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Carlos Gagliano y Camilo Rodríguez, contando su experiencia. F2: Una de las pocas calles en la que hay espacio para que circule un auto |
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Carlos Gagliano, Camilo Rodríguez, "Pipío" Venecia y "Pirucho" Noriega visitaron Ciudad Oculta el pasado 1 de junio, tras aceptar una invitación del docente, teólogo y escritor villamariense Jorge Tasín, quien desde hace doce años realiza trabajos en esa villa. En diálogo con EL DIARIO, Gagliano y Rodríguez cuentan, antes de relatar su experiencia, que la invitación de parte de Tasín les llegó porque se conocen desde hace 23 años y el docente quiso que ellos supieran lo que es en realidad una villa miseria, ese espacio que lo tiene como uno de sus protagonistas. "Con Jorge hablamos mucho de la villa en muchas oportunidades y nos habíamos comprometido a visitar el jardín maternal y la villa, por eso nos invitó", dice Gagliano y agrega: "Nos invitó porque es un trabajo muy importante que él está haciendo allí y es una manera de devolver tantas visitas que nos hizo". "Además, nos invitó porque quiso que conociéramos la realidad de lo que es una villa miseria en la ciudad de Buenos Aires, porque conocemos parte del equipo con el que él trabaja y que lo acompañó a Villa María, y porque tenemos un aprecio mutuo muy fuerte, somos muy amigos", completa. "Con Camilo teníamos una deuda, porque muchas veces le dijimos a Jorge que íbamos a ir y el 1 de junio fuimos", reafirma. Gagliano explica que, además de la invitación formal, ellos tenían ganas de conocer la villa y el trabajo que Jorge desarrolla allí. Tasín, junto a un equipo de docentes, psicólogos y asistentes sociales forma parte de un proyecto para trabajar dentro de la villa, uno de esos trabajos se desarrolla en la guardería "Sueñitos", donde asisten 30 niños de cero a tres años para sociabilizar y para evitar la desnutrición en los primeros años de vida. Tasín mismo busca el financiamiento para su trabajo. @ Impactante "Para mí fue algo increíble. Tengo más de 70 años y pensé que había visto todo, pero eso es realmente impactante. Había conocido barrios muy humildes en el Gran Córdoba y en el Gran Rosario, villas miseria en Avellaneda, pero algo como eso no lo había visto nunca, realmente es impactante", asegura Camilo, por su parte. Se muestra sorprendido cuando describe ese lugar que conoció, sin calles ni veredas, lleno de pasillos por donde pasa una sola persona, que es un laberinto donde los postes de la luz no están enterrados, sino que están colocados contra la pared, con miles de cables agarrados con cinta aisladora. "Cada persona va ganando su espacio donde puede, esa convivencia aparentemente es buena, hay códigos", dice Camilo. @ El elefante blanco El barrio se llama General Belgrano, pero se lo conoce por Ciudad Oculta porque para el Mundial ‘78 los militares construyeron un paredón enorme para que la pobreza no se viera desde la autopista. Es la villa donde vivió y murió el padre Carlos Mujica. Hace diez años tenía 12 mil habitantes, hoy viven 25 mil personas en 14 manzanas. En Ciudad Oculta se filmó la película que dirigió Pablo Trapero "Elefante blanco". Este nombre se deriva de la estructura de lo que iba a ser un hospital modelo que se construía durante una de las presidencias de Juan Domingo Perón y que quedó sin terminar. En ese esqueleto de cemento que tiene unos cuantos pisos y en torno al cual se levantó la villa, viven familias en el primer y segundo piso. "Cuando nosotros llegamos hacía poco que se había estrenado ‘Elefante blanco’, muchos de ellos fueron extras en la película y estaban contentos porque le habían pagado muy bien", asegura Gagliano. Sin embargo, aclara que estaban desconformes con el filme porque decían que muestra todo lo malo de la villa y nada bueno, y que toca demasiados temas y ninguno en profundidad. @ Un taxi para entrar Camilo y Carlos cuentan que fueron hasta Capital Federal, donde se alojaron, y que por el hotel pasó a buscarlos un taxi que envió Jorge desde la villa "para poder entrar". El taxista, Daniel, habita ese asentamiento y antes de llevarlos con Jorge les dio un pequeño paseo por la villa. Gagliano considera que hay