Una pregunta que se reitera con frecuencia en nuestros consultorios, en las reuniones en las que brindamos información acerca de la cirugía de la obesidad (bariátrica) y en otros ámbitos en los que estamos en contacto directo con los pacientes y su entorno, es de qué manera pueden familiares, amigos, pareja, compañeros de trabajo y otras personas cercanas a los pacientes ayudar durante el tratamiento.
Ante todo debemos decir que en la actualidad hay consenso absoluto en cuanto a que la obesidad es una enfermedad, y esta definición implica que existen causas que la generan, aunque no todas estén claras aún. También se ha determinado que en la mayoría de los casos de obesidad muchas de estas causas operan simultáneamente, es decir que se trata de una enfermedad “multicausal”.
Esto nos lleva a reflexionar sobre la complejidad de esta enfermedad, y a entender que se trata de una afección que va mucho más allá de la voluntad de la persona sino que esta multiplicidad de factores actúa simultáneamente dificultando el cambio y la pérdida de peso, en desmedro de su salud.
Es más, a la hora de afrontar un tratamiento orientado al descenso de peso, ya sea en forma quirúrgica o no quirúrgica, debemos entender que la obesidad es una enfermedad crónica y progresiva. En otras palabras, esta afección no tiene cura, pero sí puede controlarse.
También debemos saber que existen mecanismos en el organismo enfermo que de alguna manera “sostienen” a la enfermedad, lo que genera que el tratamiento sea tan complejo.
¿Facilitadores u obstructores?
Un tratamiento complejo y a largo plazo se ve favorecido por la existencia de un “hábitat” saludable para el paciente, es decir un entorno que lo ayude a afrontar cada uno de los pasos que deban darse en pos de la recuperación.
En ese marco, es de vital importancia dimensionar la alta importancia que tiene el entorno en este tipo de enfermedades no transmisibles, para poder así generar espacios saludables que propicien el cambio y faciliten el cumplimiento de los objetivos planteados.
Al tratarse de personas adultas (salvo en casos de obesidad infanto-juvenil), el paciente es “siempre” el principal actor en esta historia. Las personas que de alguna manera lo acompañan pueden jugar a favor o en contra de la consecución de los objetivos. En otras palabras, debemos tomar un papel de “facilitadores” del tratamiento de nuestro ser querido, y no de “obstructores” que generen un entorno negativo para el logro de los cambios buscados. También debemos actuar como compañeros y sostén de la persona.
En este intento de colaborar no debe tomarse nunca el rol del paciente, y en lo posible debemos evitar emitir juicios o tratar de ser un “cómplice” de algunas transgresiones. Este tipo de actitudes podrían dificultar el éxito del tratamiento.
Buenos o malos hábitos
Los hábitos en general son construidos durante largos períodos en la vida, por lo tanto cambiarlos en un proceso que lleva tiempo, que puede tener recaídas y que requiere de mucha motivación. En ese sentido, algunos pacientes demorarán más que otros en estar listos para el cambio.
Estos cambios, que son ineludibles en la búsqueda de una mejora en la salud, pueden tener de alguna manera algún impacto en las costumbres o rutinas del entorno.
El tratamiento quirúrgico de la obesidad (cirugía bariátrica) implicará entonces un proceso de aprendizaje, de modificación de hábitos, un compromiso personal con el tratamiento, y adquirir una mayor dedicación al cuidado de su salud. En esto, todos debemos ayudar al paciente en forma consciente y comprometida.
¿Cómo ayudar de manera práctica?
Por todo esto, brindamos las siguientes recomendaciones a todos aquellos familiares y personas del entorno de pacientes obesos candidatos a cirugía bariátrica:
1- Conocer y comprender lo mejor posible el tratamiento al cual el paciente se va a someter, sus etapas y el compromiso que éste debe adquirir.
2- No culparlo nunca por su enfermedad, brindándole apoyo y sostén emocional.
3- Compartir los logros y entender que en este proceso puede haber recaídas.
4- Respetar sus nuevos hábitos. Es probable que al momento de compartir una cena, un festejo o cualquier situación cotidiana, quien esté en este proceso cambie su actitud ante la comida. No insista en repetir porciones u ofrecer alimentos o bebidas.
5- Si usted es quien se encarga de cocinar o hacer las compras, tenga en cuenta el plan alimentario indicado por los profesionales intervinientes, las cantidades y trate de no aislar al paciente de la comida familiar. Una alimentación saludable es buena para todos los integrantes, no sólo para quienes deben bajar de peso.
6- Cuando esté a su alcance, facilítele el acceso a la actividad física y aliéntelo a mantener una rutina. También es muy útil compartir actividades recreativas que incluyan movimiento (caminatas, paseos en bicicleta, etcétera).
7- El tratamiento implica cambios en diferentes aspectos de la vida del paciente que también repercutirán en el entorno, por ello es importante estar preparado para poder acompañarlo en este proceso. Los cambios abarcan desde los hábitos alimentarios, el estilo de vida, el estado de ánimo, el descanso, la energía, los vínculos, etcétera.
8- Cuando la intención de ayudar nazca del afecto, el resultado será favorable. Pero hay veces que podemos equivocarnos por desconocimiento. Cuando necesite orientación, no dude en consultar con algún miembro del equipo médico interviniente.
En síntesis, acompañar y ayudar cuando se pueda, y siempre tratar de evitar juzgar y ocupar el rol del paciente, son una buena manera de comenzar.
Dra. Fabiana Stolman
MP: 29.668 - ME:13260
Especialista en Medicina Interna y en Nutrición con orientación en Obesidad, e integrante del Equipo de Cirugía de la Obesidad Severa (ECOS)