El intendente Eduardo Accastello escribió, para EL DIARIO, apuntes sobre la experiencia sostenida en su viaje a China. En la primera parte publicada en la edición del pasado lunes hizo una similitud entre el país oriental y el nuestro.
En la segunda parte trató “El socialismo de mercado”, texto que transcribimos a continuación:
“Es profundo el debate que debemos dar a la vista de la experiencia del socialismo de mercado chino.
¿Quién hubiera imaginado el resurgir del socialismo después de la caída del muro de Berlín? Este socialismo con características chinas tiene la capacidad de acercarse pragmáticamente al mercado capitalista tanto como haga falta.
En la era de la globalización y a pesar de la crisis del sistema financiero internacional, la pregunta que a uno le surge es: ¿el capitalismo ganó en lo cultural?, es decir en la imposición de patrones de consumo. ¿Por qué China tuvo que aceptar esas aperturas sin impedir que los patrones de consumo y la cultura occidental, globalizada y capitalista, penetraran en su pueblo?
Las respuestas no son sencillas, porque las preguntas son difíciles. Una cosa es el capitalismo y otra son los países que son funcionales al capitalismo.
A pesar de que China (hoy segunda economía mundial y desde 2016 posible primera fuerza) lidera un exitoso modelo, eso no significa ni que el socialismo se impuso, ni que la crisis del capitalismo sea terminal.
El socialismo con peculiaridades chinas tiene una mano invisible del mercado, más la mano visible y estratégica del Estado. No es el socialismo cubano ni mucho menos el régimen socialista ruso que originó la caída del muro.
China es otra cosa. No disputa ni confronta con el sistema capitalista. Dentro de él y con sus particularidades chinas va moldeando desde sus estrategias un sistema político mixto que integra a un pueblo humanamente postergado por años.
El Estado se encarga de las viviendas sociales para los sectores más vulnerables, mientras que los sectores más favorecidos deben procurárselas dentro del sistema de mercado.
Ante esta reflexión, debo afirmar, ¡cuánta fuerza tiene China!, ¡cuánto cambió y cambia!, ¡qué increíble proceso dirigencial! Se reconoce como dictadura democrática, pero esboza un pequeñísimo e incipiente cambio en la instrumentación de acciones democráticas en sus aldeas, comarcas y pueblos, pero que aún no supera ni llega a las ciudades.
En 1978, Deng Kilo Pung y el Partido Comunista definieron objetivos a 30 años y los cumplieron con creces. Cada cosa que planificaron la hicieron y lograron sacar de la pobreza a 600 millones de personas en los últimos 25 años. Resultado no menor.
Pero en las desigualdades que restan atender están los desafíos sobre los que ahora direccionan sus esfuerzos; 300 ó 400 millones de pobres pueden desestabilizar socialmente al país más poderoso en relación a la capacidad de conducir 1.350 millones de personas en situación de estabilidad política.
Políticas agrarias
China tomó hace pocos meses definiciones profundas en materia de políticas agrícolo-ganaderas. Sus objetivos son contundentes y, si la experiencia de que logran lo que definen se repite, los cambios para los países productores de commodities como el nuestro serán inexorables.
Persiguen:
* Aumentar la tecnología agrícola.
* Reforzar la educación científico-tecnológica en el sector.
* Mejorar el equipamiento.
* Reducir costos.
* Desarrollar nuevos fertilizantes,
* Mejorar la vida de la población rural, desplazando 10 millones de trabajadores rurales a las ciudades por año por la tecnificación del campo.
A todas estas metas hay que sumarles los subsidios al sector, los servicios sociales agrícolas, la formación para los trabajadores rurales, el avance de la industria semillera, la construcción de mercados mayoristas fijadores de precios mínimos para el trigo y el arroz, etcétera.
China se pone en marcha en un área en la que no habían avanzado aún.
Desde la Argentina debemos inteligentemente centralizar las acciones que nuestros sectores productivos realizan con el país asiático, para que tengan impacto las acciones. Sería revolucionario que América Latina tenga una política única hacia China.
El capitalismo tiene la capacidad, a veces tenebrosa, de generar necesidades nuevas en la sociedad. La globalización trata de imponer eso y un sistema financiero perverso.
A veces las fuerzas productivas de los países no alcanzan a revertir las tendencias que los patrones de consumo: cultural, comercial y tecnológico imponen.
Debemos aprender de la cultura china: la modestia de reconocer lo que nos falta por mejorar, así aprenderíamos de China, que aún habiendo crecido 30 años al 10% de su PBI se pregunta cómo seguir progresando.
La planificación de políticas de Estado que siempre superan y trascienden a los hombres y sus circunstanciales esfuerzos.
Los procesos de reforma continua, que tiene su análisis en el desarrollo regional y en el fortalecimiento de las experiencias locales.
En modernizar nuestras estructuras y desburocratizarlas, incorporando y formando nuevos dirigentes.
En debatir las ideas, en copiar las mejores experiencias del mundo y estudiarlas para hacerlas funcionales “con sus particularidades” a nuestra realidad.
China con un socialismo de mercado existe como potencia mundial y desde la confección científica del desarrollo intenta seguir avanzando.
Y cuando todos los diarios escriben por estos días que China está en crisis, porque crecerá al 7,5 % en 2012, tal vez omiten decir que Europa y EE.UU. no sólo no crecerán a esos niveles, sino que profundizarán sus problemas económicos.
Algo cambiará a partir de noviembre, cuando una nueva conducción política sea elegida en China. Será que el objetivo del desarrollo económico, que fuera designado prioritario por sobre lo político y cultural en 1978, tendrá un nuevo paradigma.
Se fijará una nueva prioridad tras 30 años de éxitos económicos: buscar desde la modernización de China, la estabilidad social para su pueblo”.
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