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El peregrino impertinente
¿A quién no le gustaría conocer Cuba? Que levante la mano así lo apedreo. No, de verdad, creo que la inmensa mayoría querría irse de viaje a la isla. Un paraíso terrenal que fusiona las mejores playas del continente con un contexto socio cultural único en el planeta.
Al viajero de ley esto, justamente, es lo que más le atrae del país caribeño. Los resabios definitivos del comunismo real aún sobreviven allí como en ningún otro rincón del globo. Pero vaya uno a saber hasta cuando.
Ese es el meollo de la cuestión: a la luz de las medidas adoptadas por el Gobierno pos Fidel, el actual sistema político cubano parece condenado a la extinción. De ocurrir tal suceso, la Nación perdería un aliciente...
No nos conviene
Imaginemos una Cuba capitalista: edificios renovados, automóviles Siglo XXI, viejas pueras con botox y siliconas, carteles promocionando invariablemente marcas de jeans, mayonesas o líquidos para frenos… sería terrible para el sentimentalismo del visitante.
Y es que lo que más nos atrae de Cuba es esa cosa de realidad paralela, de dimensión desconocida. Un recreo para nuestra representación habitual del mundo y de las cosas.
Entonces, basta de hinchar con esto de los cambios y qué sé yo. No le conviene a nadie. Bueno, no sé a los cubanos. Pero qué importa, si total a ellos se los ve muy contentos con la salsa, el merengue, las palmeras y eso. Hablo por mí mismo y por todos los agentes de viajes del mundo cuando digo: ¡dejen la revolución en paz, cerdos imperialistas!
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