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Una excepción. Miguel Brindisi es uno de los que siempre vuelve y recuerda el cariño que tuvo en el club. Otros fueron más importantes y se fueron mal |
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Escribe:
Juan Manuel Gorno
La disputa mediática que tuvieron los dirigentes en los últimos días, después del pedido de quiebra sobre Alumni que realizaron los jugadores del ascenso, forma parte de un capítulo más en la vida de un club que siempre suele dar qué hablar, entre la sonrisa o el fastidio.
Desde largos años Alumni es un representante fiel de los vaivenes que tiene nuestro fútbol local, pero indudablemente cuenta con el guiño positivo de quienes desean algo diferente cada domingo, tanto sea por lo que puede mostrar en sus equipos como por la calidad de los rivales que enfrenta. Sin embargo, son repetitivos sus problemas internos y su falta de autocrítica, que a veces no ayuda para una armonía institucional.
El caso es que toda esta puja de poder o protagonismo casi siempre largó esquirlas que lastimaron a personajes importantes del fútbol fortinero.
Salvo contadas excepciones, como la de Miguel Brindisi -siempre atento y agradecido del club que le dio su primera chance de dirigir-, si repasa una historia reciente, verá que Pedro Catalano se fue mal de Alumni, después de hacer un trabajo formidable, casi histórico, que contaba con la aceptación de la gente.
En otro proceso, después que Adrián López adujo “estar agotado” y largó esa especie de gerenciamiento, Fabián Yuón debió renunciar a la presidencia cuando notaba que la parte ejecutiva quedaba en manos de Eduardo Accastello, por entonces secretario de Gobierno provincial.
Antes de ello, una cena que promocionaba el gran equipo que después finalmente ascendió, mostraba esas diferencias insalvables y, en lugar de Yuón, que era presidente, en nombre del club habló Daniel Esper, elogiado por Accastello como un dirigente “ejemplar”.
El propio Esper luego no pudo tener injerencia en el fútbol del club y, junto a Guillermo Morelatto “se abrió” casi en silencio.
En la cancha no había dudas. El equipo de Héctor Arzubialde realizó una campaña excepcional, jugó la Promoción y logró el ascenso soñado por todos los villamarienses.
“Hay que unirse, ir todos para adelante, ir por más”, pedía el técnico, en un discurso efectuado en el Palacio Municipal, donde hinchas, dirigentes, jugadores, políticos, periodistas y tantos otros celebraban un momento dulce para el fútbol doméstico.
Pero el pedido de Arzubialde sonaba a utopía. De hecho, con el cambio de comisión, lo que antes sufrió Yuón luego lo padeció Gallotti, en una cena similar.
Con el correr del tiempo, después de hacer una campaña interesante en el Argentino A, el histórico técnico también se fue del club como no debió irse, maltratado hasta por integrantes de la conducción que lo hicieron quedar como “pesetero”.
José Vázquez, el técnico que salvó al equipo del descenso y la Promoción, también tuvo que partir con un gesto negativo, ya que hablaron con otro entrenador para remplazarlo sin por lo menos avisarle que no lo tenían más en cuenta.
Antes de esto, se le quitó por un tiempo la cabina a FM Sport por las críticas recibidas, mientras comenzaba a reaparecer Gallotti con declaraciones picantes.
La queja judicial de los jugadores que alcanzaron el ascenso es la gota que colma el vaso porque muestra que, en este ambiente casi hostil, ni siquiera están exentos los hombres más importantes de la historia futbolística de la institución.
Hoy Alumni está a punto de jugar una nueva temporada en la tercera categoría del fútbol argentino; bien o mal tiene un predio nuevo que será su verdadera casa en el futuro, cuenta con un cuerpo técnico serio, laburador, y arma un plantel con un presupuesto razonable. Pero para dar el salto de calidad, ese que también forma parte de una grandeza institucional, sus dirigentes -los de antes, los de ahora y los de mañana- tendrán que pulir muy bien las relaciones humanas y ser políticamente más correctos. Sólo así la lista que integra Brindisi será más amplia.
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