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Pepo Garay
Especial para EL DIARIO

No siempre se trata de visitar espacios acaudalados en prestigio turístico. Definitivamente, resultaría un error resumir nuestro universo de viajes a una serie de destinos con cierta fama ganada. En nuestro rico y extenso país existen muchas alternativas, a veces poco conocidas. Es hora de abrir los ojos entonces y comenzar a deshilar esa bola de propuestas.
Así, dirigiendo la mirada hacia el este, aparecen las localidades de Entre Ríos, una provincia acaudalada en bellezas. Villa Elisa, pequeño poblado cercano al límite con Uruguay es un fiel ejemplo. Aquí, la madre naturaleza trajo su regalo desde abajo de la tierra. Las termas, esas aguas tan apreciadas por el turismo, emergen para bendecir al terreno.

Parque termal
El primer afluente de agua termal, descubierto hace algo más de 10 años, revolucionó al municipio. La localidad, acostumbrada a la actividad del campo (sobre todo a partir de la lechería y la avicultura), hallaba una nueva veta para su economía. Las termas significaron un importante crecimiento, a partir de la llegada de visitantes atraídos por los torrentes medicinales.
De esta forma, Villa Elisa fue transformando su fisonomía. Era necesario acompañar el fenómeno con una infraestructura acorde a las circunstancias. Hoteles, bungalows, cabañas y restaurantes sostuvieron la moción. Pero sin dudas, el emprendimiento que sentó las bases fue el complejo de piscinas. Dentro del parque, se reparten un lago artificial y múltiples piletas.
En la principal, la temperatura del agua asciende a 41º, lo que permite acceder a un estado de descanso y relax óptimos. Las propiedades del mineral hacen el resto.

Encantos de pueblo
A pesar de la movida turística, Villa Elisa sigue conservando sus características de pueblo que la han identificado desde siempre. La tranquilidad de los parques y plazas crean un ambiente especial. Afuera de las casas, los locales disfrutan del benigno clima entrerriano, acompañados por el infaltable mate. Esta tradición, junto con otras costumbres, vincula a los elisenses con la serenidad propia de los uruguayos. No hace falta ser sociólogo para percatarse de la influencia que las cercanías geográficas juegan en ese sentido.
Amén de la paz reinante, el municipio de diez mil habitantes goza de vitalidad y ofrece alguna que otra salida para el visitante de turno. Al respecto, el Museo-Estancia El Porvenir representa una excelente oportunidad para sumergirse en el ámbito rural de esta zona del país. En el centro del poblado, llama la atención la Iglesia Virgen Niña. Vestida de blanco, la estructura presenta extrañas y cautivantes formas, con aires góticos.
Otra opción es subirse al Tren Histórico y apreciar los 36 kilómetros de recorrido, atravesando los paisajes entrerrianos hasta el famoso Palacio San José. La antigua residencia del general Urquiza es un atractivo por excelencia de la región. Visitarla suma instrucciones a la hora de armar el rompecabezas de la historia argentina.

Un nuevo semblante
Así como otras nueve ciudades y pueblos de la provincia, Villa Elisa despertó de la siesta gracias a sus termas. Con el modelo de diferentes destinos nacionales de este tipo, como Río Hondo, por ejemplo, suma adeptos. Y mientras se acomoda a su nuevo semblante, continúa disfrutando las ofrendas del entorno.