El 17 de mayo de 2001 el oficial de Justicia se aprestaba a hacer cumplir la orden de desalojo contra la vivienda de Javier Caula, uno de los vecinos de Solares de la Villa, el complejo de viviendas construido por Jorge Suárez a través de un plan habitacional impulsado en Villa María por la mutual de los bancarios. Caula ya había pagado el valor de la vivienda, pero Suárez le reclamaba otra cantidad similar. Situaciones similares atravesaban el resto de los vecinos.
Pese a lo difícil del momento, la jornada estuvo marcada a fuego por la solidaridad de los vecinos, no sólo del barrio San Juan Bautista, sino de toda la ciudad, quienes se encadenaron frente a la casa para impedir el ingreso de las fuerzas policiales. Era mayo de 2001, año difícil para los argentinos que salíamos de una década en la que el liberalismo económico había provocado el cierre de fábricas y fuentes productivas de trabajo y las esperanzas de un nuevo tiempo se vieron derrumbadas abruptamente con la crisis de diciembre.
En ese contexto fue en el que el oficial de Justicia llegó al barrio con una orden de desalojo y un fuerte operativo policial para concretarlo.
EL DIARIO estuvo presente en esa jornada histórica y así lo relatábamos: “Barricadas ardiendo, gente encadenada a una vivienda y cantando a viva voz el Himno Nacional, fuerzas de choque de la Policía... Esas imágenes en movimiento, ese cóctel explosivo no estalló por algo que es difícil de explicar. En cada uno de los 350 protagonistas de las escenas de ayer (vecinos, funcionarios de la Justicia, políticos, gremialistas, policías y periodistas) afloró una inmensa necesidad de sentirse seres humanos, iguales en algún punto”.
La nota publicada en la oportunidad dio cuenta de que había en el operativo 50 policías, muchos de ellos preparados con cascos, escudos y machetes, para hacer cumplir una orden de un juez de Buenos Aires, Jorge Ríos Carranza, que desconocía el proceso que se sustanciaba contra el responsable de la constructora y el de la mutual en Villa María.
“Los integrantes de otras 39 familias no duermen. Pesadillas con hombres de portafolios que se detienen en sus casas cada hora les quitan el sueño (les roban los sueños). ‘Justo en esta calle, que tiene el nombre del Gallego (por Requena), uno de los grandes luchadores sociales y gremiales que dio la ciudad y al que por su honestidad y convicción de justicia los milicos hicieron desaparecer’, comentó un hombre escondido detrás de una gorra a la que el hollín de las barricadas incendiadas le iba cambiando el color”, relataba la crónica de la resistencia.
“Primero llegó el oficial de Tribunales Carlos Menna acompañado por cuatro uniformados, que fueron recibidos con las estrofas del Himno Nacional, cantado (gritado) por unas 300 personas que ya estaban allí. Eran vecinos de Solares de la Villa, vecinos de otros barrios, vecinos vecinalistas, vecinos concejales, vecinos sindicalistas, vecinos periodistas...”.
Rápidamente comprendieron que la solidaridad y la impotencia colectiva pueden ser una fórmula química de impredecible reacción.
Se alejaron unos metros y pidieron más refuerzos. Estaban casi al alcance de la mano. En minutos, desde la ruta pesada y a través de un baldío que se confunde con los fondos de la casa de los Caula, se los vio de frente, desfilando.
Menna era en ese momento un ser humano lleno de contradicciones en su interior. La orden judicial decía una cosa y el sentido común, otra. El oficial de Justicia transmitió la orden de actuar al comisario Rudy Audisio, quien la elevó a sus hombres (y mujeres, porque también había personal femenino, presumiblemente para sacar a los niños del interior de la vivienda).
Así se fueron desencadenando los hechos. Menna asumió la responsabilidad, pese a las amenazas de sanción que recibió, hasta que la jueza -por entonces, de Menores- Cecilia Fernández dijo que había niños en riesgo y ordenó suspender el desalojo.
Discurso del corazón
Los que estuvimos en esa agitada jornada no pudimos dejar de conmovernos con las palabras de uno de los vecinos, Alberto Barroso.
Dirigiéndose a los policías que tenían la orden de entrar por la fuerza les dijo: “Muchachos, somos gente de trabajo como ustedes. ¿Acaso creen que estaríamos defendiendo así estas viviendas si no fueran nuestras, si no las hubiéramos pagado? Yo les pido que no lo vuelvan a intentar. Que venga el juez y ponga la cara, no ustedes. Ustedes son como nosotros y nosotros tenemos a dos personas rociadas (con nafta) dispuestas a prenderse fuego y ustedes no tienen que ser cómplices de sus muertes...”.
Las lágrimas que rodaban en los rostros de varios policías hacían predecir que el desalojo no se iba a concretar, como finalmente sucedió.
La situación hoy
Tras la tensión de aquella jornada siguió la batalla en Tribunales. Eduardo “Tati” Rodríguez, representante legal de la mayoría de los vecinos, siguió la causa en la instancia judicial.
Después de años de idas y venidas la Justicia imputó a Jorge Suárez, de la constructora, y a Luis Juárez, de la Asociación Bancaria, como supuestos autores de administración fraudulenta.
Por tratarse de personas sin antecedentes les otorgaron el beneficio de la probation.
Mientras tanto, los vecinos van desentramando la situación y pueden ir escriturando sus viviendas, por las que pagaron y por las que resistieron todos juntos y solidariamente.