María Nelly Gitter de Acuña, o “Ñata” como la conocen todos, tiene 87 años y los lleva con una prestancia física e intelectual envidiable.
Cuando llegamos a su casa, la que habita desde 1962, estaba haciendo crucigramas por “diversión”, como ella nos dice.
Con la característica forma de relatar de una docente, empieza a hablar del barrio como “una gran familia”, donde los vecinos de toda una vida se conocen y se ayudan entre ellos.
“Le digo la verdad, de acá no me iría nunca”, dice.
“Hoy veo a mis alumnos ya convertidos en hombres, muchos de ellos comerciantes, que siguen viviendo en el barrio”, relata.
“Ñata” es de la segunda promoción de maestras egresadas del Rivadavia. Gracias a Antonio Sobral pudo ingresar a la formación de grado con 12 años, ni bien terminó la escuela primaria en el Sarmiento, que funcionaba en el edificio en el que hoy está el colegio Rivadavia.
“Eramos tres las que no llegábamos a cumplir los 13 años antes de junio, como exigía la norma. Sobral dijo que porque teníamos buenas notas, podíamos empezar”, recordó. Esas tres chicas eran, además de “Ñata”, las “señoritas” Gamacchio y la señora del ex intendente Horacio Cabezas. Todas reconocidas docentes de la ciudad.
Dio clases en muchas escuelas desde el mismo año en que se recibió (1941), pero por muchos años fue docente en el José Bianco, donde asistía gran parte de los chicos del barrio.
“Mi casa era la casa de la señorita. Así que permanentemente venían a pedir libros, porque con mi marido armamos una linda biblioteca, o a preguntar cosas de la escuela”, recordó.
Además, fue la primera en el barrio en tener teléfono. Era el número 131. “Bueno, no le puedo decir lo que era. A mí me comunicaban los nacimientos, los fallecimientos, los viajes, las enfermedades para que se lo dijera a los vecinos”, recordó “Ñata”.
Cuando llegó a la casa del barrio Sarmiento -era una vivienda sin terminar- el barrio ya tenía las propiedades del Plan Eva Perón. “Igual, la zona de la costanera era monte. No era un lugar para sociabilizar como ahora”, dijo.
Recuerda que cuando era estudiante de Magisterio en una hora libre decidieron salir a pasear y se llegaron hasta el Cristo. “El reto que me dio mi mamá, porque era como una zona muy alejada. Quién diría que ahora parece tan integrado al resto de la ciudad”, dijo.
Hoy, “Ñata”, sigue rodeada del cariño de su familia -tres hijos y nueve nietos- de sus vecinos y sus ex compañeras de trabajo. Cuando le preguntamos cuál es su secreto para estar bien no duda en decir que es, por un lado, el gran amor que le tiene a la vida y, por el otro, la suerte. Y seguramente para ella, uno de los golpes de suerte fue el haberse convertido en una vecina del Sarmiento, donde sigue siendo “la maestra del barrio”.
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