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7 de Septiembre de 2012
Congreso contra la Trata y la Explotación Sexual
“No se educa para el placer sexual”
Un médico psiquiatra dio su parecer en una charla con EL DIARIO
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“No hay hu­ma­ni­dad en el ca­pi­tal ni en el ‘se­rio’ tam­po­co, acla­re­mos. No hay nin­gu­na ma­ne­ra de ape­lar a la hu­ma­ni­dad en un pro­xe­ne­ta”, dijo el psiquiatra. Expresó que se necesitarán décadas para revertir este drama

 

Al­fre­do Gran­de es mé­di­co psi­quia­tra, psi­coa­na­lis­ta, do­cen­te y coo­pe­ra­ti­vis­ta, per­te­ne­cien­te a la “Red no a la Tra­ta”. Di­ser­tó en el Ter­cer Con­gre­so Na­cio­nal del In­te­rior del país y Pri­me­ro del Mer­co­sur con­tra la Tra­ta y la Ex­plo­ta­ción Se­xual, en Vi­lla Ma­ría. En ese mar­co, dia­lo­gó con EL DIA­RIO so­bre el dra­ma de la tra­ta.
“Yo lo plan­teo des­de el pun­to de vis­ta cul­tu­ral e ideo­ló­gi­co, no tan­to des­de lo ju­rí­di­co si­no de los pro­ble­mas que ha­cen a la for­ma de pen­sar y vi­vir la vi­da. Y en ese con­tex­to di­go que al­go de­be es­tar muy en­fer­mo en la sa­lud pa­ra que la tra­ta sea al­go po­si­ble”, fue lo pri­me­ro que di­jo.
- Mu­chos sos­tie­nen que la lu­cha de­be es­tar en­ca­mi­na­da en crear con­cien­cia en los va­ro­nes, por­que sin clien­tes no hay tra­ta. ¿Coin­ci­de?
“Sí, pe­ro los va­ro­nes tam­bién es­tán for­ma­tea­dos des­de in­te­re­ses cul­tu­ra­les que van más allá del gé­ne­ro. La cul­pa­bi­li­dad del con­su­mo de la ex­plo­ta­ción se­xual no pa­sa por el va­rón co­mo va­rón, si­no por em­pre­sa­rios, ca­pi­ta­lis­tas, tra­fi­can­tes y es cier­to que pue­de ha­ber pre­do­mi­nan­cia de gé­ne­ro pe­ro tam­bién es cier­to que hay mu­je­res que re­gen­tean pros­tí­bu­los. Es un re­duc­cio­nis­mo plan­tear­lo des­de el te­ma de gé­ne­ro y hay que ver­lo des­de el porqué la cul­tu­ra re­pri­me la se­xua­li­dad y por qué sin lu­char por la li­be­ra­ción se­xual se ha he­cho es­te ata­jo per­ver­so de la pros­ti­tu­ción y la tra­ta.
Es un te­ma cul­tu­ral muy pro­fun­do, po­de­mos ci­tar in­clu­so tex­tos bi­blí­cos don­de la mu­jer que­da con­de­na­da de por vi­da, re­cor­de­mos la que­ma de bru­jas. El ata­que a la mu­jer vie­ne des­de ha­ce si­glos y no de­pen­de de la vo­lun­tad de nin­gún va­rón pa­ra cam­biar­la.”
- ¿De qué de­pen­de?
“De un cam­bio de las re­la­cio­nes de los gé­ne­ros. Pen­se­mos que has­ta ha­ce po­cos años, dé­ca­das, la ho­mo­se­xua­li­dad era una en­fer­me­dad. Por eso hay mu­cho que cam­biar. Pen­se­mos que quie­nes es­tán en el ne­go­cio de la tra­ta no lo ha­cen por ser va­ro­nes, si­no que son va­ro­nes li­ga­dos a la tra­ta. Se tra­ta de una in­dus­tria y no de­pen­de de la vo­lun­tad de las par­tes, tie­ne in­te­rés pro­pio. Me im­por­ta po­co si los que fa­bri­can dro­ga son mu­je­res o va­ro­nes. Hay que mi­rar­lo des­de una pers­pec­ti­va de una in­dus­tria de al­tí­si­ma ren­ta y en­fren­ta­da con ar­cos y fle­chas: los tra­fi­can­tes tie­nen ar­mas de úl­ti­ma ge­ne­ra­ción y los que se opo­nen a ellos es­tán con ri­fle de ai­re com­pri­mi­do.”
