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16 de Septiembre de 2012
La historia de Agostina Escudero, una niña villamariense que se recupera en el Hospital Privado de Córdoba tras un trasplante de médula
Solidaridad que traspasa las fronteras
Agostina Escudero nació con una extraña enfermedad, cuya única cura era un trasplante de médula. En el Incucai encontraron una donante de Estados Unidos y, gracias a eso, la pequeña de tres años se recupera en el Hospital Privado
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Angel y Dayana, un joven matrimonio al que la adversidad hizo madurar de golpe, relataron lo que le tocó atravesar a Agostina desde su nacimiento. Ahora, es el turno de la esperanza. F2: Agostina abraza el oso de peluche que le regaló la donante

 

Da­ya­na Mo­rre tie­ne ape­nas 20 años y su es­po­so, An­gel Es­cu­de­ro, 24. Am­bos afron­ta­ron con for­ta­le­za y amor a la vi­da, la si­tua­ción que les to­có atra­ve­sar des­de el mis­mo día en que na­ció Agos­ti­na, la hi­ja de am­bos, que el 19 de se­tiem­bre cum­pli­rá tres años.
“Cuan­do mi ma­má le cam­bia los pri­me­ros pa­ña­les vio que la ne­na es­ta­ba lle­na de mo­re­to­nes”, re­la­tó Da­ya­na, al con­tar que des­de el pri­mer mo­men­to ad­vir­tie­ron que al­go no an­da­ba bien.
Los mé­di­cos de Vi­lla Ma­ría de­ri­va­ron a la pe­que­ña a la Ma­ter­ni­dad Pro­vin­cial. “La tra­ji­mos en el ca­mión de mi pa­pá cuan­do só­lo te­nía un día de vi­da. Cuan­do lle­ga­mos a Cór­do­ba los mé­di­cos nos di­je­ron que por suer­te no ha­bía pa­sa­do na­da gra­ve, que en Vi­lla Ma­ría ten­drían que ha­ber­la de­ri­va­do en am­bu­lan­cia”, re­cor­da­ron.
Así em­pe­zó el pe­ri­plo pa­ra Agos­ti­na, la ni­ña que pa­só sus tres años ro­dea­da de en­fer­me­ras y mé­di­cos, da­do que des­pués de al­gu­nos diag­nós­ti­cos fa­lli­dos, le in­di­ca­ron que pa­de­cía una ex­tra­ña en­fer­me­dad: Sín­dro­me de Mielo­dis­pla­sia.
Ese diag­nós­ti­co fue en no­viem­bre del año pa­sa­do. An­tes, ha­bla­ban de otras en­fer­me­da­des que re­que­rían tra­ta­mien­tos con cor­ti­coi­des, ga­ma­glo­bu­li­na y trans­fu­sio­nes. “Ca­da 15 días te­nía­mos que ha­cer­le una trans­fu­sión, por­que te­nía ane­mia, muy ba­jo ni­vel de pla­que­tas y de gló­bu­los blan­cos”, in­for­ma­ron los jó­ve­nes pa­dres.
El diag­nós­ti­co no fue fá­cil de di­ge­rir, da­do que le in­di­ca­ron que ha­bía só­lo una po­si­bi­li­dad: con­se­guir un do­nan­te de mé­du­la.
“Pri­me­ro nos hi­ci­mos no­so­tros el es­tu­dio de com­pa­ti­bi­li­dad y no nos dio. Y co­mo no tie­ne her­ma­nos, la úni­ca po­si­bi­li­dad era en­trar a la lis­ta del In­cu­cai”, re­la­ta­ron.
Así fue que en no­viem­bre del año pa­sa­do, in­gre­sa­ron a esa nó­mi­na. Des­pués de su­pe­rar al­gu­nos es­co­llos con la obra so­cial, lo­gra­ron que cu­brie­ran to­dos los gas­tos y es­pe­ra­ron has­ta que se en­con­tra­ra el do­nan­te com­pa­ti­ble.
“Fi­nal­men­te, lle­gó la no­ti­cia de que la iban a tras­plan­tar, tras cin­co me­ses de es­tar en la lis­ta, lo que, com­pa­ra­do con otros ca­sos, no es tan­to”, in­di­ca­ron.
Así fue que se in­ter­na­ron en el Hos­pi­tal Pri­va­do el 12 de agos­to de es­te año, don­de hay un ser­vi­cio es­pe­cia­li­za­do en tras­plan­te. 
Pri­me­ro, Agos­ti­na so­por­tó con la fuer­za de una gue­rre­ra la qui­mio­te­ra­pia, que “ma­ta” a las cé­lu­las ma­lig­nas pa­ra que su or­ga­nis­mo es­té pre­pa­ra­do pa­ra re­ci­bir las cé­lu­las sa­nas.
“Las en­fer­me­ras se sor­pren­den de la va­len­tía y el buen áni­mo de nues­tra hi­ja. Ha es­ta­do tan­to con ellas, que ya le co­pia los mo­vi­mien­tos. ¡Si has­ta ella mis­ma le da gol­pe­ci­tos al sue­ro cuan­do ve que hay una bur­bu­ja de ai­re!”, re­la­ta­ron.
El tras­plan­te fi­nal­men­te se hi­zo y otra vez tu­vie­ron que es­pe­rar pa­ra ver si el pe­que­ño cuer­pe­ci­to re­sis­tía. 
“Lle­gó a te­ner 100 gló­bu­los blan­cos”, re­cor­da­ron. Has­ta que ini­ció el pro­ce­so de re­cu­pe­ra­ción y su san­gre fue pro­du­cien­do los gló­bu­los y pla­que­tas que re­quie­re pa­ra es­tar bien. “A los 13 días nos die­ron la no­ti­cia de que to­le­ra­ba las nue­vas cé­lu­las y aho­ra es­tá en sa­la co­mún, por una in­fec­ción co­mún. Cuan­do ter­mi­ne con los an­ti­bió­ti­cos se­gu­ra­men­te le da­rán el al­ta y vol­ve­re­mos a Vi­lla Ma­ría”, di­je­ron los jó­ve­nes pa­dres. Has­ta aquí, no te­nían no­ti­cias de quién se­ría la do­nan­te.
 
