Escribe:
El Peregrino Impertinente
Tranquilamente, Villa María podría convertirse en una ciudad turística. Es cuestión de levantar algunas montañas, meterle más agua al río, e incentivar prácticas sociales de esas que les gustan a los humanos en vacaciones, como hacer 17 cuadras de cola para comprar un pancho o ir al teatro a ver obras dirigidas por alguien que de niño sufría un Accidente Cerebro Vascular (ACV) por día. Todo sea por atraer visitantes.
Atentis al escenario, hombres y mujeres locales vienen desarrollando la idea de convertir a nuestra ciudad en un destino popular. Incluso sin las cualidades antes mencionadas, saben que la capital del Departamento General San Martín cuenta con atractivos que bien podrían generar algo de interés en el foráneo. Una espléndida costanera, con el lago y las playas del Calamuchita como referentes, un puñado de edificios históricos y espacios públicos relevantes, y una intensa actividad artístico-cultural (siendo el Festival Nacional de Peñas la cara más visible del fenómeno) son algunos de ellos. A la lista podría agregársele la Terminal de Omnibus, donde el incendio de colectivos configura un espectáculo conmovedor y para toda la familia.
Por eso digo que la Villa tiene con qué ¿hasta cuándo vamos a conformarnos con ser un punto de paso? Llegan los viajeros, estiran las piernas, se clavan un lomito de esos que hacen resucitar a los muertos y se van. Cual amantes de ocasión, que se comen las sobras de la heladera, te dejan la ducha llena de pelos, y cuando van cinco minutos del primer tiempo, márchanse con pelota, árbitro y todo.
Está bien. No seremos Carlos Paz ni Mina Clavero. No tendremos Dique San Roque ni Altas Cumbres. Pero ojo al piojo, que cuando nos empecemos a hacer conocidos, no van a dar abasto los hoteles. No faltará la vieja que leyendo esto eche al marido y otras alimañas del patio, y se ponga a limpiar todo para inaugurar el camping “Doña Elsa”. Cálmese señora, tampoco es para tanto.
Otras notas de la seccion El Diario Viajero
Una alternativa a Puerto Madryn
Lo árido y lo verde haciendo magia
Mortadela estaba el mar
La gran maravilla de Oceanía
Ver, sentir y admirar
|