- ¿Qué mi­ra­da tie­ne de las ra­zo­nes de la pros­ti­tu­ción?
“La se­xua­li­dad aún hoy es ta­bú. No se edu­ca pa­ra la se­xua­li­dad li­bre, no se edu­ca pa­ra el pla­cer, pa­ra la li­ber­tad del cuer­po. Si­gue sien­do muy di­fí­cil la edu­ca­ción se­xual de las es­cue­las, si­gue ha­bien­do ins­ti­tu­tos que con­si­de­ran  que la se­xua­li­dad es, en el me­jor de los ca­sos, un mal ne­ce­sa­rio. La se­xua­li­dad re­pri­mi­da si­gue vi­gen­te a pe­sar del dis­cur­so pseu­do­li­be­ral. Y eso lle­va a es­te apro­ve­cha­mien­to en­tre el se­xo y el di­ne­ro. Es al­go  pla­ne­ta­rio, sí, pe­ro pla­ne­ta­ria­men­te el te­ma se­xua­li­dad no es­tá re­suel­to.
En al­gu­na épo­ca cer­ca­na a la dé­ca­da del 60, pa­re­cía que se re­sol­vía, pe­ro con el SI­DA vol­vi­mos mu­chas dé­ca­das atrás.
La pros­ti­tu­ción es una de las for­mas de la se­xua­li­dad re­pre­so­ra y no po­drá ser eli­mi­na­da fá­cil­men­te.”
- ¿Una per­so­na pue­de ele­gir ha­cer­lo li­bre­men­te?
“Creo en la elec­ción li­bre de mu­chas co­sas, pe­ro no es sig­ni­fi­ca­ti­vo. El fe­nó­me­no de la pros­ti­tu­ción no se da por las per­so­nas que lo ha­cen li­bre­men­te, que son las lla­ma­das VIP, que con­si­guen gran acu­mu­la­ción de di­ne­ro y no ha­ce al pro­ble­ma en sí. Es co­mo la pe­do­fi­lia. Una per­so­na pue­de te­ner sa­tis­fac­ción se­xual con los ni­ños -ten­go pa­cien­tes- pe­ro eso no tie­ne que ver con la pe­do­fi­lia, la que si tie­ne la mag­ni­tud que tie­ne es por­que es­tá pro­mo­vi­da, por­que hay im­pu­ni­dad, por­que el ni­ño no tie­ne nin­gún lu­gar don­de ape­lar e in­clu­so las fi­gu­ras que abu­san de él son san­tas: fa­mi­lia, maes­tros. Eso es lo que au­men­ta la pe­do­fi­lia, no la per­ver­sión pe­dó­fi­la de las per­so­nas, que tam­po­co es tan ge­ne­ra­li­za­da.
La li­bre elec­ción del in­di­vi­duo no tie­ne na­da que ver con la des­me­su­ra de la in­dus­tria de la pros­ti­tu­ción y la tra­ta.”
- ¿El clien­te de un pros­tí­bu­lo es cons­cien­te de lo que pue­de es­tar pa­de­cien­do la mu­jer?
“No. La vi­si­bi­li­dad de la víc­ti­ma de tra­ta no exis­te. En ge­ne­ral el hom­bre nun­ca se lo plan­teó, qui­zás aho­ra co­mien­ce a ha­cer­lo con tan­ta di­fu­sión. Ocu­rre que la mu­jer no es­tá es­po­sa­da, pi­ca­nea­da, en­ca­de­na­da, si­no que se la pre­sen­ta co­mo li­bre­men­te. Esos hom­bres tam­bién es­tán so­me­ti­dos a una fuer­te re­pre­sión se­xual.”
- ¿Có­mo de­fi­ni­ría a las ca­rac­te­rís­ti­cas de per­so­na­li­dad del pro­xe­ne­ta?
“Es un ex­plo­ta­dor que bus­ca su lu­cro, no le im­por­tan los me­dios. En el mun­do la lu­cha del ca­pi­tal pa­ra ma­xi­mi­xar el lu­cro es de una cruel­dad inau­di­ta. Ade­más, no ven a las víc­ti­mas por­que tie­nen in­ter­me­dia­rios, así co­mo un tra­fi­can­te de dro­gas no ve al dro­ga­dic­to. La fra­se ‘No es na­da per­so­nal’ es de la ma­fia, por­que no ven a las víc­ti­mas. No hay hu­ma­ni­dad en el ca­pi­tal, en el ‘se­rio’ tam­po­co, acla­re­mos. No hay nin­gu­na ma­ne­ra de ape­lar a la hu­ma­ni­dad en un pro­xe­ne­ta.”
Die­go Ben­goa

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