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Opus 4 y la Antigua Jazz Band. El villamariense Pablo Elorza y su trío |
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Más de 500 personas se reunieron el domingo por la noche para vivenciar las alternativas del primer festival de jazz desarrollado en nuestra ciudad. Dado que se trataba de un género poco explorado dentro de la escena local, la convocatoria sorprendió a propios y extraños, teniendo en cuenta que en los días previos la taquilla apenas superaba el centenar de entradas vendidas.
La programación, organizada por el municipio y el Ente de Turismo, Deporte y Recreación, comprendió una variada paleta de propuestas -siempre dentro de la raíz jazzera- con opciones musicales de alta factura.
La velada, que fuera conducida por Miguel Borsatto, contó en la apertura con el debut oficial de Leo Juárez, el hijo del recordado bandoneonista Rubén Juárez, quien se presentara junto a su banda denominada Emilius Jazz Quintet.
Munido de una poderosa voz, Juárez desplegó su talento apoyado por un conjunto ajustado y sobre sonoridades agradables al oído, con estándares como “The shadow of your smile” y “Fly me to the moon”.
Acto seguido fue el turno del virtuoso bajista villamariense Pablo Elorza (actualmente radicado en Buenos Aires), quien dedicó el show a sus padres, a los organizadores, a sus profesores y al periodista Marcelo Silvera. Junto a su trío -con quien está terminando de producir el disco “Jardín japonés”- incursionó en diversas texturas de jazz contemporáneo, con generosos espacios para la improvisación y la interrelación lúdica entre los miembros, tan propia del género. Socializó composiciones de su autoría como “Portrait of París” y “Sheepy” (la última, como un bis consensuado con el público), y una versión bastante libre de “Sargent Pepper´s Lonely Hearts Club Band”, a modo de retribución a docentes como Marcelo Aranda que de joven le instaban a escuchar a Los Beatles mientras él todavía se sometía al grunge ominoso de Nirvana.
El cierre fue destinado al destacado espectáculo titulado “Black and blue”, interpretado por Opus 4 y la Antigua Jazz Band, dos conjuntos que cuentan con una vigencia casi idéntica sobre los escenarios y un gusto coincidente a la hora de incursionar en la genealogía de la música afroamericana. La presentación, dedicada a la memoria de un ex integrante de la Antigua (Osvaldo Ricci), incluyó una exquisita seguidilla de “negro spiritual” como “Nobody knows the trouble I´ve seen” (con el cual abrieron) o “Swing low, sweet chariot”, además de joyas de las generaciones doradas del jazz como “It don´t mean a thing” de Duke Ellington -autor fetiche del grupo- o la reconocida “Sixteen tons” de Merle Travis, a cargo exclusivamente del bajo Federico Galiana, de Opus.
El cancionero continuó con una sucesión de piezas instrumentales -a la manera de las “big bands” de época- para concluir con una serie de popurríes. En el bis, se sumó el tecladista local Marcelo Aranda quien recreó en compañía de los grupos temas como Casablanca, El Mago de Oz y Cats entre otros.
J.R.S.
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