Anoche volví a ver “Cinema paradiso”, la inolvidable película de Giuseppe Tornatore. La producción de 1988 retrata la vida de un niño que crece de la mano del cinematógrafo y de un viejo operador que le enseña sus trucos. Un homenaje al cine, su oficio y su función social. La vi porque quería revivir los momentos y las sensaciones que esta historia despertó en mí la primera vez.
La nostalgia por el cine que está presente en toda la película, seguramente es la misma que tienen aquellos que han tenido la suerte de vivir, en la época en que en Villa María había más de cinco salas funcionando simultáneamente. Ellos, usted lector, que fue partícipe de ver cómo fueron cerrándose las salas una a una como fichas de dominó, seguro que es algo que aún lamenta.
El desarrollo tecnológico y el acceso masivo a los televisores, videocaseteras, DVD, ha contribuido, junto a otros aspectos, a que los espectadores del séptimo arte fueran migrando de la sala cinematográfica, hacia el refugio de las cuatro paredes de su casa. Sin embargo, usted sabe que no es lo mismo, que la experiencia de vivir una película en un cine nunca será igualada por otra cosa más que por el cine mismo. Por ese motivo hoy le propongo un recorrido por la única propuesta de cine que ha quedado en la ciudad y contarles con la voz de uno de sus operadores, cómo es este trabajo de ofrecer historias a través de una pantalla.
La puerta se abre y crece ante mí la extensa escalera caracol que se dispara hacia arriba. Dos o tres vueltas en sí mismo y ya estoy en la cabina donde amablemente Marcelo Luque me recibe. El es de Villa María. Se dedica a este oficio desde 1998 con la misma empresa que hoy ha desplegado cuatro cómodas salas insertas dentro de un hipermercado. Hace ya varios años el titular del cine local, Fernando Ateca, le propuso la tarea que Marcelo emprendió luego de ser operador en las recordadas Radio Río 101.1 en Villa Nueva y la emisora del Obispado.
Sus inicios los recuerda en la calle Corrientes cuando remplazaba a quienes, por aquel entonces, eran los operadores del momento. Hoy esas personas de las que aprendió se han jubilado y le toca jugar de titular. Define a su tarea de apasionante, pero aclara que la condición indispensable es que a uno le guste; porque el trabajo de operador es muy solitario. Son seis días a la semana, que durante siete horas debe convivir entre el “claqueteo” de las máquinas y la soledad propia de esta actividad. En su gran cabina de trabajo están instalados tres proyectores de 35 mm, que han sido heredados de cuando el cine se encontraba en pleno centro; más un nuevo proyector de última generación, que se utiliza para ofrecer las películas digitales en 2D y 3D.
EL LEGENDARIO FORMATO: 35 MM
Las películas de 35 mm tomaron ese nombre porque las tiras en las que vienen grabadas tienen ese ancho, un formato que con algunos cambios y agregados continúa utilizándose desde los albores de la cinematografía.
Marcelo tira varias veces de la punta de un rollo para encontrar la parte donde está plasmada la clasificación de la película, luego la arruga y dado el material con el que se fabrica ahora, la cinta recobra su forma, se vuelve indestructible e ignífuga. El celuloide en ese sentido era un gran problema, dado que la gran temperatura que generaban los proyectores y la propiedad combustible del celuloide podrían provocar incendios y causar accidentes como el que sufrió Alfredo, recordarán, en “Cine paradiso”.
La explicación del entrevistado continúa diciendo que la frecuencia de trabajo son 24 cuadros por segundo, esto significa que en un segundo se pasan 24 fotogramas (o fotos si lo prefiere); por ello es que los rollos de cinta son muy extensos. Aproximadamente en una hora hay seis mil metros de cinta. Es esta la que pasa de una gran bobina superior donde está cargada a una vacía inferior, que se va llenando a medida que el filme transcurre. Pero antes, la cinta atraviesa por una gran cantidad de rodillos y cabezales que transportzzan las historias que se decodifican en imagen sonido.
Marcelo me guía, me muestra los proyectores y me cuenta de qué manera se han ido armando, dado que algunos poseen cabezal alemán, bases norteamericanas, otras partes de industria nacional y nos aclara que en la actualidad se hace complicado conseguir algunos materiales o repuestos por lo que se debe apelar a la inventiva, para solucionar los inconvenientes que se vayan apareciendo. La tapa de uno de los proyectores se abre ante mí y la lámpara ofrece su luz brillante, los haces se reflectan en espejos que generan así la magia que ha cautivado a grandes y chicos durante muchas décadas.
LOS ACTOS
Las películas llegan al cine en diferentes latas resguardadas por bolsas que las protegen. El ex operador de radio nos cuenta al respecto que, cada título no viene en un solo rollo, sino que se divide en actos. “Lo que hacemos nosotros es unirlos en un rollo más grande”. Para ello utilizan una tabla que contiene unos clavitos que encajan perfectamente con los orificios que la cinta dispone en cada uno de los lados. De esta manera esa parte se mantiene rígida hasta que se le une la otra, se hacen coincidir los cuadros, y con acetona o con cinta se ensamblan los actos. “Sucede que antes se proyectaba en actos. El operador cuando veía que en la esquina superior derecha se hacía un círculo, estaba la señal de que debía encender el otro proyector para continuar con el siguiente acto. Había que tratar de que el público no lo notara.”
