Este domingo decidimos ponernos al día con nuestros lectores.
El contacto con aquellos, que nos siguen semana a semana, nos reconforta y siempre estamos abiertos a las sugerencias, a los comentarios y a las colaboraciones. Hace varias ediciones que tenemos textos pendientes que nos enviaron a nuestra Redacción y queríamos aprovechar esta ocasión para darlos a conocer.
Son tres autores de tres lugares diferentes, por un lado los versos de un escritor de Misiones, pasando por los trazos de un joven villanovense que nos ofrece uno de sus relatos y, finalmente, una cordobesa que nos muestra parte de su producción poética. Pasamos ya a conocerlos:
Miguel Angel Méndez es misionero. Desde muy joven se ha empleado en diversas actividades, sobre todo aquellas que tienen que ver con la labor manual. Vivió en Buenos Aires muchos años y se retiró de la actividad comercial para dedicarse exclusivamente a la tarea de mecánica dental. Terminó la secundaria y su avidez para aprender lo llevó a hacer diferentes cursos en colegios para adultos. En cuanto a la escritura, fue gracias al impulso de una profesora que retomó la tarea de cuando era adolescente y, luego de escribir por un tiempo, vieron la luz los poemarios "Retratos y vivencias" y "Atando cabos y algo más". Posteriormente sumó a esta actividad su participación en distintos festivales a los que fue convocado como orador.
Leandro Nani es un joven villanovense, estudiante del primer año de Comunicación Social en la Universidad Nacional de Villa María. Es el mayor de tres hermanos y ha encontrado en la literatura un refugio en el que se siente pleno y feliz. En sus inicios escribió poesías, pero paulatinamente se fue volcando a la narrativa, género que busca perfeccionar con el trabajo diario de las palabras. En esta ocasión les ofrecemos uno de los tres relatos que nos acercara, "Miradas", al igual que la mayoría de sus cuentos, este texto aborda temas sociales encarnados en adolescentes.
Cristina del Valle Bossa es de Oliva, pero hace ya varios años vive en la capital cordobesa. Es historiadora, abogada y escribana retirada. Sus textos le cantan al amor y a sus colores, las tonalidades vivas que tienen que ver con el goce, la esperanza y la felicidad, pero también a las tonalidades grises representadas por poemas del desencuentro, el abandono, la mentira. De una nutrida producción que nos enviara a la Redacción seleccionamos para compartir con ustedes "La estocada" y "Ayer".
Darío Falconi
eldiariocultura@gmail.com
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COSTANERA DE POSADAS
Miguel Angel Méndez
Costanera de Posadas gris anaconda dormida,
Yo lo miro desde arriba a tus calles en bajadas,
Que despeñan en cascadas acariciando el peñón,
Mirando está Encarnación tus mañanas embrujadas.
Agrestes pliegues se muestran negras rocas milenarias,
Un árbol muestra la savia que un joven en su pasión,
Talló su tronco en honor a un amor correspondido,
Dejando un lapacho herido y una promesa de amor.
Con vos terminaron ranchos que por casitas cambiaron,
A barrios nuevos llevaron para que luzcas bonitas,
Rocas sueltas, cortaditas que copaban el lugar,
Lo fueron a remplazar por coquetas vereditas.
Anochecer en Posadas con mil luces encendidas,
Va tomando tu avenida un matiz muy singular,
Bellas jóvenes que van y en ese andar diligente,
Llega envolviendo a tu gente un aroma de azahar.
Aromas que se despegan de tu flora enriquecida,
Enmarcando a tu avenida con sentidos diferentes,
Nada se ve en el poniente también el sol se ha dormido,
Mientras las olas del río besan a tu piel de cemento.
Un retacito de monte que de la selva se trajo,
Quedó prendido en el bajo del romántico peñón,
Noviembre le pintó un sol a un chivato adolescente,
Un jacarandá presente también reclamó su flor.
A tu joven estructura un cúmulo de memorias,
Navegantes con historias, de duendes, de aparecidos
Un puerto semidormido, de chimeneas ausente,
Ese clamor de tu gente y el cambio de nuestro río.
Costanera de Posadas, joven, fina y elegante,
Permitidme que te cante, que te deje mi emoción
No olvidaré en mi canción a tu histórica "bajada"
Nombraré en esta verseada también al cerro pelón.
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MIRANDO LA SELVA
Miguel Angel Méndez
En la entraña de la selva misionera
Natura con mil tonos ahí pintó,
Y en las ramas de pitangas y guayabos
A las aves un trinar distinto dio.
Vea que fácil besa el cielo ese lapacho
Que compite con el grueso guatambú,
Cuan grandioso y soberano es el quebracho,
Mientras suelta sus pompones el samu-ú.
Serpenteando va una cinta gris acero
Que se pierde en una curva o paredón,
Tal contraste forma el gris en lontananza
En la tarde cuando va cayendo el sol.
¡Qué preñez de cosas bellas tierra mía!
Ese rojo que hasta el mundo te admiró
Ese embrujo que hasta el diablo fascinado,
En tus saltos la garganta se olvidó.
Es la selva misionera enigma puro
Que hasta encierra las vivencias del mensú,
Que en otrora por doquier su sangre esparce,
Hasta tiñe color rojo al Iguazú.
