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Antonio Fiol toda su vida militó en las filas de la Unión Cívica Radical |
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Escribe: Jesús Chirino
Villa María ha sido cuna de políticos de muy diversas extracciones y disímiles trayectorias. En esta ciudad han surgido hombres y mujeres apasionados que eligieron alguna identidad partidaria para, desde allí, participar en la vida política de la comunidad. Un caso ha sido el de Juan Antonio Fiol, que toda su vida militó en las filas de la Unión Cívica Radical llegando al cargo de diputado nacional en tiempos de la Presidencia de Arturo Illia. En su partido siempre militó en un sector interno opuesto al sabattinismo. Así fue que cuando integró la lista de candidatos a diputados lo hizo por la minoría unionista.
Juan Antonio nació en Morrison, el primer día de noviembre de 1913. Fue su madre Blanca Rosa Páez, maestra de simpatía radical y admiradora del socialista Alfredo Palacios, que supo dar clases en Chabás, Bell Ville, Etruria y también en la Escuela Agustín Alvarez de Villa María. En tanto el padre de Juan fue Justino Fiol. Hombre nacido en la localidad de Quilino y que a principio del Siglo XX se afincó en Morrison donde, desde el radicalismo, llegó a ocupar una concejalía. Se casó con quien era directora de la Escuela Fiscal. Con Blanca tuvieron tres hijos varones e igual cantidad de mujeres. En esa localidad supo recibir en su casa la visita del vicepresidente de la Nación, Elpidio González, que llegó al lugar acompañado por un hermano de Justino, Antonio Fiol, político que falleció en 1929 sin poder asumir la Gobernación de Chubut para la cual lo había designado el propio Hipólito Irigoyen. Aquella visita dejó una perdurable impresión en el entonces jovencito Juan Antonio, que luego, en 1933, se recibiría de maestro normal.
Con el tiempo Justino con su familia se radicó en Villa María, en la calle Corrientes entre Belgrano y Rivadavia. Aquí trabajó en el Molino Fénix a la vez que realizó otras diversas tareas laborales para mantener su hogar. Años después trasladaría su domicilio a la calle Mariano Moreno, frente a la casa de Amadeo Sabattini.
En los primeros años de Juan en Villa María dictó clases y fue regente en la Escuela del Trabajo. Comenzó a viajar a la ciudad de Córdoba para estudiar y logró recibirse de escribano. Consiguió un registro para trabajar en la localidad de Cintra, estableciendo en 1944 la escribanía en aquella localidad. Aunque seguía manteniendo su vínculo con Villa María, pues su esposa María Adela Figueroa se quedó en esta ciudad. En el año 1947 consiguió el registro para ejercer en Villa María y se instaló en General Paz 213 donde tenía su domicilio particular desde 1945. En ese lugar viviría la familia hasta 1960 cuando se trasladaría a la única casa que compró en su vida Juan Antonio en la calle Entre Ríos 651. Esa propiedad junto a su auto unión blanco y un Opel amarillo, fueron todos los bienes que tuvo en su vida.
En los años de apogeo del peronismo, Juan Antonio, por sus ideas políticas, más de una vez fue a parar detrás de las rejas de los calabozos de la Comisaría municipal, que por otra parte quedaba poco más de una cuadra de su domicilio. Para 1952 dictaba clases en “la escuela de Sobral”, de allí fue exonerado junto a muchos otros docentes cuando la institución fue intervenida por considerársela plagada de “radicales comunizantes”. Unos de los hijos de Juan, Antonio Aníbal, recuerda cuando le llevaban el colchón hasta la Comisaría, donde estaba detenido su papá. En el 53, relata, una mañana encontró a su madre limpiando el blanco umbral de la puerta de ingreso a la casa. En el momento no entendió bien de qué se trataba, con el tiempo le dirían que la mujer estaba raspando para retirar la pintura con la cual la Alianza Libertadora Nacionalista había dibujado un águila marcando la casa de ese “contrera”. Aquello reflejaba cómo se vivían entonces las rivalidades políticas en la ciudad. Para 1955 Juan Antonio se sumaría a la denominada “Revolución Libertadora”. Así lo cuenta en su libro “Recuerdos de un político”. Dice allí : “esta revolución me tiene, de alguna manera, como participante directo. El 12 ó 13 de septiembre, un grupo de 30 o 40 personas, en su mayoría radicales y algunos peronistas católicos disconformes por el trato dado por Perón a la Iglesia, es puesto en libertad luego de varios días de haber estado preso por el terrible delito de no ser oficialistas. De inmediato, conscientes de la situación, nos pusimos a la tarea de organizarnos. A tal fin concurrimos a una reunión en la iglesia donde se constituye el Comando Civil”.
