Si cerrabas los ojos, no tenías dudas de que estabas frente a un Charly de los años setenta, con su voz todavía sin carraspera y sus modales más afectados y menos exaltados.
El pasado sábado, Migue García desenvainó en el pub Lomo sus melodías introspectivas, sumidas en una prosa intimista y delicada, extraídas de un piano afable, poco propenso al "barullo". Junto a su secuaz guitarrista, trazó puentes entre su primer disco "Quieto o disparo" y su flamante "Ciencia ficción", con piezas que desnudan sus emociones y sus inquietudes mundanas. Aunque un tanto monótono en las texturas, Migue jugó con sus teclas, aprovechó el buen audio dispuesto y regaló una velada cándida, como para escucharla acurrucado, contemplando la lluvia.
JRS
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