Esas ruinas, esos saltos y cascadas
Va inspirándole al poeta su pasión,
Va rasgando un lápiz negro el pentagrama,
Va naciendo una galopa, una canción.
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MIRADAS
Leandro Nani
Dejó su virginidad en manos de cualquiera; sentía náuseas, mareos, dolores de cabeza. Era difícil pensar que se trataba de un déjà vu de la resaca. Quizá tenía una criatura en su vientre. La invadían las dudas.
Una madrugada de invierno se levantó y marchó hacia la farmacia, sonrojándose, pidió un test de embarazo. Regresó a su casa y se encerró en el baño. Le temblaban las piernas, la hora de la verdad había llegado.
Después de unos interminables minutos, el resultado del test y la respuesta a sus dudas estaba frente a sus ojos. En ese instante se dio cuenta de que no solo sería hija, ahora también sería madre.
Desesperadamente trató de recordar aquella noche pero sus recuerdos eran muy borrosos. Los impulsos de su cuerpo y varios litros de alcohol, conspiraron para que terminara de la peor manera: sin un recuerdo claro del padre de su hijo. No pudo evitar sentirse usada, pero ya era tarde.
Desde entonces nada fue igual, las miradas no eran las mismas. Sus padres nunca la abandonaron, la acompañaron incansablemente, pero ya no la miraron con ese brillo en los ojos tan particular; ya no era la nena de papá, ni la princesita de mamá. Con quince años tuvo que comenzar a ver el mundo como mujer.
A medida que pasaron los meses, la panza creció y se hizo cada vez más difícil circular por la calle, era como salir a un campo de batalla. Las miradas de la gente eran diversas: algunas transmitían que sentían lástima por ella, otras estaban llenas de sorpresa y otras simplemente la condenaban, como si hubiese cometido el peor de los crímenes. Finalmente una tarde otoñal de abril nació un bebé hermoso. Lamentablemente nunca iba a saber quién era su padre.
Un día esta joven madre logró vencer su vergüenza y sus miedos y decidió regresar después de mucho tiempo a la farmacia, pero esta vez en busca de pañales. La farmacéutica, al verla, inmediatamente recordó aquella madrugada de invierno y el rostro asustado de aquella niña pidiendo un test de embarazo. La miró fijamente a los ojos y ya no vio a una niña, sino que vio a una mujer con su pequeño en brazos. Asimismo se podía ver en sus ojos la gran cantidad de sueños que dejó postergados.
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LA ESTOCADA
Cristina Bossa
"No me gusta despertarte,
tal vez hombre no seré,
pero debo de decirte
que ahora me marcharé".
Me lo dijo aquella noche,
languidecer de mi vida,
no esperaba esa estocada,
me dejó el alma partida.
Me clavó cien mil puñales,
sangre manó por mi espalda,
manchó toda mi nobleza,
pensé: "Nadie me respalda".
Me hundió hondo su estilete,
mi carne rasgó en pedazos,
me levanté, tambaleante,
a recoger mis retazos.
Retazos de malherida,
del pecho un dolor profundo
aguijoneaba mi cuerpo,
como abandonando el mundo.
Me dejó en mi boca seca,
sabor amargo, cual hiel.
¡Y eso que antes libaba
de mi cántaro de miel!
No le dije una palabra
y me erguí, enajenada.
Lo miré con tal fiereza,
palideció su mirada.
El se quedó parado,
esperando una condena.
Y pensé: "Ya lo verás…
que yo soy tu propia cadena".
¡Para correr tras de otra.
a mí así no se me deja!
Se tapó su boca rota,
se desató la madeja.
La madeja de mi vida,
de hilos entrelazados,
que mantuvieron, por años,
a su cuerpo bien atado.
Yo le dije: "Ya verás,
tu afrenta yo vengaré,
recogeré tu estilete
y en tu cuello lo hundiré".
Busqué filosa tijera,
él me observó con pavor.
Preferí matarme antes,
y no morir por amor.
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AYER
Cristina Bossa
Ayer quité telarañas
de mi arcón con un candado.
Ayer borré hasta tu nombre,
en mis papeles, guardado.
Ayer incendié mi historia,
cenizas que se han volado
y me arranqué de la piel,
tus labios que me han besado.
Ayer me morí a solas,
mirando cómo ardía,
con el juego de las llamas,
el pasado que volvía.
Ayer rasgué mis entrañas,
liberé mi hálito al viento,
me despojé de recuerdos
y dormí mi sentimiento.
Ayer sellé mis oídos
a palabras musitadas.
Ayer sepulté tus manos,
que me tenían atada.
Ayer regué con mi llanto
mi alma ya tan ajada
y me perdí en remembranzas,
con la mirada anegada.
Ayer, ayer, yo lo juro
me olvidé de mi memoria,
me alejé de tu leyenda,
que me llevaba a la gloria.
Ayer enterré susurros,
cegué mis ojos, perdida,
me senté al lado del fuego,
me fui quedando dormida.
Ayer cuando desperté
vi los despojos quedados,
de lo que no tuve en vida
y creí atesorado.
Ayer, ayer me di cuenta
que, amparada en mi confianza,
no pude destruir mi sino.
¡No se quema la esperanza!
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