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Se debe evitar la idealización cultural y un rol desexualizado de la maternidad |
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A través de la experiencia recogida con mujeres en los talleres de lactancia materna, así como en la psicoterapia de apoyo del vínculo mamá-bebé, he constatado que el proceso del amamantamiento encierra complejidades y que lejos de ser una función exclusivamente natural, por el contrario, se la ha naturalizado, desatendiendo una amplia gama de vicisitudes intervinientes en dicha etapa, tales como la subjetividad femenina, historia personal, clase social y cultura particular que atraviesan a cada mujer de un modo único, individual e irrepetible.
En la psicoterapia individual y en el trabajo grupal (vivencial-reflexivo) con mujeres que amamantaban, observé entonces que una de estas vicisitudes es la sexualidad. Paradójicamente, una búsqueda intensiva en la literatura relacionada respecto a esta etapa vital de la mujer me permitió constatar una notable ausencia de toda referencia, tanto al papel de la sexualidad durante la lactancia como en relación a los sentimientos ambivalentes ocasionados por el mandato del deber dar de mamar, el deseo, las posibilidades reales (sociales, económicas, etcétera) y por sobre todo, la libre elección de la mujer.
Encontré situaciones de conflicto, de dolor, confusión y dificultad para establecer un vínculo satisfactorio entre la madre y su bebé, como consecuencia de no lograr integrar un aspecto vital como la sexo-genitalidad de la mujer a lo largo del período del amamantamiento. Esto se debe, por ejemplo, a aspectos como la disociación cuerpo-psiquis, temores respecto a la estética corporal y creencias populares tales como la de quedarse sin leche luego del juego amoroso, mitos estructurantes que finalmente impiden a la mujer que amamanta el acceso a una sexualidad placentera e integradora. También existen mujeres experimentando placer y sensaciones claramente sexuales en el momento preciso de dar de mamar, ocasionando fuertes sentimientos de culpa, llevando a la mujer a interrumpir la lactancia de modo temprano y definitivo.
Recordemos que la sexualidad es mucho más amplia que la genitalidad. La sexualidad incluye los afectos, la comunicación verbal y no verbal, la sensualidad, es decir, ese territorio corporal provisto de sentidos, sensaciones que incluyen olores, sonidos, tacto, contacto, calor, arrullos, caricias, mucosas, miradas y tanto más. Todo eso es sexualidad e interviene en el encuentro de una mujer y su bebé.
En algunos casos, simplemente trabajando los conceptos de sexualidad y de genitalidad, es suficiente para que ella se desculpabilice, mientras que en otros es necesario elaborar situaciones más complejas relacionadas con el cuerpo, la identidad y la reactualización del vinculo de la mujer con su propia madre.
Es importante, cuando se aborda el tema de la lactancia, tener presente que en ésta existe la trilogía de funciones:
* Función Nutricia
* Función Erógena
* Función Estética
Nuestra cultura refuerza la disociación de estas funciones, privilegiando la nutricia durante el período de lactancia, provocando desajustes y empobreciendo el vínculo de la mujer con ella misma, con su pareja y con su bebé. Con respecto a la función erógena, resulta difícil (¡e ideológicamente controvertido!) hablar de sexualidad y de placer en la etapa del amamantamiento dentro de una cultura que identifica con lo sagrado, lo puro y lo sublime el dar de mamar con senos convertidos en pechos maternos.
¿Cómo atreverse a pensar en un aspecto de la sexualidad de mujer en la que no participa el varón como único protagonista, en ese espacio particular de interacción que se juega sólo entre una mujer y su bebé en el acto de amamantarlo?
Indudablemente que si a la mujer se le ha vedado históricamente la posibilidad de apropiarse de su cuerpo y de su sexualidad, esto también se ha trasladado a su función de madre, impidiéndole reflexionar en términos de sexualidad sobre la “teta sagrada”.
El trabajo desarrollado en mujeres en el período de lactancia me ha mostrado, por un lado, cuánto se desculpabiliza la mujer cuando advierte y registra conscientemente su placer, su disfrute corporal y emocional, incluyendo sensaciones claramente localizadas. Uno de los beneficios de ese registro, cuando es placentero y gratificante, contribuye, cuando la mujer lo desea, a proseguir la lactancia. Pues uno de los motivos encontrados en la interrupción temprana de la lactancia en estos talleres es, por ejemplo, los fuertes sentimientos de culpa que las mujeres manifiestan ocasionados por sus vivencias sexuales asociadas exclusivamente con el aspecto genital. Esto lleva a destetar tempranamente al bebé, aduciendo dificultades de toda índole, como por ejemplo: “Me quedé sin leche”, “mi leche es aguada”, “el bebé no quiso más”, e innumerables mitos al respecto. Cuando hablamos de la lactancia se omite con mucha frecuencia referirse al placer de la mujer, sólo se habla del placer del niño o niña, es decir que esta vivencia que muchas veces podría ser enriquecedora, queda como un hecho claramente encubierto, necesitando una actitud reflexiva y consciente por parte de la mujer para lograr adueñarse de su corporalidad y de su sexualidad placentera.
Es importante recordar la importancia estructurante y emocional que tiene el vínculo temprano entre mamá y bebé en la constitución del psiquismo, pero parece fundamental tener claro que lo que constituye su psiquismo no es el pecho en sí mismo, sino cómo se vehiculiza el quehacer materno. Es el cómo y no el qué cosa le doy al bebé. Es decir todo lo que esa mujer en función de madre puede implementar, recrear con el lenguaje analógico y preverbal, tanto de ella como el de su hijo o hija, para que éste devenga en sujeto psíquico.
La lactancia es un proceso de aprendizaje y de decodificación mutua cuando no existen demasiadas interferencias desde el afuera de ese vínculo, como por ejemplo ciertos consejos del equipo médico y mitos sustentados desde la cultura y de las propias instituciones que asisten a la díada madre-bebé por un lado y por otro interferencias relacionadas con la propia mujer, su mundo emocional, su psiquismo, su corporalidad, su estética, su narcisismo y la reactualización del vínculo con su propia madre, entre otras situaciones.
Con este trabajo lo que intento es hacer una lectura de la lactancia materna desde una perspectiva de género, desde una mirada de mujer que sea reflexiva y que no permita el enajenamiento de ella respecto de su sexualidad, como consecuencia de una idealización cultural y de un rol desexualizado de la maternidad y desde esta perspectiva ubicar a la mujer en una posición central de manera que pueda ser sujeto y no objeto de su maternidad.
Dra. Michelle Mostowski
*Psicóloga - Sexóloga Clínica. Educadora en Sexualidad
E-mail: abimimo@gmail.com
Fuente: Revista Emancipación y Salud, Córdoba.
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