La sor­pre­sa
 
En el Hos­pi­tal Pri­va­do, to­dos se al­bo­ro­ta­ron cuan­do lle­gó la ca­ja de Es­ta­dos Uni­dos pa­ra la pe­que­ña Agos­ti­na. Se tra­ta de un be­llí­si­mo oso de pe­lu­che con una tar­je­ta que en­vió la mu­jer que do­nó sus cé­lu­las.
“Con amor y es­pe­ran­za des­de mi fa­mi­lia ha­cia la tu­ya. Es­tás en mi men­te des­de que re­ci­bí el lla­ma­do y me im­pre­sio­nó có­mo no­so­tros nos he­mos co­nec­ta­do de una for­ma u otra”, in­di­có la do­nan­te -quien es ma­dre de dos chi­cos- en la tar­je­ta que ate­so­ra la fa­mi­lia de Agos­ti­na.
El In­cu­cai tie­ne mu­cho res­guar­do pa­ra evi­tar que se co­noz­can el re­cep­tor y el do­nan­te. De igual ma­ne­ra, pue­den en­ta­blar una co­mu­ni­ca­ción de es­ta na­tu­ra­le­za, sin sa­ber los nom­bres de ca­da uno, re­ci­bien­do la co­rres­pon­den­cia en el Hos­pi­tal.
La ex­pe­rien­cia tan fuer­te que vi­ve el jo­ven ma­tri­mo­nio ha­ce que se afe­rren ca­da día más a la vi­da. “Mu­chos chi­cos de nues­tra edad son pa­dres de hi­jos sa­nos y no los dis­fru­tan. No­so­tros vi­vi­mos ca­da día, por­que to­do es­te tiem­po no sa­bía­mos qué iba a pa­sar ma­ña­na. La dis­fru­ta­mos, ha­ce­mos que sea fe­liz. Le gus­ta la mú­si­ca, bai­lar y has­ta ju­gar al fút­bol”, di­jo An­gel.
Da­ya­na ad­mi­te que por las ad­ver­si­da­des crecieron de golpe, pe­ro ase­gu­ra, con su permanente sonrisa, que to­do lo que pa­só “nos unió más co­mo fa­mi­lia”.
 
Agradecimientos
Los pa­pás de Agos­ti­na es­tán eter­na­men­te agra­de­ci­dos a la pe­dia­tra del Pas­teur, que es in­con­di­cio­nal. Se tra­ta de Li­lia­na Meu­zel. Tam­bién agra­de­cen a los mé­di­cos que la asis­tie­ron, tan­to en el Hos­pi­tal de Ni­ños co­mo en el Pri­va­do. Se tra­ta de los doc­to­res Be­rre­ta, Holff­man y Lis­te­llo. Asimismo a las en­fer­me­ras que no só­lo la cui­dan, “si­no que también la mi­man”.
 
Donar médula
En Ar­gen­ti­na no hay mu­cha in­for­ma­ción so­bre do­na­ción de mé­du­la. El que quie­ra es­tar en la lis­ta tie­ne que ins­cri­bir­se en Cór­do­ba ca­pi­tal (Hos­pi­tal Pri­va­do o San Ro­que). Allí le to­man una mues­tra de san­gre y que­da ins­crip­to en un re­gis­tro don­de se eva­lúan las com­pa­ti­bi­li­da­des de quienes la ne­ce­si­tan en to­do el mun­do. En caso de coincidir le extraen nuevamente sangre. 

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