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21 de Agosto de 2012
Jacqueline Eliana Carrión, vecina de James Craik, víctima de la violencia de género libra su batalla para recuperar a sus hijos
“No quiero ser la próxima Claudia Rodríguez”
Jacqueline fue víctima de violencia en reiteradas veces durante los años que duró su matrimonio. Cuando quiso ponerle fin a esa situación, se enfrentó a otros hechos más graves: no le quieren entregar a sus hijos, pese a que no hay ninguna orden judicial que limite el ejercicio de su maternidad
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-“Mami, te extraño”.
-“Escapate y vení a casa. Agarrá al ‘Negro’ y venite”.
-“No puedo, estamos en una pieza que tiene llave”.

Este fue el último diálogo que pudo mantener Jacqueline Carrión (36) con uno de sus hijos, de 8 años, que está en la casa de la abuela paterna desde que ella debió ser internada en el Hospital Pasteur por una agresión, por la cual, fue denunciado el padre de los niños y esposo de la víctima, Darío Alberto Vermi (37) quién está detenido en la Comisaría de Villa María.
Al tener el alta médica, Jacqueline los va a buscar, pero se encontró con la negativa de Amanda Nallida Doffo, quien en consecuencia, fue denunciada por secuestro y privación ilegítima de los dos menores de 6 y 8 años.

El círculo violento

La historia de esta mujer que como muchas, soñó con una familia feliz, comenzó en su juventud, cuando cursaba el cuarto año del secundario como pupila en el Instituto del Rosario de Villa María y se puso de novio con un craikense.
Ella era hija de un matrimonio de peones de campo que vivían en la zona rural y él, en la zona urbana de esa localidad.
Los primeros dos años, con el nacimiento de los primeros hijos varones (hoy de 18 y 16) fueron relativamente felices. “El era bueno conmigo, aunque mis suegros, especialmente mi suegra, no me aceptaban. Siempre me consideraron, y así me lo hacían saber, una negra pobre”, relató Carrión a EL DIARIO.
Con el transcurrir del tiempo, empezaron las escenas violentas.
“No era sólo conmigo, también eran violentos entre ellos. Por ejemplo, una vez, cuando estaba embarazada de uno de los más chicos, le saqué a Darío una escopeta con la que estaba decidido a ir a matar a su padre”, relató.
Pese a que la familia del esposo prosperaba económicamente, con la adquisición de campos, terrenos y negocios, ella siguió viviendo humildemente, dado que no le habilitaban casi dinero para los gastos corrientes.
“Fuimos viviendo en diferentes lados. Primero en el campo, después, como él viajaba mucho y yo estaba sola con los chicos, nos fuimos al pueblo a la casa de mis suegros. Ahí, dormía en un depósito de mercadería (los suegros tienen un mercado) lleno de lauchas”, recordó.
Las humillaciones se sucedían y cada vez, eran menos las posibilidades de salida que veía a la familia.
Todos los problemas se agudizaron cuando el marido, en la tarea de administrar un campo en el norte, prácticamente dejó de venir por un largo lapso de tiempo, según su relato.
“Entonces, mis suegros me echaron de la casa y me alquilaron para mí y los dos chicos, un departamento chiquito, sin gas y con un baño al fondo”, afirmó.
“Finalmente él decide volver y nos reconciliamos, tratamos de seguir adelante, pero la violencia seguía”, dijo.
En esta nueva etapa de la relación matrimonial, Carrión y Vermi tuvieron otros dos hijos varones, que actualmente tienen 8 y 6 años y son los que están retenidos en la casa de la abuela paterna.
Lo peor de la historia para Jacqueline, es que sus hijos iban naturalizando la violencia en la que vivían, respondiendo con conductas también violenta.
“El más grande tuvo un incidente conmigo, también me pegó. Yo lo llevé a que comenzara un tratamiento en Córdoba, porque no quiero que a mi futura nuera le pase lo mismo. Pero no quiso ir más, porque dice que no está loco para ir al psicólogo”, agregó.
Sabiendo que era imperioso salir de esa situación y sacar a sus hijos de ese ambiente, pidió el divorcio.
“No me lo quiso dar. Le pedí que se fuera y me dice que la de afuera soy yo y que si alguien se iba de la casa tenía que ser yo. En definitiva, no tenía ni veía posibilidades de salir”, dijo.
Así fue como sus nervios se fueron destrozando y acompañada por el mismo Verni, fue a una médica de Oliva que la dejó internada unos días -aislada de las comunicaciones con el marido- porque la profesional entendía que esa era la causa de sus crisis.
“Tenía que estar 15 días en la clínica, pero él se responsabilizó de un alta temprana a los 7 días. Me decía que no podía pagar 500 pesos diarios para que me curara”, dijo Carrión.
La sorpresa que tuvo cuando volvió a James Craik, es que el juez de Paz había dictaminado una orden restrictiva, por la cual, ella no podía volver a la casa matrimonial. El motivo, según el juez, fue el abandono de hogar. “Yo estaba internada, me había llevado mi marido. No abandoné el hogar”, remarcó.
En Oliva, conoce a un abogado y al plantearle el problema, inicia el trámite de divorcio.
“Cuando le llegó la notificación, se desató una tormenta. Primero, él tomó algo para envenenarse. Mi hijo más grande me viene a ver -estaba en la casa de mi mamá- desesperado para decirme que el padre se estaba muriendo. A pesar de la restricción, fui, lo llevé al hospital, lo sacaron adelante y me quedé a cuidarlo todo el tiempo”, dijo.
“Me sentía culpable. Pensé que si no le hubiera pedido el divorcio, no se hubiera querido envenenar. Ahora me siento mal por creer y volver a creer tantas veces”, dijo.
El inicia un tratamiento con otra psiquiatra de Oliva y, cuando se recuperó, retomaron la vida normalmente. “El siguió yendo al norte. Yo seguía en la casa sin un peso. Hasta que un día, el viernes 10 de agosto, dije basta. No puedo estar con todos cobrándome las deudas de comida, o de cuotas de escuela y no poder pagar. Le pedí plata, no me quiso dar y se fue a ver la madre. Volvió peor. Yo ya estaba armando mis cosas para irme definitivamente”, dijo.
Y ahí ocurrió lo que siempre temió. La tomó por la fuerza, la llevó a la habitación y tapándole la nariz la obligó a tomar una cantidad importante de pastillas psiquiátricas. “Yo estaba medio inconsciente y sentí que me arrastraba hacia afuera. Me dejó tirada, en la puerta y llamó a mi hijo diciéndole que me sacara de ahí, que me estaba muriendo y que si me moría adentro lo iban a culpar a él”, relata, tal como escuchó en ese estado de semi-inconsciencia.
El hijo llegó e inmediatamente la llevó al Hospital de James Craik, donde, por la gravedad del cuadro, decidieron trasladarla al Pasteur.
“Estuve internada unos días en terapia intermedia. Me limpiaron la sangre aunque me dijeron que los efectos durarán al menos seis meses. Aún sufro mareos y todavía tengo marcas por la manera que me arrastró”, relató.

