A 57 años del derrocamiento de Juan Domingo Perón, las autoridades del Partido Justicialista recordaron los hechos y su incidencia en la vida de los villamarienses.
El relato firmado por el titular del PJ Gerardo Russo y los dirigentes Verónica Vivó y Sebastián Capurro expresó lo siguiente:
“El surgimiento del peronismo, sus políticas de gobierno y su posterior derrocamiento en 1955 parecen ser moneda corriente en las discusiones políticas de los argentinos.
Sobre estas cuestiones conocemos, quizás bastante sobre lo sucedido en el escenario nacional pero, ¿qué sabemos sobre el primer peronismo en nuestro pequeño mundo local?
Las causas del derrocamiento del peronismo. El 16 de setiembre de 1955, las fuerzas conservadoras y reaccionarias de la oligarquía argentina consiguieron derrocar al Gobierno peronista electo por las mayorías populares en 1946. Las múltiples investigaciones sobre el fenómeno peronista, permite en la actualidad comprender mejor al movimiento político que ha moldeado la historia de los argentinos en los últimos 57 años y también las principales causas de su derrocamiento.
En este sentido, y siguiendo a Hernández Arregui, el peronismo cayó derrocado en 1955 por sus aciertos más que por sus limitaciones. Fueron sus gérmenes socializantes los que ‘arremolinaron la aguerrida y ciega -como en toda lucha de clases- coalición de fuerzas que derribó al régimen’, en palabras del autor.
¿Cuáles fueron estos aciertos? En primer lugar el haber conformado un movimiento nacional antiimperialista de base obrera y en segundo lugar su programa de Gobierno caracterizado por un fuerte nacionalismo económico y una política social de distribución equitativa de la riqueza; permitiendo caracterizar al peronismo como revolucionario por composición de clases, por programa y por la unificación de los trabajadores detrás de un objetivo concreto: la liberación nacional.
El ‘período estable, que permitió a la Argentina, dueña de su economía, y su política nacional’ dar un gran paso hacia adelante en la construcción de una Nación justa, libre y soberana; trastocó en ‘humillación colonialista’ tras el derrocamiento de Perón. Lo que siguió es bien conocido, el exilio de Perón, fusilamientos y detenidos, concluyendo con un cercenamiento de las conquistas sociales de la clase trabajadora.
s En la Villa
En los primeros meses del año 1955 el clima político reinante en el país se tornó extremadamente tenso.
El periódico villamariense de orientación peronista Tercero Abajo dio cuenta de esta situación en su edición del 19 de marzo de ese año, alertando del peligro en ciernes y de la necesidad de evitar los conflictos internos en el seno del peronismo, sosteniendo que:
‘Mientras Perón se levanta a las 6, para salvar a la Patria (…) hay peronistas que a las 5, están en la calle sembrando el descontento o pidiendo tal o cual cabeza (…). Creen acaso estos difundidores de la envidia que alguno se salvará cuando el partido peronista flaquee, olvidan acaso la tenaz lucha que el partido enfrenta en estos momentos con los infiltrados, y las poderosas fuerzas conservadoras que trabajan intensamente dentro y fuera de la República (…). Ahora nosotros preguntamos a los que pelean con la lengua, si serían capaces de luchar con las armas, si algún día la seguridad del partido estuviese en peligro’.
La premonitoria advertencia aún resonaba cuando el 16 de junio los aviones de la Marina bombardearon irracionalmente la Plaza de Mayo intentando asesinar a Perón y acabar con su Gobierno. Cuando el 16 de setiembre finalmente lo consiguieron, se desató una feroz persecución a todo lo que significara, oliera o se presumiera peronista.
En nuestra ciudad los principales dirigentes peronistas: Antonio Valinotto, Martín Iglesias, Feliciano González, Modesto Spachessi y Gerardo López, darían con sus huesos en la cárcel, mientras que Manuel Modesto Moreno afectado por una enfermedad hepática, quedaba a disposición de las autoridades militares.
Ni siquiera las mujeres, aguerridas peronistas, estuvieron a salvo de la persecución. La mayoría de las legisladoras y muchas censistas fueron a parar a prisión acusadas de traición a la Patria, de ser fanáticas peronistas y de conformar una asociación ilícita, entre otras acusaciones.
María Cristina Jiménez de Medina, primera legisladora provincial electa por el peronismo del Departamento General San Martín en 1953, fue encarcelada en la cárcel de Caseros a su regreso de Uruguay.
Allí recibió directivas de John William Cooke para organizar la resistencia peronista en estos pagos cordobeses, tarea que emprendería de manera silenciosa y clandestina con un puñado de militantes peronistas, ni bien recuperara su libertad en diciembre de 1957.
s “Violento y
absurdo proceso”
Mientras esto sucedía con la dirigencia peronista de Villa María, grupos de jóvenes estudiantes acompañados por entusiastas antiperonistas, recorrían la ciudad destrozando todo indicio de que por estas tierras había existido un partido y un Gobierno peronista.
La Unidad Básica partidaria de calle Santa Fe frente a la plaza “4 de Junio” (actual Plaza Centenario) fue destruida por completo, como destruidos fueron los retratos de Perón y Evita existentes en diferentes edificios públicos de la ciudad.
El monolito que recordaba a Eva, enclavado en el barrio Eva Perón (actual San Justo), sería arrastrado con cadenas por nuestras calles céntricas a pesar del esfuerzo desesperado y valiente de una joven de nombre Elvira Montenegro que intentó detener el atropello.
Ni los libros se salvaron del accionar de estos defensores de la democracia republicana: por decisión de la Comisión Municipal de Cultura fue incinerado todo el material existente en la Biblioteca Mariano Moreno que hiciera alusión al ‘régimen depuesto’, según consta en nota del 13 de marzo de 1956 dirigida a la Dirección General de Bibliotecas.
La decretada ‘muerte del peronismo’ iba en serio; con los fusilamientos de los generales Valle y Cogorno, y de civiles en los basurales de José León Suárez, se intentaba acallar todo intento resistente a la ‘Revolución Fusiladora’.
La prohibición del partido peronista y de la utilización de símbolos e insignias partidarias o de entonar la marcha ‘Los muchachos peronistas’ daba cuenta del violento, absurdo e ineficaz proceso de desperonización que se iniciaba en el país.
Pasaron 57 años de aquel fatídico hecho. Recordarlo es un sano ejercicio de memoria en la búsqueda de verdad que nos acerque a la justicia para los sectores populares.
Y sin ánimo de transpolar acontecimientos y procesos históricos, queremos advertir que en el presente se agitan fuerzas políticas y sociales antidemocráticas y antipopulares como se agitaron ayer y se agitarán mañana; reconocerlas, visibilizarlas e individualizarlas es el único camino en el presente, para defender un proyecto político que vino a continuar lo que quedó inconcluso de aquel primer peronismo.