Escribe:Juan Manuel Gorno

Sin el bagaje intelectual o la prosapia destacada de quienes caminan por el fútbol, Antonio Mazzini logró en Alem lo que pocos esperaban: llevarlo a la final del fútbol local y devolverle el protagonismo bien entendido, el del equipo respetable.
No eran muchos quienes le auguraban un buen futuro al “León” desde que arribó el “Mono”, un tipo que hacía tiempo pedía su lugar en el banco, pero que “pecaba” de carencia de méritos previos con el buzo de técnico como para tomar la posta en una institución vacía de éxitos en los últimos años.
Sin embargo, ahí está Mazzini, en la final, sacando pecho, orgulloso de su buen retorno al fútbol. Y no es un hecho menor, porque, a fin de cuentas, el “Mono” pertenece a la raza de futbolistas que impregnaron la casaca tricolor con el sudor villanovense para sellar gestas inolvidables.
Aquel jugador aguerrido, marcador de punta y de todo lo que se acercara, transformaba su zona defensiva en territorio inexpugnable para cualquier rival y, cuando podía, levantaba campamento para viajar hacia el ataque. Así magnificaba la esencia del “muerda Alem” que alguna vez inmortalizó “Doña María” desde las tribunas.
Dicen los que abrazaron con recuerdos la campaña de aquel Alem abrumador, en la década de 1970, que si el “Beto” Schibli ponía la frutilla del postre, con la delicia de sus movimientos, el “Lungo” Abate Daga armaba el asado y te metía a la parrilla, aunque el “Mono” bien podría ser quien llegaba con el cuchillo. Y así, entre unos y otros, la mesa del éxito estaba lista.
“Mazzini siempre fue el personaje del grupo”, repiten sus ex compañeros, los que disfrutaron también de sus salidas desopilantes y sus chistes de vestuario. Chistes que suelen ser festejados todavía hoy por los futboleros en Plaza Ocampo, donde trabaja como empleado municipal desde hace varios años.
El fútbol no lo apoyó demasiado cuando una tragedia vial en su familia lo llevó a pelear por justicia en las calles villanovenses y hasta cortar el puente Alberdi para ser escuchado por las autoridades. Sin embargo, el fútbol parece que le dio al “Mono” el cable a tierra que necesitaba para convertirse en el protagonista que alguna vez fue y, de paso, devolverle la esperanza a los leones bajoneados.
Por Alem, esta temporada, hasta postergó sus viajes largos para despuntar el vicio de la pesca. Asumió el compromiso con seriedad y, aunque algunos puedan mirarlo de reojo en cada frase desde el banco, el “Mono” no pasó desapercibido. Respetó la figura emblemática de Cristian Agosto, disciplinó a quienes no entendían la exigencia de jugar en el “León”, promovió pibes de las inferiores (Juárez es un diamante en bruto), le dio confianza a un joven que desequilibra siempre (Federico Figueroa) y apostó fuerte por un goleador sorprendente (Martín Porporatto).
Así, después de cuatro años, Alem asomó la cabeza en la final de un campeonato doméstico.
El resultado decisivo ante Rivadavia dirá si Mazzini completa su camino corto y exitoso con el “León”, pero lo cierto es que ya no tiene que demostrar nada.
En el mismo club que se celebró la conquista provincial con el recordado Marcelo Alamo, saben que el “Mono” también es barrio, carisma y lucha, palabras que siempre se llevaron bien con Alem.