Me atrevo a puntualizar que este álbum doble fue casi el más festejado por los jóvenes de la década en cuestión y recibido en las góndolas de las disquerías como la gran sensación que todos estaban esperando.
Un soplo de música pop totalmente renovador, de ribetes musicales inusuales. El multifacético Neil Diamond grabó en vivo esta obra imposible de olvidar y lo hizo en el marco perfecto para la ocasión, en el Teatro Griego de Los Angeles, allá por agosto de 1972. Una de las particularidades de esta doble producción la constituye el hecho de que fue el primer trabajo entre los de su estilo que produjo una venta masiva a nivel mundial que generó más de 2 millones de dólares de utilidades a todas las partes involucradas, además de contar con un valor agregado para nada desechable. Esto es, que permaneció inamovible por más de cinco años en las principales listas de éxitos.
Conocido en el mercado discográfico como “Hot august night” (Noche cálida de agosto), el LP se proyectó como un disco ambicioso que incorporó a una megaorquesta conducida por el talentoso director Lee Holdridge, con 36 músicos (nada menos) más los ocho propios de la banda de Diamond quien, por cierto, descolló con su guitarra acústica al mejor estilo dylaniano. Esta producción brillante de ND llegó a convertirse en un clásico a nivel mundial que alcanzaría la posición Nº 5 de la revista especializada Billboard para volver a ingresar en las listas de los más encumbrados, 10 años después. Esta doble producción para el disco de pasta le otorgó un poderoso hándicap a Diamond y le garantizó una fama que terminó proyectándolo a la categoría de “superestrella” que impulsaba conciertos espectaculares con salas repletas de espectadores. Se terminó por convertir en un prodigioso vendedor de espectáculos en vivo. Esta serie de conciertos resultarían los primeros donde se utilizaría el sonido cuadrofónico y a este artista americano se le reconoció, por otro lado, el denodado esfuerzo en sus interpretaciones ante 5 mil espectadores por más de 110 minutos. Máxime teniendo en cuenta que durante esa noche del 1 de agosto de 1972, el compositor y cantante subió a cantar en medio de un profundo estado gripal. En este megadisco en vivo se incluyeron 22 canciones, todas aclamadas y vitoreadas por igual, pero en tren de mencionar a las más populares, la historia tiene en cuenta a “Crunchy Granola Suite”, “Solitary man”, “Cherry-cherry”, “Sweet Caroline”, “Song-sung blue” y “Soolaimon”.

Recuerdos de la Villa: el boticario ejemplar

Un español fue el responsable de abrir la primera farmacia de Villa María. Manuel Reyno se instala en nuestra comunidad de apenas 1.100 habitantes, allá por 1888. Años duros para emprendimientos de este calibre, porque los villamarienses de fines del Siglo XIX terminaban de padecer una epidemia de “cólera morbus” que se había expandido por la inmensa geografía del país. La botica se dispuso sobre la actual Alem al 38, siendo característico el orden y la pulcritud en el marco de un confortable recinto. Características que en líneas generales se podían apreciar en casi todos los establecimientos de la época.
Por cierto, son de innegable valor histórico los conceptos vertidos por Narciso Ergueta, cuando aplica el mismo análisis para con las otras dos boticas de aquel entonces, los locales de Jacobo Repetto y de Juan Pinardi.
Muebles de cedro cubrían los muros de estas primeras farmacias. Epocas en que los responsables de proveer medicamentos debían valerse de conocimientos e ingenio para preparar las recetas en cada caso en particular.
Pildoreros, morteros (de mármol o metal), moldes y otros utensilios imprescindibles cerraban la escenografía de aquellos primeros expendedores de medicamentos. Reyno, un boticario ejemplar, participó además en política y en la Comisión del hospital Pasteur y hasta se hizo tiempo para ser intendente de la comunidad en 1913.
Atilio Ghezzi
Especial para EL DIARIO