Querido Eduardo Luis: te escribo desde mi corazón y sus preocupaciones, desde esta ciudad en donde pasé mi vida y de la cual sos historia y destino.
Recuerdo la primera vez que te vi, me dijo un compañero “ése es Accastello, está en la Agrupación Arturo Jauretche, hacen un montón de cosas por la gente, son solidarios y luchan contra el aparato del peronismo” y yo, que siempre he sido peronista, me alegré porque eras joven, vos y los que te acompañaban, y porque he tenido siempre -allá en el fondo, aún con rabia, con pudor, con tantas cosas- esperanza, confianza en los que se alzaron ante la comunidad, con palabras y actos, con un deseo manifiesto por el bien común.
Esa esperanza, como a todos, me ayuda a vivir. Desde ese primer sentimiento te hablo, desde ahí… como si fueras todavía ese muchacho, sus compañeros, los sueños y el futuro. ¿Te acordás? yo sí me acuerdo.
¿Qué pasó? te lo pregunto porque yo no soy un hombre de la política, me pasé la vida escribiendo, publicando, difundiendo y trabajando desde los quince años en el comercio, el periodismo cultural, la docencia… por eso te lo pregunto Eduardo, porque desconozco las tentaciones del poder, ¿qué pasó con vos, que pasó con ese muchacho y su sed de justicia?
Sólo vos podés contestarme.
¿En qué momento te alejaste de nosotros los ciudadanos sin ambición de cargos, y de aquellos que guardaron de Perón y Evita un sentido de Patria, de independencia, de compasión -al menos- por los demás?
¿Por qué no contestás a los reclamos, las advertencias, los consejos o no inclinás tu oído, tu corazón, al pueblo que te amparó y te eligió una y otra vez?
¿Por qué cambiaste tantas veces de patrón político? ¿No valíamos nada nosotros, no valen nada tus palabras?
Ahora mismo llueve en las 400 Viviendas, en la vigilia de los ciudadanos castigados ferozmente por portación de rostro, por un papel que le faltó de la moto, por los millones de dólares de tu fallida campaña a gobernador, por tantas cosas que a cada rato te reclaman… los negociados de la salud pública-privada, la soberbia, la mediocridad de esa universidad que contribuiste a fundar, el exceso de promesas, la falta de verdad.
Entre ese muchacho de los ‘80 y este hombre que habla y calla por boca de otros ¿qué pasó?
¿En qué lugar te olvidaste lo mejor de vos? ¿No sabés que lo mejor de vos es lo mejor de nosotros, que tu lucha debería ser la nuestra y tu poder, tu horizonte, tus dolores? ¿Sabés qué feo es para mí -para muchos- no tener orgullo de vos?
Y que nos dejes solos con un regusto amargo frente a las inclemencias de la época, juntándonos como podemos, golpeando en otras puertas porque nuestra casa grande, esa que pagamos en cuotas de sacrificio desde 1867, está cerrada, o abierta para algunos o repleta de mentiras.
¿Sabés lo doloroso que es para mí -para muchos- en esta ciudad donde todavía nos conocemos bastante, haberse cansado de silencio y discursos?
Mirá cómo sopla nuestro viento eterno, tiene muchos nombres también el de la historia y todo se lo lleva el viento, la riqueza, los sellos, las carpetas, las palabras, los dolores, todo se lo lleva y… después, se da vuelta y los trae.
¿Qué le traerá el viento de la historia a mi hijo que es bisnieto de villamarienses? ¿qué le dirá en tu nombre? ¿qué le dirá a tus hijos?
Yo sé que te importa y que sentís el paso de la grandeza perdida, la sentencia de los actos irrevocables… por más que desees ser gobernador de Córdoba o presidente de la Nación, sé que te importa esta ciudad, su gente, su destino.
Eduardo, éste es el tiempo, no permitas que tu vida se anote en la antología del desprecio y el olvido. No lo consientas, sé de una vez por todas, lo que te llamamos a ser, nuestro representante, nuestra bandera alta y transparente.
Cuando todo pase, tragedia y comedia, vigor y senectud, titulares y folletos, cuando todo alcance la justa medida del tiempo y la memoria ¿me contestarás? ¿pensarás estas palabras surgidas de una vida como tantas, necesitada como tantas, mordida por la decepción de los ideales como tantas?
¿O enviarás a un puntero, a un funcionario nombrado por inútil o adulador a contestarme, a contestarnos?
Eduardo, acá estamos todos, los buenos y los malos, toditos, esperando lo mejor de vos… ¡¡¡Vamos!!! mirá tu gente, escuchanos, pertenecé a ese linaje de hombres maravillosos que lo dejaron todo y más, por ellos, por nosotros.
Te lo merecés; vale la pena.
Recibí un fuerte abrazo de este peronista sin carné, de este hombre iluso, equivocado que sale a su ciudad y se mancha de vidas destruidas por negociados, pasiones, ignorancias y se ilumina y confía y espera; todavía.
Alejandro Schmidt
DNI 11527847
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