, aunque viven muy cerca uno del otro y a escasos metros de donde se produjo el crimen.
El primero dijo que aquella madrugada vio pasar a Centeno y Bracamonte en bicicleta por calle Mafalda Gilli. “Me saludaron y agarraron por Santa Fe”, dijo el testigo, y agregó: “Terminé el cigarrillo y me fui a dormir”.
Cuando el fiscal Francisco Márquez y la defensora oficial Ana María Díaz insistieron sobre si conocía cómo se había producido el hecho, Darío Romero fue concluyente: “Yo no vi nada… a esa hora estaba durmiendo”.
“Dicen que vos no declarás porque tenés miedo”, inquirió el acusador público, a lo que el testigo respondió enfáticamente: “¡No es verdad! A las 11 (de la noche) yo ya estaba durmiendo”. Y poco después agregó que “el único que fue a mi casa esa noche fue el padre de Pablo (señaló a Gabriel Centeno, quien se hallaba presente en la sala) y la hizo poner mal a mi abuela… eso no se lo voy a perdonar”.
Cuando el fiscal le preguntó a qué había ido a su casa el papá de Pablo, Romero respondió: “Quería hablar conmigo”. La presencia de Centeno (p) obedeció a que le habían dicho que momentos antes del incidente, Darío había estado junto a Moreno y a un amigo de ambos, llamado Ezequiel Acosta, alias “El Bebu”, fumando frente a la casa del primero.
Sin embargo, el testigo negó esa circunstancia, reiteró una vez más que no sabía nada del crimen e incluso dijo que a Moreno no lo había visto “en ningún momento” aquella noche previo a irse a descansar.
De manera similar, aunque con menos protagonismo, declaró Jorge Romero, un hombre mayor que vive en el barrio desde los primeros años de la década del 60.
“No vi nada porque yo estaba durmiendo”, coincidió con su homónimo, aunque admitió haber escuchado que “hubo una pelea” en la esquina, justo frente a su casa, ubicada en Mafalda Gilli y Santa Fe.
Finalmente, don Romero dijo que conoce a Moreno “del barrio, desde chico”.
Ningún cuchillo
También declaró en la víspera el mayor de los hermanos Centeno, Elías Gabriel, quien relató que esa noche estaba en la casa de los Mazzini y que luego se fue a lo de su tío Carlos Carrera, que también vive en el barrio.
De regreso al domicilio de los hermanos Mazzini, vio a Darío Romero, “El Bebu” Acosta y Franco Moreno fumando frente a la casa del primero y momentos más tarde llegó al lugar Pablo, quien fue a buscar un cigarrillo y a enviar un SMS.
Aunque no vio el incidente, Elías recordó que su hermano estaba vestido con una remera, un pantalón corto y ojotas (era verano y hacía calor) y negó terminantemente que hubiese llevado un cuchillo entre sus ropas.
Inmediatamente después de recibir la puñalada, Pablo alcanzó a pedirle que llamaran una ambulancia y no agregó nada más, ya que comenzó a salirle sangre por la boca.
“Estaba todo tranquilo esa noche y nadie iba a imaginar que eso iba a pasar”, añadió el testigo, y luego agregó que auxilió a Pablo cuando se cayó de la moto, en calle Buenos Aires, haciéndole presión en el pecho, mientras Yanina le hacía respiración boca a boca.
Hoy, más testigos
Para hoy están citados seis nuevos testigos, entre ellos otro hermano de Pablo Centeno, Maximiliano; una ex concubina de Moreno, Daiana Sequeira, y el médico forense de Tribunales, Gustavo Rodríguez, además de tres efectivos policiales.
La audiencia de debate está convocada para las 8.30 en la sala de audiencias ubicada en el quinto piso del Palacio de Justicia local.
Tres jueces, 11 jurados
El jurado que interviene en el proceso que se le sigue a Franco Moreno está compuesto por tres jueces técnicos y 11 ciudadanos comunes, miembros del jurado popular.
El tribunal es presidido por el juez René Gandarillas y lo secundan sus pares Silvia Saslavsky de Camandone y Edith Lezama de Pereyra, esta última a cargo del Juzgado de Control, quien ocupa circunstancialmente la vacante dejada por el ex camarista Héctor Fissore, jubilado el año pasado.
Los jurados titulares masculinos son Ariel Cristóbal Ansotegui, Roberto Carlos Sosa, Hugo Osvaldo Giménez y Osvaldo César Cornaglia (remplaza al ausente Sergio Luis Bossio), mientras que el único suplente es Eduardo Alberto Vedelago.
En tanto, los jurados titulares femeninos son Patricia del Carmen Isaguirre, Carolina Valeria Mollo, Andrea Teresa Tomatis y Cecilia Beatriz Raschella, mientras que Eugenia Bustos y Nancy Giglioni son las suplentes.
LAS FOTOGRAFIAS
1) “Dicen que vos no declarás porque tenés miedo”, disparó el fiscal Márquez, y el testigo Darío Romero respondió: “¡No es verdad! A las 11 ya estaba durmiendo”. Atrás, el tribunal en pleno
2) Franco Moreno junto a su abogada, la asesora Ana María Díaz, quien sabe que tiene una muy difícil tarea defensiva
3) Elías Centeno ingresa a la sala. Dijo que su hermano Pablo no estaba armado y que esa noche “estaba todo tranquilo”
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