Escribe:
Federico Gazzoli
Tan sólo con su forma de pararse dentro de la cancha, tan sólo con su serenidad a la hora de hablar o con la seguridad a la hora de pitar, tan sólo con la humildad que lo caracteriza... Néstor Pitana (foto) demostró ayer que su jerarquía le sobra para estar a la altura de las circunstancias, esta vez en una final de la Liga Villamariense, en la que tantas cosas había en juego para Rivadavia y para Alem.
El referí al que habitualmente se lo puede observar por televisión, dirigiendo partidos de Primera División, de copas internacionales o de Eliminatorias Sudamericanas, ayer pasó nuevamente por Plaza Ocampo (como cuando lo hizo para dirigir a Alumni en el Argentino A) y dejó su sello, con un arbitraje simple, atento a todo y correcto. Siguiendo de cerca cada jugada para pitar con seguridad y hablando lo justo y necesario con cada jugador, como para marcar esa distancia que tiene que haber entre árbitro y futbolista, esa distancia que muchas veces otros no saben o no pueden establecer.
Con gestos claros y palabras criteriosas, el “hombre de negro” nunca tuvo complicaciones para llevar las riendas del encuentro; advirtió al principio como para no calentar demasiado el ambiente innecesariamente y, luego de los preavisos, amonestó correctamente. Siempre confiando en sus asistentes (José Díaz y Claudio Chávez) Pitana se respaldó en ellos constantemente, a tal punto que sobre el final del primer tiempo le anuló un gol por offside a Rivadavia, momento en el que observó al primero de ellos levantando el banderín para indicar una posición irregular cuando todo el “Verde” festejaba el descuento.
Con un Alem cómodo con la ventaja de tres tantos a su favor, Pitana marcó terreno rápidamente y amonestó bien a Cristian Agosto por entender que estaba haciendo tiempo, como para evitar algo que -gracias a su conducta- nunca más sucedió.
Tan desapercibido pasó el colegiado por el partido que, tras el pitazo final, entre medio del festejo de unos y de la desazón de otros, se fue caminando tranquilamente hacia su vestuario sin que casi nadie se diera cuenta, aunque hubo quienes lo aplaudieron desde la tribuna. Algo de eso presagió Pitana apenas llegó al estadio, cuando dijo sentirse a gusto, por pertenecer al interior del país (es de Misiones).
“Uno toma con la responsabilidad del caso estas invitaciones y disfruta también, ya que uno viene acá como arbitro y como jugador del interior”, aseveró.
El árbitro reconoce y disfruta de la gente cuando sale a dirigir al fútbol del interior porque “se nota que aquí viene la familia y eso es importante, porque el fútbol del interior necesita de la familia, del apoyo de la gente”.
Así es Pitana, un juez que aspira a crecer y que, con la serenidad que lo caracteriza, afirmó esta teoría diciendo: “Trabajo para poder llegar a dirigir el próximo Mundial, porque es una consagración para cualquier árbitro, pero tampoco me quita el sueño”.
Un árbitro que pasó ayer por Villa María y que luego del partido se fue silbando bajito, con la tranquilidad de haber cumplido con creces la tarea que le fue asignada, la de llevar adelante nada más y nada menos que la final de un torneo.
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