Una vez más, el clásico de Arroyo Cabral se tiñó de rojo y negro. Porque Colón, en un partido reñido y con poco juego, derrotó por 3 a 1 a Rivadavia, para sumar tres punto importantes, pensando en la pelea del Grupo B.
Con piernas fuertes, varios encontronazos y fútbol a cuentagotas. Así se desarrolló un partido que tuvo todos los matices típicos de un cotejo, donde los dos apostaban fuerte a la victoria, teniendo en cuenta que llegaban necesitados.
Y dentro de ese panorama, quien salió airoso fue el local que, tras un primer tiempo parejo, supo encontrar en el complemento los goles que le permitieron disfrutar ante su más acérrimo rival.
El clásico comenzó con mucha intensidad, entretenido, donde ambos equipos parecían apostar todo al arco rival. En ese inicio, un par de pelotas paradas le permitieron a Colón acercarse al arco defendido por Marcelo Berardo.
Un tiro libre de Yamil Elhall y otro de Lucas Morre, hicieron trabajar desde temprano a Marcelo Berardo, además de un remate de Luis Demichelis que terminó rebotando en la defensa verde.
Rivadavia, por su parte, tenía algunas aproximaciones, pero nunca terminaban de ser situaciones claras como para preocupar a los dirigidos por Leonardo Comba.
Con el correr de los minutos, el encuentro se fue desinflando, dándole lugar a algunas piernas fuertes, a algunos encontronazos, careciendo el mismo de circuitos futbolísticos.
Al local le costaba llegar con pelota dominada al área rival, ya que sus volantes generaban poco y nada de tres cuartos de cancha hacia delante. Entonces, Demichelis y Sandrone sólo tenían alguna posibilidad a través de la pelota parada.
En el visitante, dentro de la primera media hora, no influían debidamente Lucas Giménez y Lucas Barengo, entonces los de Danna eran poco claros a la hora de la ofensiva. Aunque, a decir verdad, los últimos diez minutos del verde fueron interesantes, con chances claras de gol.
A los 40’, Santiago Domínguez envió un centro desde la izquierda para que Gustavo Cerutti pierda la gran posibilidad, ante una interesante aparición de David Paoletti.
Minutos más tarde, un tiro libre de Giménez hizo volar al uno de Colón, con Cerutti otra vez cerca del gol.
En el inicio del complemento, Rivadavia contó con un cabezazo de Andrés Lazo, pero increíblemente el defensor lo perdió solo por el segundo palo. Esa sería la última posibilidad de un visitante, que de ahí en más, comenzó a sufrir el clásico. Porque a los 12’, un tiro libre de Lucas Morre dio en el palo, pero en el rebote apareció Pablo Alvarez para empujar la pelota al gol y decretar el 1 a 0.
Ese tanto quebraría el cotejo a favor del local porque luego se desencadenaron una serie de sucesos que hicieron aumentar el marcador para Colón.
A los 29’, Demichelis fue derribado por Berardo cuando se aprestaba a definir. Roja para el arquero y tiro libre para los de Comba.
Quien se hizo cargo de la pelota fue Morre. Y Lucas le dio la bienvenida al portero juvenil Mayco Beco, con un remate que se clavó en el palo derecho, ante la floja intervención del número doce de Rivadavia, para el 2 a 0 del local.
El visitante, casi al borde del nocaut, intentaba reaccionar, pero nada encontraba. Por el contrario, Colón seguía manejando los hilos del clásico, a tal punto que, a los 36’, llegó el tercero: proyección de Matías Rojas desde la derecha, el envío encontró la cabeza de Luciano Luppo, en el segundo palo y el volante se llenó la boca de gol.
Para las estadísticas, Santiago Domínguez se hizo presente en el marcador, con un golazo típico de su repertorio (remate al ángulo), cuando ya el reloj marcaba el cierre (47’).
Pero claro, nadie le sacó la victoria a los locales, que sumaron un nuevo triunfo, el más deseado, el más anhelado, el del clásico, el del clásico Colón.
Luego del pitazo final de Ricardo Olmedo, en el clásico de Arroyo Cabral se sucedieron una serie de hechos desafortunados que protagonizaron algunos jugadores de Rivadavia, con una fracción de la hinchada de Colón.
Los futbolistas del visitante, encabezados por Andrés Lazo y Lucas Damiani, salieron a discutir con hinchas del local y cuando parecía que todo terminaba en un simple cruce de palabras, comenzó una verdadera trifulca, con golpes de puños, que rápidamente llegó a su fin.
Lo increíble del caso, es que el portón que separa los vestuarios del playón que siempre ocupa la hinchada de Colón, estaba abierto, cuando en realidad esa puerta debe estar bajo llave, con presencia de fuerza policial.