Ismael Serrano llegó a Córdoba para presentar su nuevo trabajo “Todo comienza y todo acaba en ti”. Un Orfeo respetuoso y escuchador lo tomó, se lo apropió en unas tres horas y veinte minutos que duró el show. Sí, leyó bien esa cantidad de tiempo regaló lo mejor de sí. A continuación un pequeño desafío de poder contar lo más importante, sin que se escapen las historias de amor, la crisis, las críticas, la noche…
“Café de los recuerdos” se lee. Esas letras iluminadas son una antesala de lo que vendrá. Y el que viene, barriendo el café, es Ismael. El que le pone luz a sus letras y letras a las cosas se para frente al público de Córdoba que lo aplaude y lo escucha.
Semana es el primer tema. Allí se recuerda a ella, al amor, todos los días. Y es el inicio mejor para un café, donde se ahogan penas en la mesa del bar o en la barra entre los tragos. Es allí donde él nos da la bienvenida a su pequeño hogar, a ese café. “Si tienen sed éste es el lugar que buscaban, si necesitan escuchar una historia para pedirla prestada o tienen algo que contra son bienvenidos. Se gestan revoluciones, se maldicen despedidas, se curan cicatrices, se falta el respeto pero nunca la verdad” comenta en un lugar donde hay “recuerdos que descansan en tazas e café donde los locos encuentran rastros del pasado y el futuro, que se posan sobre la cerveza de la barra que acompañan a amantes y borrachos que nos hacen sentir menos solos, que abren ventanas a la esperanza”.
En esa primera vuelta que paga la casa, se van a empezar a desentrañar historias, reflexiones, letras que nos hacen pensar el presente. Este presente de desesperanzas y de amores, de crisis y de ideas. Despierta suena para los indignados a los que les declaran primaveras, mientras en las plazas se reúne la gente sin trabajo a debatir, a discutir.
El bar tiene ciertos visitantes ilustres todas las noches, uno de ellos es el mejor cliente, que también ha perdido su trabajo y que no puede tararear Vuelvo, como Javier Bergia quien será -como en todos los shows- el que pone cuotas de humor a la noche, el que habla del mate, del fernet, para las risas y aplausos de la gente. El barman es Beto Garmendia y Jacob Sureda el responsable de hacernos pensar con el teclado.
Ultimamente, se canta con el pedido de que lo acompañen pero que tengan cuidado con las pasiones porque puede molestar al de al lado, parecería un mensaje para mí. La barra es el lugar para ver los clasificados con Bergia, esa rutina que se vive en España, y uno se encuentra con querer hacer cosas impensadas, absurdas y cómicas, Podría ser suena y nos hace pensar en que nos conformamos con ser menos de lo que deberíamos ser.
Ahora, nos recuerda que las despedidas no siempre gustan y que lo peor que puede pasarnos es quedarnos tibios, no buscar los cambios, dejar de ser jóvenes. Mientras Caperucita, y la hija de Lilith en homenaje a todas las mujeres presentes. A las rebeldes, a las que pelean, a las mujeres de estos tiempos, a las que no se quedan con la historia de que nacieron a costa de los hombres.
El Serrano argento
Te odio, Amores imposibles -que nos dan la certeza de que la excusa más cobarde es culpar al destino- Recuerdo, fueron la antesala para la cuota de argentinidad que tiene Ismael en cada show y en cada CD. Contó cómo los tiempos cambiaron, de que antes como en la historia que cuenta con Mañana porteña en Madrid, los nuestros iban allá y como la historia cambió. De cómo las pequeñas cosas hacen a la Patria -como el poder convocante del mate- no los discursos oficiales de gentes que quieren sus estatuas rígidas, de la misma forma en que hablaron en vida. Entonces el consejo- mate en mano- hablando del exilio, fue deber recibir en todos lados y de la misma forma a los que se van. Como se hace y se hizo en Argentina.
Te vas, Por fin te encontré, fueron intercalando los temas de siempre con los nuevos, que van a ser de siempre. Porque en estos últimos trabajos, se nota una madurez y un punto muy alto en cuanto a la creación. Todo empieza y todo acaba en ti es lo mejor para explicar el éxito de la sencillez. De cómo lo que puede parecer básico, es profundo y realmente increíble.
Muchachas ojos de papel, vino a ser un homenaje al “Flaco” Spinetta y a las personas que estaban presentes. Fue un momento tan sorprendente como impactante. Vine del norte, La extraña pareja, Todo comienza y todo acaba en ti para que imaginemos los cuentos, para que imaginemos las historias de otra forma, en esta crisis, en estos momentos, con una única persona como hacedor. Como fueron Luther King o personalidades parecidas. Con nosotros mismos como protagonistas. Con los finales que pueden ser cambiados. Porque nosotros mandamos en nuestras historias.
Ya ves, Vértigo, Te debo una canción –realmente pareciera que no, pero uno se queda pensando en las palabras de que quedan muchos sueños y muchas historias que contar- Sucede que a veces, Cien días, fueron los últimos temas.
Luego del pedido del público, ya llegando a la una de la mañana, Papá cuéntame otra vez sonó luego del agradecimiento. Luego de que agradeciera “este recuerdo que habitará el café para siempre y que acompañará vayan donde vayan”.
Luego de “no hacer culpables a nuestros padres de nuestros fracasos, de seguir creyendo en los sueños de los que hablan, de que hay tiempos para escribir nuestros relatos y que podamos contar a nuestros hijos la historia del tiempo en que cambiamos el mundo para hacerlo más lindo, a los que no nos resignamos”.
En una parte del show Ismael dijo: “Este café es lugar de encuentros, de amantes de borrachos, poetas, de artistas. Omar Jayyam, del Siglo XI. Dice que sí los amantes y borrachos van al infierno, el paraíso quedará desierto y despoblado”.
El “Café de los recuerdos” es una sucursal del infierno, donde van las almas descarriadas. Donde se escuchan las historias de los visitantes, donde se persiguen sueños, donde se sufre, se llora, se ama. Donde lo romántico tiene su lugar, donde la sinceridad se esconde por la mañana y sale a la luz por las noches.
Si en algún momento no sabía qué elegir, si el cielo o el infierno, créanme que ya decidí. Quiero recordar.
Juan José Coronell