Mohan Kohli (foto) no duda en soñar con un desarrollo científico que permita producir más trigo y de más calidad hasta convertirlo, por ejemplo, en apto para celíacos o resistente a heladas y sequías. Sin embargo, comprende que la situación del productor argentino tiene sus limitantes en los condicionamientos del mercado, aunque eso no limita el optimismo en cada charla que da sobre trigo.
Lo que llama “la Revolución Verde”, iniciada en los años 70, a su criterio debe continuar porque el desafío sigue siendo el mismo: alimentar al mundo de manera sustentable, según lo expresado en una de las múltiples charlas realizadas en el 20 Congreso de Aapresid (Asociación de Agricultures para la Siembra Directa) que concluyó ayer en Rosario.

La historia

Kohli definió al trigo como “un regalo de la madre naturaleza” que lo hizo surgir en tierras no muy fértiles del Medio Oriente hace 10 a 12 mil años.
“La misma naturaleza cruzó ese primer trigo con pasto, surgiendo el trigo candeal y después, como resultado de otra cruza natural, tuvimos el trigo pan. Hoy la biotecnología hace lo que hacía desde el principio la naturaleza”, indicó.
A la hora de hablar de los avances destacó el aporte de científicos claves en la historia del cereal. En el Siglo XIX, Henri Vitmorín comenzó con las primeras cruzas artificiales mejorando el rendimiento; le siguió Wiliam Farrer, quien lo hizo resistente a algunas enfermedades logrando triplicar la producción australiana y Nazareno Strampelli, quien descubrió los genes del enanismo, que causaron el mismo efecto en Italia e iniciaron la primera Revolución Verde.
El gen del enanismo es el que permite concentrar en una planta de menos centímetros de altura, la energía en partes iguales en el grano y en la paja y no como en la especie más alta, que tenía una distribución de un 30% a un 70% en contra del grano.
Con esos avances, Norman Borlaug, Premio Nobel de la Paz en 1970, introdujo las semillas híbridas de trigo en el mundo, especialmente, el más necesitado de alimentos, lo que marcó el inicio de la “Revolución Verde”.
De su mano llegó en 1973 a Marcos Juárez desde donde se llevó a todo el país. “En los fundamentos por el Nobel, dijeron de él que dio pan a un mundo hambriento”.
“En Argentina, economistas del INTA evaluaron el impacto económico de la introducción de esas semillas, indicando que hubo un ingreso extra de 1.558 millones de pesos entre 1973 y 1990 gracias al gen del enanismo”, dijo.

Presente y futuro

La eficiencia del agriculturo permitió ir superando rendimientos llegando a un promedio de 2.700 kilos por hectárea. “Se fue creciendo por períodos en producción, aunque ahora ese crecimiento está medio detenido. Es importante ir superando problemas como las altas temperaturas y la escasez de agua y nutrientes, para poder seguir produciendo ese grano tan noble”, dijo.
“Se está trabajando mucho en el área científica. Hay empresas que están ensayando genes resistentes a la sequía que se activan sólo ante esa condición climática, por citar uno de los ejemplos que son alentadores”, agregó.
Con los avances que se logran, sueña que se siga investigando y produciendo trigo en más hectáreas para alcanzar lo producido a la demanda.
“Hay empresas que están trabajando para hacerlo resistente a las heladas. También sueño que se logre identificar el componente del gluten que provoca la reacción de los celíacos. Si se puede desactivar, se logrará también un trigo para celíacos”, agregó.
“Pese a todas las dificultades, Argentina tiene todo el potencial para producir más trigos. Las dificultades no pasan por lo técnico y no es cuestión de perder ese lugar de granero del mundo que supieron conseguir”, concluyó el especialista.