América lo conoció en su momento como “el Maestro”. Un hombre que buscó desde sus comienzos reproducir un sonido apoyado en un timbre de voz que parecía entrar directo a la médula espinal. Barry White encaminó el soul hacia la confección de sonidos aptos para la seducción y el dormitorio.
Tras “Love’s theme” (tema de amor) comenzó una seguidilla de composiciones románticas en las cuales el intérprete intentó siempre que sus temas llevaran consigo una unidad de estilo y temática. Durante 1969 creó un trío vocal femenino de acompañamiento al que denominó “Love unlimited” (Amor ilimitado) compuesto por Diane Taylor, Glodean James (su futura y segunda esposa) y la hermana de esta última, Linda James. Paralelamente formó la extravagante y costosa orquesta de 40 instrumentistas conocida como “Love unlimited orchestra”.
El oriundo de Galveston (Texas) había abierto un nuevo surco para que esta realidad musical saliera del letargo en la que estaba sumida al arribo de los dorados años 70. Fueron muchos los número 1 que impulsó este carismático personaje del mundo de la música, por nombrar sólo algunos: “I’ve gonna love you just a little more baby” (Voy a amarte sólo un poco más, nena), “Walking in the rain with the one love” (Caminando en la lluvia con mi primer amor), “Let the music play” (Deja la música jugar) y la más popular en todo el mundo, “You’re the first, the last, my everything” (Tú eres la primera, la última, mi todo). Fue criado en el ghetto negro de Los Angeles, integró una pandilla juvenil a los 10 años, estuvo en prisión y allí fue donde escuchó por primera vez a Elvis Presley cantando “It’s now or never” (Es ahora o nunca), una canción por la que decidió cambiar su desencajado estilo de vida y abandonar definitivamente sus malas compañías. Estuvo en Buenos Aires en julio de 1977, se presentó en el Sheraton y posteriormente en el Luna Park. Obtuvo un sinnúmero de premios y plasmó en realidad 26 inolvidables álbumes. Falleció en Los Angeles (California) en 2003 como consecuencia de una insuficiencia renal.
Central Argentino, un plantel brillante
Mi vida, desde pequeño, siempre estuvo vinculada a un club (como le pasa a una inmensa mayoría de ciudadanos). La comunidad futbolera se encargó de ponerle un mote: “Los rusos de la costanera”. Allí desplegó su vida social y deportiva el Club Deportivo Central Argentino (institución de la cual mi padre era dirigente), los de la camiseta y medias rojas con los pantalones blancos. Los protagonistas de inolvidables jornadas domingueras dándole a la de cuero, con una lista de grandes talentos que pasaron por sus divisiones. Recuerdo con total precisión a uno de los planteles del club que se caracterizó por su elegante trato de la pelota. El arquero era Peiretti (émulo de Yashin Lev, el ruso, “la Araña Negra”), un guardapalos espectacular oriundo de Canals, afincado en San Francisco. Una superdefensa con “Chueco” Araya, “Pancho” Constantini, “Cabezón” Alassia y “Negro” Schiller. Completaban, entre otros, “Nene” Forgioni, “Chupete” Pessutto, “Gallego” Martínez, Daniel Menoyo, Oscar Dileonardo, “Chito” Rodríguez, Carlos Mercadal (de Río Segundo) y como técnico, Villafañe.
Atilio Ghezzi
Especial para EL DIARIO
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