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Entre Ríos es una provincia literalmente abrazada por dos afluentes que la llenan de vida y de bellezas: el Paraná y el Uruguay |
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Escribe:
Pepo Garay
Especial para EL DIARIO
Entre Ríos. El nombre lo dice todo. Una provincia literalmente abrazada por dos afluentes que la llenan de vida y de bellezas: el Paraná y el Uruguay. El primero lo hace al oeste, marcando el límite con Santa Fe. El segundo al este, fijando la frontera con la hermana República Oriental del Uruguay. Los dos son vigilados por ciudades y pueblos, generadores de visitas a partir de sus atractivas siluetas, copiosas en naturaleza, cultura del Litoral e historia. Ergo: mucho para ver.
El río Paraná
La segunda cuenca más extensa de Sudamérica le da título a la capital entrerriana: Paraná.
Una ciudad a la que el papel de puerta de entrada a la región mesopotámica le sienta muy bien. Sus mejores atributos descansan, cuando no, a la vera del río.
Una espléndida costanera que regala postales a granel, con balnearios para disfrutar incluso en esta época del año y el Parque Urquiza, pulmón urbano de 44 hectáreas de verde. Asimismo, construcciones como la Casa de Gobierno, el edificio de Correos y Comunicaciones, la Catedral y la Iglesia San Miguel, dan cuenta del valor arquitectónico e histórico local.
Siguiendo la huella del Paraná, aparecen municipios que también han labrado buena parte de su perfil inspirados en el agua.
Es el caso de Villa Urquiza y La Paz, ambas al norte de la cabecera provincial. Localidades dotadas de playas especiales para contemplar el entorno e inolvidables atardeceres. Hacia el sur, Victoria surge con atractivos similares y la impronta que marca el colosal puente que la une con Rosario.
Bastante antes, en las adyacencias de Diamante, el viajero se encuentra con el Parque Nacional Predelta. Un amalgama de islas cubiertas de pajonales y lagunas, pletóricas de diversidad vegetal y animal. Ideal para recorrer a bordo de un bote o lancha.
El río Uruguay
En Entre Ríos, la costa del Uruguay es aún más generosa que la ribera occidental: 300 kilómetros que despliegan rincones de especial encanto. Localidades apostadas en torno a la corriente, a su surco de exuberancia, ejercen de imán de turistas. Al norte, Chajarí, Federación y Concordia estampan el talante de la zona. Tranquilidad en el paisaje, de vegetación con arena y suaves olitas, tan bien macerado con el andar local y su mate en mano.
Tomando rumbo sur, Colón defiende su papel de favorita con una extensa línea de costa y un coqueto centro. Cerquita, San José y Villa Elisa contagian a partir de un tono sensiblemente más introvertido, con algo de carácter rural. Después, Concepción del Uruguay y Gualeguaychú cierran el circuito. Esta última disfruta de una elegante costanera y una infraestructura hotelera muy bien pertrechada, con casino incluido. El aura de Carnaval hace el resto.
Pero el este todavía guarda riquezas. Y de alto nivel por cierto. El Palacio San José, otrora residencia del ex presidente Justo José de Urquiza, es una de las joyas prometidas.
La otra es el Parque Nacional El Palmar. Edén de 8.500 hectáreas, repleto de palmares y una diversidad de ambientes que también incluye pastizales, bosquecillos, pajonales y selva ribereña. Pequeños arroyos lo surcan, igual que senderos a través de los cuales el visitante disfruta de bucólicas postales.
Termas, pesca y aves
Casi todos los municipios mencionados anteriormente gozan además de la bendición de las termas (sólo Paraná y Villa Urquiza son la excepción).
Aguas cálidas que brotan desde los fondos de la tierra, generando un importante movimiento turístico. Los complejos de piletas funcionan el año entero y resultan sumamente recomendables si lo que se busca es descanso con todas las letras. Además, la pesca (tan popular entre los habitantes del Litoral) y el avistaje de aves, convidan a los amantes de la naturaleza desde ambos lados del territorio entrerriano. Suelo de abundancias. Y de esplendor.
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