Escribe: El Peregrino Impertinente
Los mosuo son un grupo étnico que habita en el sur de China, conocido por ser una de las últimas sociedades matriarcales que quedan en el mundo. Es decir, una comunidad en la que quienes realmente ostentan el poder son las mujeres. Ellas deciden respecto a aspectos como economía familiar, normas del hogar y uso de las tierras, de las que son únicas propietarias. Armonizando con el escenario, los hombres entienden poco y nada de fútbol y son las señoras las que tienen los ovarios por el piso tratando de explicarles cómo funciona la ley del offside.
También son las damas las que dan el apellido a sus hijos (que por regla pertenecen sólo a la madre) y establecen la duración de las relaciones con sus parejas. De hecho, los cánones sociales les permiten estar con varios “novios” a la vez. Semejante autoridad y ascendente sobre el sexo opuesto vuelve locos de amor a los mosuos machos, quienes exteriorizan sus penurias cantando “Mosua, mosua, así voce me mata” a las chicas.
Entre los mosuos no existen los conceptos de matrimonio ni de marido, al menos tal y como los entendemos en las sociedades occidentales. En la casa sólo viven la mujer, sus hijos, hermanos y abuelos. El hombre lo hace en una morada distinta, pero nunca en el papel de esposo. Los encuentros amorosos se producen usualmente de noche y después del acto el varón vuelve a su hogar. “Vamos, vamos, cada carancho a su rancho, que tengo cosas que hacer. Y a ver si la próxima vez le metes un poco más de enjundia al asunto porque estuvo bastante floja la cosa eh”, dice la dueña de casa, mientras airea las sabanas y tira desodorante de ambiente. El aludido se va con el rabo entre las patas, pensando seriamente en fugarse de la aldea y convertirse en monje budista.
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