Escribe:
Juan Manuel Gorno

Alumni consiguió el domingo algo inédito: se convirtió en el primer equipo del fútbol argentino en jugar tres promociones consecutivas sin descender.
Claro que el dato, tras los festejos del domingo, no deja de poner de manifiesto esta realidad agobiante que vive el único representante villamariense en el fútbol profesional.
Quedar siempre allí, aferrándose del mango del tobogán para no caer, produce un desgaste tan enorme que obliga al club a buscar salvavidas diariamente para afrontar la siguiente temporada, cargada de incertidumbre.
Entonces sucede lo de siempre: el plantel se arma de última, las decisiones se toman apresuradas, el presupuesto no alcanza y las primeras fechas del campeonato son un suplicio.
Así sucedió con todos los procesos de los últimos años, con Gallará, Ranalli y Riggio, con unos u otros jugadores.
Los dirigentes son los únicos que siguen y quizás tengan la certeza de que se equivocaron en contadas oportunidades, como así también saben que la ayuda de la ciudad no fue la esperada y que participar en la tercera categoría del fútbol argentino es una carga muy pesada.
No obstante, el club necesita un barajar y dar de nuevo. Se pide un cambio urgente desde lo organizativo, una reunión sincera de todos los socios que deseen trabajar y un acercamiento oportuno de aquellos que aspiran a catapultar el fútbol local en el plano nacional.
Así como está, Alumni ya no da para más. Porque jugar para las pálidas no alcanza. Y porque se nota que no hay presupuesto que sirva.
“No queremos traer jugadores caros porque no queremos endeudar a la institución”, dijeron siempre los dirigentes previo a cada certamen. Pero el caso es que tampoco con lo que se arma, alcanza para cumplir con los sueldos. Encima, la suma de compromisos contra equipos del Argentino B para conservar la categoría, acorta los tiempos de manera tal que, cuando el resto de los clubes anda de pretemporada, acá no suele haber indicios en lo futbolístico.
¿Conclusión? Un equipo en desventaja (con la mayoría de sus refuerzos sin entrenar siquiera dos semanas), comienza el campeonato perdiendo, una, dos, tres, cuatro y hasta diez fechas abajo... La gente empieza a mirar los partidos con esceptisismo, los malos resultados echan colaboradores, espantan sponsors, fulminan técnicos, generan diferencias entre los jugadores... Todos derecho a la Promoción, una especie de castigo para los que hacen las cosas mal, sin dudarlo.
Este año, ese panorama se percibió más que nunca y, como antes Ranalli y Riggio, tuvo que aparecer el “Zurdo” López primero y “Pistola” Vázquez después para enderezar el rumbo de un plantel con jugadores de la categoría que recién empezaban a entenderse dentro de la cancha en la segunda parte de la temporada.
También aparecieron, pero en el plano dirigencial, nombres nuevos que trataron de oxigenar un poco una entidad dominada por dirigentes sobrepasados de presión, que si bien no descuidaron el nuevo predio (edificado con la venta de los terrenos del viejo fortín), no alcanzaron a dar el salto deportivo que se comprometieron a dar cuando asumieron sus responsabilidades, en tiempos donde corrieron “con la billetera” a los pocos que seguían del ascenso.
Vale destacar el esfuerzo de los directivos en cada patriada que significa juntar el dinero para afrontar los compromisos. Pero está visto que hubo cierto estancamiento futbolístico que hizo de Alumni una entidad de escaso vuelo, lejos de lo que supo convertirse Sportivo Belgrano de San Francisco u otras entidades de Argentino A cuyas ciudades no difieren mucho de Villa María.
A esto se suma la desprolijidad institucional que causó internas y quitó apoyo (sin normalización jurídica, no llegó dinero del Gobierno de la provincia de Córdoba).
Distanciarse de directivos de AFA, de colegas de la Liga, del presidente de la Federación Cordobesa, del técnico que logró el ascenso y hasta del medio radial que más transmitió al equipo en los torneos afistas, no sirvió ni sirve para hacer de Alumni una entidad para todos. Porque, en definitiva, cuando se necesita el apoyo de una ciudad entera, lo peor es restar desde las relaciones humanas.
Alguna vez Alumni deberá entonces conseguir la unión que le signifique trascender los límites y potenciar su grandeza, sin quedarse en el lamento porque tiene menos recursos que Talleres, que Racing y que todo el que se cruce enfrente en la categoría.
Después de todo, esto es fútbol. Y si bien está comprobado que no siempre gana el más rico, la mayoría de las veces pierde el más desprolijo.