La hipótesis de la investigación es que el neopolicial viene a proponer una forma de procesamiento de una parte de la realidad latinoamericana, aunque la realidad en sí no cambie en absoluto en virtud de lo escrito: “Las muertes y el contar sobre las muertes suturan momentáneamente ese malestar, esa es una de las funciones de la literatura policial y es lo que fascina posiblemente al lector, que se encuentra de alguna manera con un momento tranquilizador cuando el detective o el narrador le cuenta cómo fue el caso”. Precisamente el neopolicial tiene como escenario de nacimiento la América Latina del fin de los gobiernos militares, comienza a prefigurarse como género a finales de los 80 y toma fuerza en la década del 90 y en los primeros años de este siglo. Cómo son las redes de la criminalidad en los países que salen de sangrientas dictaduras es una de las preguntas que vienen a desentrañar los autores que se abocan a este género, así como la influencia que ejercen las sucesivas crisis económicas en el delito. “El policial vuelve a pensar nuevas configuraciones, por ejemplo, el problema de la droga, la violencia, las determinaciones rápidas de los gobiernos, las crisis económicas, sub grupos dentro de las ciudades, peruanos, colombianos, brasileños, argentinos, todos en un cóctel en que cada uno está configurando su propia subjetividad, la criminalidad no es la misma y eso es el neopolicial”, explica el escritor villamariense.

La criminalidad como síntoma

Entre las aristas de su trabajo, también se da un lugar importante a las relaciones que el neopolicial establece con la cultura política latinoamericana, ligando la estética policial a las problemáticas que propone una clase política entrelazada con las redes delictivas. “El neopolicial obviamente está trabajando con esta fibra íntima de las sociedades latinoamericanas un poco caídas, un poco desgarradas, en la que la criminalidad siempre está funcionando en el límite, entre cuestiones visibles e invisibles”, sugiere.
Mossello explica que el neopolicial permite a los investigadores “la lectura de un síntoma, que es la criminalidad”. Pero este síntoma no tiene los actores clásicos del género, protagonizado usualmente por un detective profesional o un buen policía. En el neopolicial latinoamericano quien toma el papel del investigador del crimen es un amateur, como un familiar de la víctima o un periodista, que se convierte así en un sujeto ético que viene a ocupar el hueco dejado por una policía y una justicia que derrapan. Ese protagonista será el que “va a asumir de alguna manera el entendimiento de estas sociedades complejas” para proponer la “sutura” sobre la que hipotetiza la investigación.
“Nosotros seguimos insistiendo en que el policial está midiendo los niveles de un síntoma, de un malestar que es mundial”, sostiene, “de alguna manera está tratando de darle alguna explicación”. Sin embargo, explica, los autores se resisten a aceptar ese tipo de interpretación: “El escritor no quiere ponerse en profeta, pero la ficción lamentablemente o en buena medida no está desconectada del mundo y el policial es un género de gran imbricación con el mundo real, es una forma de entender este malestar y es una forma también de suturar”.

Premiado en Brasil

Por otra parte, Mossello obtuvo un galardón especial en el Primer Concurso Universitario Latinoamericano de Literatura que organizara la Universidad Federal dos Vales do Jequitinhonha e Mucuri (Brasil) y la Agencia Española de Cooperación Internacional y Desarrollo (AECID).
Su obra, “Los maestros”, ganó en la categoría Cuento en Español y en los próximos meses deberá viajar a recibir el premio.