La salida traumática de la convertibilidad vía devaluación y pesificación generó un cambio profundo en los precios relativos.
Ayudados por un fuerte viento de cola que mejoró durante la primera década del Siglo XXI el precio de las materias primas, Argentina comenzó un período de fuerte recuperación económica con años de crecimiento de su economía a tasas chinas.
Néstor Kirchner definió en su momento que este “modelo” exitoso se basaba en tres pilares fundamentales: superávit comercial, superávit fiscal y dólar competitivo. Así fue que durante más de ocho años y con algunos vaivenes este modelo de crecimiento produjo beneficios que se extendieron a la mayor parte de la sociedad, apoyado por políticas redistributivas del ingreso y una mejora sustancial del mercado interno.
Pasaron muchas cosas en estos años y estos pilares de los que Kirchner alguna vez habló fueron perdiendo sustentación. El dólar competitivo ya no lo es porque el incremento de nuestros precios internos superaron largamente la devaluación del peso, el superávit fiscal ya no existe porque el gasto público creció exponencialmente en relación a los ingresos y el superávit comercial todavía es positivo, pero “forzado” por la decisión de frenar la avalancha de importaciones que esperan en nuestros puertos, movilizadas por la demanda interna y costos más bajos de los productos importados que los de producción nacional.
En este contexto podemos decir que el problema no es que los pilares del modelo ya no existan, el problema es que el Gobierno sigue tomando decisiones económicas como si éstos tuvieran plena vigencia.
No se ataca la inflación y la pérdida de competitividad se agiganta acompañada de una mayor presión del frente externo vía importaciones y salida de capitales, se sigue fogoneando el gasto público y el déficit fiscal crece. De esta manera, comienzan a visualizarse algunos síntomas preocupantes: provincias que no pueden pagar los sueldos, dificultades de la industria para hacerse de insumos importados, crecimiento incesante de precios, pérdida de rentabilidad en la actividad privada, caída de exportaciones, imposibilidad de acceder a la compra de moneda extranjera, etcétera. Afortunadamente para los argentinos, la soja tiene un muy buen precio y parece que sigue siendo nuestra tabla de salvación. Pero no debemos equivocarnos, en la década pasada esto sirvió para que la economía se recuperara y creciera, en estos años sólo es un paliativo para una economía que le cuesta mantener su nivel de actividad.
Es que los tiempos cambiaron y los pilares del modelo pasaron a la historia. Para recuperarlos o generar otros nuevos es necesario gobernar sabiendo que ya no existen, definiendo nuevas estrategias de política económica en el marco de estas restricciones que permitan avizorar un horizonte de mayor certidumbre, favoreciendo la inversión.
Se puede acudir a la nostalgia en cuestiones sentimentales, no en la economía, porque los índices se pueden deformar y el precio del dólar paralelo ignorar, podemos hablar de los logros pasados y regocijarnos de ello, pero la realidad económica en algún momento aparece, se hace visible, palpable, mensurable y si no se toman medidas adecuadas también puede hacerse incontrolable.
Alberto Costa
Contador
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