Hace unos días compartí una hermosa fiesta de Bodas de Brillantes de la “escuelita 25 de Mayo” con un montón de amigos, compañeros, vecinos y maestros que no veía desde que cursé la escuela primaria, allá por 1969. Confieso que en estos años me tocó vivir intensamente recorriendo zonas, regiones y países distintos y he mantenido una uniforme performance de aptitud, pero inesperadamente al llegar a “Campo Crespo”, donde fui a la escuela, me sentí... niño, adulto, hombre y no se cuánto más. Creo que también los demás se sintieron como yo. Todo esto sucedió en pocas horas, nos olvidamos de la realidad y vivimos en la fantasía de los recuerdos, donde la pregunta: “¿Qué trabajo hacés?” casi no tenía deseos de responder porque me alejaba de ese mundo mágico que viví por un momento y que conservaré celosamente. Todo esto no podía suceder si en una fiesta como tal no hubiese personas que se hicieran cargo de llevarla a cabo con maestría, decisión y voluntad. Pero más allá del interés por participar y organizar este evento, hubo alguien que puso garras, énfasis, desinterés y mucha profesionalidad para lograr que nadie quedara en segundo plano y para que todos se sintieran la figura de la fiesta. Gracias “locutor”, te conozco de muchos años, eres como el vino: más viejito te ponés y mejor es el gusto de escuchar tu voz clara y brillante. Eres el paladino de todos, supiste siempre vivir en comunidad y eso te honra. Nuevamente ¡Gracias! “Negro” Heredia.
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