casi una ausencia total del Estado, la única presencia en ese sentido es que la Ciudad de Buenos Aires paga algunos sueldos de docentes. No hay mucho más, lo otro que aporta el Estado son tres patrulleros de la Policía Federal que están en el ingreso de la villa. "Fuera de la guardería no hay nada, ni escuelas ni centros de salud, los chicos tienen que ir a Lugano desde el jardín a la secundaria", explica Gagliano. "Cuando se entra a la guardería ‘Sueñitos’ es como tener un oasis en el desierto. El trabajo que allí está haciendo Jorge y su equipo es impresionante. No es voluntarismo, es un trabajo planificado, estructurado y con doce años de antigüedad, pero con muy pocos recursos", afirma. Carlos añade que también hay un proyecto de Jorge y su equipo de trabajo para instalar un consultorio odontológico pediátrico, un consultorio de salud mental y para habilitar la biblioteca. @ Grandeza "Yo lo que noté es que hay gente muy buena, muy trabajadora, que no tiene nada y hay otros que no salen de la villa porque no tienen documentos, porque los busca la Policía, como en todos lados", dice Camilo. Al referirse a Daniel, el taxista, y su esposa, quienes tienen dos hijos biológicos y tres dicapacitados adoptados, dice que "son humildes pero tienen grandeza, porque hay que adoptar a tres chicos discapacitados sin tener nada". Carlos y Camilo cuentan que llegaron a la villa a las 17 y se retiraron a la medianoche, siempre acompañados por Daniel, y que recorrieron caminando la villa con Jorge. "En ningún momento sentimos inseguridad en la villa, porque el grado de liderazgo que tienen Jorge y Daniel es absoluto, hay un respeto total hacia ellos, conocen a toda la gente", aclara Gagliano, quien agrega que en ningún momento vieron una situación de violencia. Camilo asegura que la gente de la villa los recibió muy bien, tal vez porque estaban con Jorge. "Después que estuvimos ahí yo pensaba en lo que hace Jorge, que no es de ahora, es de hace un montón de años, ir de la mañana hasta la noche a meterse ahí, donde no hay más que miseria, hay que tener una gran formación solidaria, es para admirarlo", considera Camilo, y asegura que mientras Tasín va por la calle, los niños lo abrazan y lo besan, "es un Dios para ellos". Luego relata que cenaron en la casa del taxista, donde se vivió un ambiente de solidaridad y un clima ameno, en el que predominó el buen humor. "Una de las cosas que me llamó la atención es que las casas parece que se cierran arriba, dicen que es para que los helicópteros de la Federal no los vea", explica Camilo, a la vez que cuenta que "hay mucha gente del norte que justifica estar en la villa porque ahí al menos comen". @ Movilizadora y positiva A la hora de calificar la experiencia, Carlos dice que fue "movilizadora", mientras que para Camilo fue "altamente positiva". "A veces opinamos creyendo saber todo y cuando uno ve cómo viven ahí, se da cuenta de que muchas veces hablamos al vicio, porque no creo que nadie quiera vivir así, en esas condiciones. Para mí fue impactante", reitera Camilo. "Cuando volvimos al hotel nos acostamos a dormir, porque no nos dio ganas de ver nada más. No nos deprimió, pero quedó una especie de impotencia", agrega. Por su parte, Carlos opina que "da angustia ver personas abandonadas por el Estado de una manera absoluta, dependiendo de cuestiones muy precarias para subsistir y mucha gente joven condenada a una vida futura muy difícil". "Me quedó el ejemplo de Jorge y de la gente que trabaja ahí como un acto de una solidaridad total, un trabajo digno de elogio y de imitación si se pudiera hacer en otro lado, que no hay palabras para calificarlo", agrega Gagliano. "Es el extremo, son las situaciones extremas entre delincuencia y solidaridad conviviendo en un sector visualmente muy chocante, en condiciones de hacinamiento, una realidad muy dolorosa, que en un país rico como Argentina sólo se puede explicar si, como dirigentes políticos, admitimos que no hemos sabido, querido o podido solucionar este tema. Porque recursos sobran para que ninguna persona tenga que vivir eso", asegura. "Para mí fue una experiencia muy movilizadora, porque cuando uno ve esa realidad, golpea fuerte", concluye.
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