“Estoy cansada, agobiada… no sé cómo hacer para atender a los dos chicos y todas las cosas de la casa. ¡No puedo más, no lo puedo manejar! Ya no es como antes, no tengo ganas”.
Apenas dos días antes de degollar a sus hijos, María Soledad Oliva Paradela (29) se confesó telefónicamente con una tía que vive en Córdoba, en una charla que anunciaba un evidente desborde emocional. Claro que la confidente no imaginaba “en absoluto” el trágico desenlace de aquella madrugada del jueves 16 de diciembre de 2010.
La mujer en cuestión es Susana Beatriz Paradela, quien al comparecer ayer en la sala de audiencias de la Cámara del Crimen local dijo ser tía de María Soledad, aunque luego aclaró que, en realidad, era prima segunda de la madre de la joven filicida.
Su testimonio, impregnado de percepciones auditivas, fue uno de los más importantes de la cuarta jornada del juicio que se le sigue a Oliva Paradela por el “doble homicidio calificado por el vínculo” de los pequeños Andrés Samuel y Lucas David Lozano, de 5 años y siete meses, respectivamente.
Con la claridad descriptiva que caracteriza a los docentes (Susana es profesora en una escuela de la capital provincial), la testigo recordó pasajes de las muchas conversaciones que mantuvo con su “sobrina”, aunque la más significativa fue la del martes 14 de diciembre de 2010, cuando le contó que estaba “agobiada” por no poder asistir a sus hijos y realizar las tareas hogareñas.
“María Soledad se sentía desbordada. Me dijo que no tenía las mismas ganas de antes, pero no explicitó si eran ganas de seguir, ganas de vivir… ¡no sé! Sólo dijo que ya no tenía ganas”, relató Susana con pesadumbre en las palabras. Y agregó: “Todo eso me lo dijo dos días antes del hecho”.
El “todo eso” al que aludió la maestra cordobesa incluyó otras frases que María Soledad le transmitió a través del teléfono, en la última de numerosas charlas que mantenían bastante seguido: “Me contó que estaba cansada, agobiada, que no sabía cómo hacer para atender a los dos chicos y todas las cosas de la casa. Me dijo ‘no puedo más, tía, no lo puedo manejar; ya no es como antes, no tengo ganas’. Se sentía desbordada. Además, Fabián (Lozano, el esposo) trabajaba todo el día y volvía a la noche”.
Cuando el fiscal Francisco Márquez le preguntó si esa conversación la llevó a pensar que la acusada pudiese asesinar a sus hijos, la mujer exclamó: “¡Ni se me cruzó por la cabeza! Por eso, cuando me enteré lo que había pasado, me sorprendió totalmente”.
En otro pasaje de su extenso comparendo, Susana Paradela dijo que conoce a María Soledad “desde que nació”, supo que “desde chiquita tenía convulsiones” y participó de varios acontecimientos importantes en la vida de la acusada. “Estuve en el casamiento y los vi muy enamorados; ella estaba como en un estado especial, y Fabián muy contento… fue una etapa muy buena”. Y añadió: “Luego vino un período como si hubiera habido una declinación”.
Después del cruento episodio de diciembre de 2010, Susana refirió que vio a Fabián “muy enojado, molesto… estaba dolido, azorado. Pero luego fue variando paulatinamente y vi renacer ese amor. Tenía una mirada amorosa hacia María Soledad y pude advertir que la ama, a pesar de todo”.
Susana contó también que Andrés “era un remolino… un chiquito muy estimulado, pero alegre, sociable, comunicativo y cariñoso, que le gustaba mucho hablar por teléfono. Y ella lo trataba como una madre normal, cariñosa… yo no vi otra cosa”.
Más adelante, la testigo dijo que “después del nacimiento de Lucas la noté más cansada, más decaída, más estresada, y a Fabián lo noté más tenso, como si hubiera habido un cambio”.
“Durante el embarazo, ella me contaba que no se sentía bien, que se sentía sola. Ese tiempo fue difícil para Sole y me hablaba muy seguido”, agregó Susana, para luego precisar que “al quinto mes estaba muy agotada”.