La salida

Recuperada de esa brutal agresión, decide ir a ver a un psiquiatra de esta ciudad, Gustavo Verrone, quien le diagnostica “crisis por violencia familiar” y le sugiere que vaya al Centro de Asistencia a la Víctima, ubicado en San Martín y Sarmiento.
Allí la atienden inmediatamente y un abogado le recomienda la denuncia. “Cuando llegué a Tribunales, el abogado ya había hablado y me escucharon todo lo que tenía para decir. Me señaló la secretaria del fiscal que si podía, fuera a un lugar donde no me pudiera encontrar”, dijo.
Así que fue a la casa de un hermano en Etruria, donde estuvo hasta que se anotició de que, quien todavía es su marido, estaba detenido.
“Volví a buscar a los chicos y cuando llegué a la casa de mi suegra, se bajó mi hermana, pero les impidieron venirse con nosotras. Uno de los chicos me dijo contento: ‘Mami, no estás golpeada’”, recordó.
Hoy, hace nueve días que no los ve. Quiere que se acabe toda la pesadilla que vivió desde que entró a ese círculo violento.
Hoy, debe presentarse para hacer una pericia psiquiátrica en Tribunales de Córdoba capital.
El miércoles, tiene que estar en la Fiscalía de Villa María, donde presumiblemente le entregarán los hijos para empezar otra vez su vida.
Sabe que no es fácil. Tiene culpas y miedo. Teme lo que pase cuando su esposo salga en libertad. De algo está segura y lo dice: “No quiero ser la próxima Claudia Rodríguez”, la mujer asesinada a mazazos por su ex pareja hace casi un año en esta ciudad.

Una tarde agitada en la Policía

Javier Osvaldo Ferreyra, comisario de James Craik, esperaba ayer a la tarde instrucciones de la Justicia villamariense para adelantar la pericia psiquiátrica que estaba prevista para hoy. “Los hechos de violencia que sufrió la mujer son indiscutibles. Esperamos instrucciones para ver qué hacemos con los hijos”, dijo el comisario a EL DIARIO. Ante el temor de que la mujer, por presión de la familia del marido, se viera obligada a internarse en Oliva, Daniel Massara la acompañó y logró que no trasladaran a Jacqueline Carrión al psiquiátrico. “Lo iban a hacer sin orden judicial, por eso, dialogamos con el comisario y esperamos que se resuelva todo en la Justicia”, concluyó.

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