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Una puesta impecable e intensa se vivió en el Orfeo |
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Mucho público, tanto en la pista como en las tribunas. Algunos se preguntaban de qué se trataba el show. Otros decían que era muy bueno y se trataba de la tercera vez que lo veían, pero ninguno comentaba aspectos en contra.
Ya desde el comienzo las estructuras montadas en el Orfeo daban cuenta de lo que se podía llegar a venir.
El inicio comprendió una puesta con tambores y los integrantes cantando “Wayra”, que es el nombre del espectáculo. El concepto “fuerza” rondó durante todo el espectáculo. Fuerza en los movimientos, en las intensidades, en las risas, en el baile, en la felicidad. Esa percusión que le canta al viento sigue durante toda la velada y anuncia los momentos más altos de la noche.
Al principio una voz decía que cuidaran los mecanismos de la presentación porque son frágiles y se pueden romper. Así como a los actores. Les piden que toquen las cosas, pero que no se agarren. Además invita a disfrutar y dejarse llevar por ese mundo nuevo que impacta, como al que uno tiene pegado al lado y con el que se mueve para poder ver bien todo. Para apreciar cómo la acrobacia acompaña al teatro y cómo ellos ponen alma y cuerpo a esto que es lo que se hizo popular en los festejos del Bicentenario. Los asistentes van acomodando a la gente a medida que pasan los minutos, el agua y los papeles hacen que todos sientan lo mismo. Los que están colgados y los que no.
Detalles
"No tengo idea qué es Fuerza Bruta, es una pregunta que no puede contestar ninguno de nosotros, trabajo hace siete años y todavía no sé qué es. Es teatro físico, un show efectista, mucha tecnología, hay juguetes inmensos, el actor trabaja con el público", comentaba uno de los integrantes más famosos, Martín Buzzo, a Cadena 3 la semana pasada. Y es que tampoco es fácil escribirla. Cómo un tipo colgado de un arnés se recupera de un balazo o unas piletas gigantes con mujeres y agua que bajan hasta el público que toca al actor. Se baila, se hace un pogo cuando lo piden los mismos actores, se queda todo el mundo inmerso en una burbuja gigante donde bajan desde lo alto “pilotos” y se llevan a participantes. El viento en la cara, el baile en las piernas, el movimiento del cuerpo, el canto al ‘wayra’ y la felicidad intacta. Eso puede ser el resumen de una hora y media intensa y llena de actitud.
Mientras tanto los tambores dan el final, la gente se seca el sudor y se abraza. Están todos gritando y aplaudiendo. Ellos, los actores, ya se bajaron, las cuerdas y los arneses descansan. Y uno se queda mirando para arriba pensando de estar ahí, cómo sería.
Juan José Coronell
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