“Las películas vienen en dos formatos que son los más conocidos en cine, que son el full screen o pantalla completa y el formato cinescope o 16.9 que se ve alargado. Usamos un tipo de lente que es grande, que es una secuencia de 6 ó 7 lentes que hacen que la película se achate y la veamos en toda la pantalla. Eso trabaja con la distancia, con la apertura del lente, la apertura focal y con muchas otras cosas que se ponen en juego.”
Tal como si fuera el corte transversal de un árbol, los distintos cambios de colores en el rollo que contiene una película completa, marcan, aproximadamente, los diferentes actos. Un acto puede durar unos 15 minutos y ostenta un gran peso. Sería una cuestión matemática saber que una película de una hora y media lleva alrededor de seis actos.
Retomando la cuestión del material con el que se han construido le consultamos a Marcelo si el hecho de que ahora las cintas se construyan en un tipo de plástico modifican la imagen y el sonido. Nuestro interlocutor dice que no, “incluso la banda de sonido que vimos recién era cian, antes venía en negro; pero esto sucede porque ahora se le hacen dos o tres procesos menos con el fin de abaratar costos.” Consultado por quienes son las grandes distribuidoras de la actualidad, la Sony, Distribution Company, Primer Plano, Disney son las primeras que se le vienen a la mente.
Desde que subí a la cabina de proyección el sonido de los proyectores funcionando se ha metido en mis oídos, pero ya no lo escucho hasta ahora en que revivo este momento desgravando la nota. Al respecto Marcelo me dijo que aún sigue apasionado con la profesión, “a ese sonido ya me acostumbré”. Le pregunto por qué razón están encendidos los proyectores si varios de ellos no están proyectando nada. Simple, “los cabezales trabajan con aceite y deben calentarse para responder satisfactoriamente”.
LA REVOLUCION DIGITAL
Como frutilla del postre, Marcelo nos lleva al final de la cabina. Allí en un cuarto excesivamente refrigerado está instalado un proyector de grandes dimensiones. Desde allí se controla la sala de cine digital que es lo más novedoso en esto de mostrar las producciones del séptimo arte.
Aquí un servidor controla todo digitalmente. Intrigados con este nuevo sistema de proyección de películas, Marcelo, se nos adelanta y nos cuenta al respecto. “La película viene en una valija de plástico precintada, es un disco rígido que se inserta acá (nos muestra un rack que contiene varios controles y el lugar para colocar ese disco rígido externo), allí se copia la película. Una vez que se descargó, se coloca un código de seguridad, que de acuerdo a lo que hayas contratado con la compañía te habilitará para proyectarla tantas veces en un período de tiempo determinado.” De esa manera se evita la piratería, pero además el sistema tiene multiplicidad de funciones que optimizan y facilitan la proyección de las películas. Con este sistema es posible programar a qué hora queremos que comience o cuándo queremos que se apaguen las luces; además en pantalla se puede ver en qué momento de la película se encuentra y cuánto falta para culminar, entre otras funciones. Todo es programable.
La posibilidad de que se generen problemas con este tipo de aparatos, es mucho menor y en caso de suceder, una luz roja y un silbato alertará al operador que acudirá para solucionarlo. Pero a pesar de que todo parece tan fácil, la tecnología es importada, por lo tanto en inglés, con lo que le exigió al operador aprender un sistema diferente, con funciones y manuales en un idioma diferente (inglés).
EL CINE NACIONAL
Mis últimas preguntas radican en saber si ha notado cambios en el público de cine en estos años. ¿De qué manera lo experimentó en su trabajo? Al respecto, el entrevistado dice “cuando hicimos el cambio de lugar, toda la gente decía que no iba a venir nadie acá, pero finalmente no fue así, la mejor inversión está hecha, hay mejor sonido, las salas son más cómodas. Viene la gente, los fines de semana se llena, porque además forma parte de venir a visitar el hipermercado.” “En la calle Corrientes iba la gente, pero el factor determinante de que vayan o no, era el tema de las películas.”
¿Y en el caso de las películas argentinas?, le consulto: “Después de ‘El secreto de sus ojos’ la gente se vuelca más a ver cine nacional.”
Y a veces sucede que, gracias a un excelente filme, que recoge excelentes críticas y obtiene el galardón del “Oscar a la mejor película extranjera”, se genera la posibilidad de que (además de las propuestas extranjeras) mucha gente vuelva a creer en el cine nacional. Y eso está muy bien y es algo que no dejamos de celebrar.
Lo saludo a Marcelo y caracoleo la escalera hasta el final. Empujo las barras y salgo hacia el estacionamiento. Allá arriba quedó él preparando quién sabe qué detalle, para que podamos seguir disfrutando las historias, que como en la vida misma, no culminan jamás.