Luego de aquellos sucesos políticos, la Biblioteca Bernardino Rivadavia y sus anexos fueron regresados a las manos de Antonio Sobral y su gente, cesando la intervención. Allí Juan Antonio Fiol regresó a dar clases a esa institución. En tiempos del frondisismo cuando se dio la discusión acerca de la educación entre laica y libre, quedó parado del lado de los laicos que cuestionaban la posibilidad de existencia de universidades privadas, cuestión que se generó a partir de medidas tomadas por la autodenominada “Revolución Libertadora”. En esa oportunidad defendió una posición consecuente con la reforma del 18 y la enseñanza estatal.
Cuando Fiol fue legislador presentó, sin mucha suerte, varias iniciativas relacionadas con la educación en el país. También presentó un proyecto para trasladar los galpones del ferrocarril general Bartolomé Mitre que se encontraban en el centro de la ciudad, declarar de utilidad pública todos esos terrenos y prolongar las calles paralelas a San Juan y Entre Ríos hasta dar con la prolongación de la actual Antonio Sobral. De esa manera se conformarían cinco manzanas, de las cuales una sería utilizada para construir un edifico para la administración municipal, otro para el Colegio Nacional y las restantes se venderían. El proyecto fue aprobado cinco días antes de que Illia fuera derrocado, luego todo quedó en la nada. Fiol fue un hombre de la vieja guardia radical, tal cual se señalara, de una línea no sabattinista. Por años vinculado al deporte a partir de ejercer la Presidencia de clubes de la ciudad. También fue un hombre conocido por su honestidad. En relación a eso también supo presentar un proyecto en la Cámara de Diputados en el que se establecía que cada legislador, antes de jurar y de terminar su mandato, presentara declaraciones juradas de sus bienes y los de su cónyuge. Esas manifestaciones se harían públicas en el diario de sesiones. El proyecto tampoco tuvo un gran destino. Pero quizás vale recordar algunas anécdotas que cuenta la familia de este hombre que fue diputado en el período que gobernó Illia. Un hijo dice: “Eran tiempos en que venía la televisión a Villa María, mi viejo era diputado en el 63. En realidad él fue dos veces diputado nacional, en el 62 cuando se anularon las elecciones le dieron el diploma y no pudo jurar, en el 63 sí, allí sí pudo asumir. En ese ínterin un día llegó a casa un gran televisor. El se iba a Buenos Aires los lunes en el tren El Serrano y volvía los viernes a la noche. Recuerdo que llegó y vio el aparato. Entonces preguntó: ¿y eso? Le dijimos que se lo habían mandado. Quiso saber quién, ante nuestra sincera respuesta que no sabíamos, que lo habían traído y dejado para él, ordenó que de manera inmediata lo llevaran. Había gente que deseaba quedar bien con él porque quería tener la ley de circuito cerrado”.
Otra anécdota que pinta este costado de Fiol es que nunca reclamó jubilarse como legislador. Consideraba que había sido un privilegio ejercer como diputado y no debía usufructuar con ello y jubilarse por haber trabajado tres años en ese cargo. Cuando tuvo 80 años se jubiló como escribano, profesión que había ejercido por decenios. Incluso tuvo problemas con la tramitación de ese beneficio, pues entre sus antecedentes le apareció la exoneración de la cual había sido objeto en 1952 cuando intervinieron la “escuela de Sobral”. Sólo un decreto del gobernador podía revertir esa situación. Entonces gobernaban la provincia Eduardo Angeloz y Edgardo Grosso. A este último fue a entrevistar Fiol para solicitar se lo liberara de ese impedimento para su jubilación. Las promesas fueron inmediatas, pero tuvo que esperar cerca de cuatro años para que un día llegara a su casa de la calle Entre Ríos el cartero con la novedad de que se había emitido el decreto correspondiente. En el año 1996 Fiol dejó esta vida, terminaba así un largo recorrido político que tuvo sus luces y sus sombras.
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