La docente recordó que “después que le hicieron una ecografía para confirmarle el sexo del segundo bebé, Soledad me llamó y me dijo: ‘tía, es otro muchacho’… ella hablaba así. Me contó que se sentía mejor y que lo único que quería era que el parto llegara a buen término”.
Sin embargo, cuando Lucas nació, “me dijo que a Fabián le hubiera gustado una nena, y a ella también. Yo le dije que no se preocupara -añadió Susana- que la nena ya iba a llegar, pero ella me dijo ‘por ahora, basta… con dos ya tengo mucho trabajo’, aunque dejó entrever que no descartaba tener un tercer hijo más adelante”.
Paradela marcó también que el cambio en el estado de ánimo de María Soledad “se produjo a partir del nacimiento del segundo bebé” y que cuando la visitó en Córdoba, “la noté bastante estresada”.
Dos médicas
También procedentes de la capital provincial, declararon ayer dos médicas que asistieron a Oliva Paradela, aunque en distintas circunstancias. La neuróloga Lucía María Bonomi la atendió en relación a la epilepsia que la acusada padece desde pequeña, mientras que la obstetra Silvia Beatriz Milanese trajo al mundo al pequeño Lucas, en una clínica de barrio General Paz de Córdoba.
Bonomi refirió que le cambió la medicación a María Soledad, y que por esa razón “ahora tiene una mejor socialización, no sufre más crisis, está estabilizada y tiene buena conducta”.
Entre otras muchas cuestiones técnicas, la profesional señaló que la acusada padece epilepsia parcial compleja, enfermedad que describió como un “estado de oscurecimiento de la conciencia”.
En tanto, Milanese recordó que el nacimiento de Lucas se hizo mediante una cesárea y que fue “a término”.
El padrino y el cura párroco
Otros dos testigos que comparecieron en la víspera fueron el sacerdote Maximiliano Savoretti, ex cura párroco de la iglesia Nuestra Señora del Rosario de Villa Nueva, y el ex concejal y actual tribuno de Cuentas de la vecina ciudad, Francisco Enrique Bordini. El primero bautizó a Lucas y el segundo fue su padrino.
Ambos refirieron haber compartido muchos encuentros con la familia Lozano-Oliva Paradela y coincidieron en señalar que Fabián y María Soledad “eran una pareja normal” y que Andrés era un niño “muy activo”.
Los dos testigos relataron haber compartido almuerzos o cenas con ellos y que se sorprendieron con el trágico episodio, por el que se mostraron muy conmovidos.
Más testigos
Ayer también declararon el cabo primero Diego Carabajal, de la Unidad Departamental General San Martín, y Lucía Edith Vera, propietaria del geriátrico “Santa Lucía” de Villa Nueva, donde está internada la madre de Lozano, Elena Garafini, de 85 años.
El funcionario policial declaró en relación al secuestro de un segundo cuchillo (que habría utilizado Oliva Paradela para ultimar a sus hijos), hallado al día siguiente del doble crimen, debajo de una cómoda, mientras que la mujer sostuvo que la abuela paterna de los niños padece Alzheimer y que está alojada en su geriátrico desde febrero de 2009.
El juicio continuará hoy, desde las 9, con la recepción de nuevos testimonios.
LAS FOTOGRAFIAS:
1) “Después del nacimiento de Lucas, noté a María Soledad más cansada, más decaída, más estresada, y a Fabián más tenso, como si hubiera habido un cambio”, señaló Susana Paradela durante su extenso y revelador testimonio
2) El conocido dirigente político
villanovense Francisco “Panchito” Bordini era padrino del menor de los hermanitos Lozano. Al declarar, dijo que Fabián y María Soledad formaban “una pareja normal”
3) Lucía Bonomi, neuróloga de la capital provincial que está atendiendo actualmente a María Soledad Oliva Paradela
4) Maximiliano Savoretti bautizó al pequeño Lucas en la iglesia Nuestra Señora del Rosario
5) Lucía Vera, dueña de un geriátrico en el que está internada la madre de Fabián Lozano
6) Silvia Milanese, la obstetra cordobesa que trajo al mundo al pequeño Lucas David