Dayana Morre tiene apenas 20 años y su esposo, Angel Escudero, 24. Ambos afrontaron con fortaleza y amor a la vida, la situación que les tocó atravesar desde el mismo día en que nació Agostina, la hija de ambos, que el 19 de setiembre cumplirá tres años.
“Cuando mi mamá le cambia los primeros pañales vio que la nena estaba llena de moretones”, relató Dayana, al contar que desde el primer momento advirtieron que algo no andaba bien.
Los médicos de Villa María derivaron a la pequeña a la Maternidad Provincial. “La trajimos en el camión de mi papá cuando sólo tenía un día de vida. Cuando llegamos a Córdoba los médicos nos dijeron que por suerte no había pasado nada grave, que en Villa María tendrían que haberla derivado en ambulancia”, recordaron.
Así empezó el periplo para Agostina, la niña que pasó sus tres años rodeada de enfermeras y médicos, dado que después de algunos diagnósticos fallidos, le indicaron que padecía una extraña enfermedad: Síndrome de Mielodisplasia.
Ese diagnóstico fue en noviembre del año pasado. Antes, hablaban de otras enfermedades que requerían tratamientos con corticoides, gamaglobulina y transfusiones. “Cada 15 días teníamos que hacerle una transfusión, porque tenía anemia, muy bajo nivel de plaquetas y de glóbulos blancos”, informaron los jóvenes padres.
El diagnóstico no fue fácil de digerir, dado que le indicaron que había sólo una posibilidad: conseguir un donante de médula.
“Primero nos hicimos nosotros el estudio de compatibilidad y no nos dio. Y como no tiene hermanos, la única posibilidad era entrar a la lista del Incucai”, relataron.
Así fue que en noviembre del año pasado, ingresaron a esa nómina. Después de superar algunos escollos con la obra social, lograron que cubrieran todos los gastos y esperaron hasta que se encontrara el donante compatible.
“Finalmente, llegó la noticia de que la iban a trasplantar, tras cinco meses de estar en la lista, lo que, comparado con otros casos, no es tanto”, indicaron.
Así fue que se internaron en el Hospital Privado el 12 de agosto de este año, donde hay un servicio especializado en trasplante.
Primero, Agostina soportó con la fuerza de una guerrera la quimioterapia, que “mata” a las células malignas para que su organismo esté preparado para recibir las células sanas.
“Las enfermeras se sorprenden de la valentía y el buen ánimo de nuestra hija. Ha estado tanto con ellas, que ya le copia los movimientos. ¡Si hasta ella misma le da golpecitos al suero cuando ve que hay una burbuja de aire!”, relataron.
El trasplante finalmente se hizo y otra vez tuvieron que esperar para ver si el pequeño cuerpecito resistía.
“Llegó a tener 100 glóbulos blancos”, recordaron. Hasta que inició el proceso de recuperación y su sangre fue produciendo los glóbulos y plaquetas que requiere para estar bien. “A los 13 días nos dieron la noticia de que toleraba las nuevas células y ahora está en sala común, por una infección común. Cuando termine con los antibióticos seguramente le darán el alta y volveremos a Villa María”, dijeron los jóvenes padres. Hasta aquí, no tenían noticias de quién sería la donante.
La sorpresa
En el Hospital Privado, todos se alborotaron cuando llegó la caja de Estados Unidos para la pequeña Agostina. Se trata de un bellísimo oso de peluche con una tarjeta que envió la mujer que donó sus células.
“Con amor y esperanza desde mi familia hacia la tuya. Estás en mi mente desde que recibí el llamado y me impresionó cómo nosotros nos hemos conectado de una forma u otra”, indicó la donante -quien es madre de dos chicos- en la tarjeta que atesora la familia de Agostina.
El Incucai tiene mucho resguardo para evitar que se conozcan el receptor y el donante. De igual manera, pueden entablar una comunicación de esta naturaleza, sin saber los nombres de cada uno, recibiendo la correspondencia en el Hospital.
La experiencia tan fuerte que vive el joven matrimonio hace que se aferren cada día más a la vida. “Muchos chicos de nuestra edad son padres de hijos sanos y no los disfrutan. Nosotros vivimos cada día, porque todo este tiempo no sabíamos qué iba a pasar mañana. La disfrutamos, hacemos que sea feliz. Le gusta la música, bailar y hasta jugar al fútbol”, dijo Angel.
Dayana admite que por las adversidades crecieron de golpe, pero asegura, con su permanente sonrisa, que todo lo que pasó “nos unió más como familia”.
Agradecimientos
Los papás de Agostina están eternamente agradecidos a la pediatra del Pasteur, que es incondicional. Se trata de Liliana Meuzel. También agradecen a los médicos que la asistieron, tanto en el Hospital de Niños como en el Privado. Se trata de los doctores Berreta, Holffman y Listello. Asimismo a las enfermeras que no sólo la cuidan, “sino que también la miman”.
Donar médula
En Argentina no hay mucha información sobre donación de médula. El que quiera estar en la lista tiene que inscribirse en Córdoba capital (Hospital Privado o San Roque). Allí le toman una muestra de sangre y queda inscripto en un registro donde se evalúan las compatibilidades de quienes la necesitan en todo el mundo. En caso de coincidir le extraen nuevamente sangre.