Escribe:
María Laura Tuyaret
Especial para EL DIARIO
Las temperaturas son bastante bajas, aunque no nieva. Cuesta entenderlo a simple vista, pero justamente ése es el clima ideal para disfrutar de las casas de té de Gaiman. Meseras luciendo trajes típicos y cargando desde la cocina amplias bandejas repletas de tortas y tartas de todo tipo, dulces regionales, pan casero y scons; tazas azules con flores llenas de té humeante y perfumado; teteras vestidas con tejidos al crochet; y manteles, servilletas y cortinas blancos, todos bordados. Una vitrina guarda celosamente la taza que utilizó Lady Di en su paso por el poblado. Por la ventana se puede contemplar el río, enmarcado de vastos jardines floridos. El frío que afuera endurece, allí adentro resalta los olores, los sabores, los colores y la calidez única que se respira en estos ambientes. Todas las costumbres galesas concentradas en un solo lugar. Y, lo más paradójico, en unas tierras que se encuentran en el otro extremo de donde nacieron esas tradiciones.
Delicia de colonos
Una de las protagonistas indiscutibles en las casas de té es la torta galesa. Contrario a lo que se cree, este pastel es bien argentino. Para ser más exactos, tiene padres galeses, pero nació a fines del siglo XIX en este rincón del país llamado Gaiman.
La historia cuenta que cuando los primeros pobladores llegaron a las costas de Chubut a bordo del velero “Mimosa” debieron enfrentarse a las inclemencias de un suelo prácticamente deshabitado, con poca agua y tremendamente árido. Había escasez de alimentos. En las cocinas de las mujeres galesas resolver esa situación significó echar mano a todo ingrediente disponible como harina, nueces, frutas abrillantadas, miel, azúcar negra y otra serie de especias que variaban de casa en casa, y mezclarlos. Lo que se buscaba era crear una comida rica en calorías y de gran perdurabilidad. El resultado fue la torta galesa que conocemos actualmente.
Se dice que puede durar décadas y hay quienes aseguran haber probado una porción de lo que fue el pastel de bodas de sus padres. Lo cierto es que la ceremonia del té y la torta galesa representan la bandera de distinción en Gaiman. Y son, como en las antiguas costumbres de los colonos, todo un símbolo de hospitalidad.
Bien nuestro
Gaiman es una pequeña localidad de apenas 7.000 habitantes ubicada en la provincia de Chubut a 15 kilómetros de Trelew y a 90 de Puerto Madryn. Es el sitio de la Patagonia que más inmigración galesa recibió y todo su entorno y arquitectura, además de su gastronomía, son una expresión viva de ello.
Capillas con ventanas ojivales, casas de techo a dos aguas, molinos de agua sobre el río, carretas que antes servían para el trabajo diario ahora adornando el parque de inmensas chacras. Todos esos elementos se conjugan de manera perfecta y hacen inevitable evocar en nuestras mentes, aunque sólo sea de manera inconsciente, a algún pueblito de Gales que quizás nunca hayamos conocido. Uno de los emblemas del estilo arquitectónico galés es la Capilla Bethel, la más grande de todas las que se encuentran dispersas por el valle. Pero si de llegar a las raíces se trata, no se puede dejar de conocer la “Casa de Piedra”, la primera vivienda formal construida en el pueblo. Su edificación fue realizada por el colono David Roberts en 1874. Una vista a su interior, ambientado de forma austera y con mobiliario y objetos típicos de los inmigrantes galeses, será un viaje directo y sin escalas hacia el pasado.
Tras su paso por Gaiman el corazón de todo visitante seguramente quedará bien contento. No sólo por la amabilidad y calidez de su gente. Sino también por haber conocido un pedacito de Gales, uno que es bien argentino.
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