Escribe: Laura Tuyaret
Especial para EL DIARIO
La plaza Consistorial ahora está en silencio. Un par de turistas se pasean por el empedrado y entran a uno de los negocios que está abierto, otros caminan rumbo a la Capilla de San Fermín un poco abstraídos en su interesante charla. Sin embargo, no rompen la paz. El sol de la mañana ilumina el reloj del edificio del Ayuntamiento. Su fachada barroca y suntuosa está adornada por cuatro banderas: la verde representa a Pamplona, la roja y amarilla es la española, la colorada simboliza a la Comunidad de Navarra y la azul a la europea.
A un costado, un vallado de madera se encuentra colocado de manera permanente. En julio sirve para contener a los toros durante los encierros. Parece mentira que ese lugar que está hoy tan tranquilo sea cuna de una de las fiestas más populares del mundo.
Gora San Fermín
Es en esa misma plaza donde todos los 6 de julio de cada año se juntan cientos de miles de personas de todas partes del mundo para darle inicio a las fiestas de San Fermín con el tradicional “txupinazo”. “¡Pamploneses y pamplonesas! ¡Gora San Fermín!”, grita el alcalde antes de encender el cohete que inaugura la celebración. Frente al lugar, bien temprano y durante siete días, pasan como un aluvión humano miles de “corredores”, escapando algunos y desafiando otros a los toros que van a ser encerrados para el ruedo.
Allí también es donde se despide esta celebración, con velas encendidas en cada mano y al compás del triste himno “Pobre de mí”. El compañero fiel de todas estas ocasiones será el vino tinto en cualquiera de sus envases: bota, botella, vaso o, incluso y como si fuera un milagro, cayendo desde el mismo cielo.
En la piel del peregrino
Lejos del ruido, el alcohol y los festejos descontrolados, la plaza Consistorial también es parada principal en una de las aventuras más espirituales de la tradición cristiana: el Camino a Santiago. Cientos de peregrinos pasan por allí cada día, a pie o en bicicleta. Ingresan a la ciudad por el norte, después de haber cruzado el río Arga por el puente de la Magdalena y luego de atravesar el Portal de Francia. El recorrido traspasa todo el casco viejo de Pamplona: Catedral, plaza de San José, iglesia de San Saturnino y, por último, iglesia de San Lorenzo. En el Rincón del Caballo Blanco, principal posada pamplonesa para los peregrinos, se puede disfrutar de los tradicionales “pintxos” vascos, bocadillos muy similares a las tapas españolas. A cientos de kilómetros está Santiago de Compostela, la meta del viajero. Así, en Pamplona es posible ponerse en la piel del peregrino por un día.
Ciudad de contrastes
Pamplona es la capital de la Comunidad Foral de Navarra. Geográficamente se encuentra en el norte de España, pero la mayoría de sus habitantes se consideran parte de “Euskal Herria”, una región que agrupa a los pueblos vascos y que comprende territorios tanto españoles como franceses.
Con todo esto, Iruña (nombre de la ciudad en idioma vasco) es un lugar de contrastes. No sólo en idiomas y cultura, sino también en infraestructura. Por un lado es una ciudad moderna, el centro comercial, financiero y administrativo de Navarra, en donde abundan grandes avenidas y enormes edificios. Por otro lado, sobresale su casco viejo, rodeado de murallas romanas y poblado de edificios medievales. Es ésa, sin dudas, la parte más atrayente de Pamplona.
Allí donde sus muros han sido testigos de la alegría de los sanfermines y de la meditación de los peregrinos. Sus callecitas de piedra tienen pisadas del mundo entero.
Ceremonia de las Cantaderas
El próximo domingo se hará en León, España, la Ceremonia de las Cantaderas. Según la tradición popular, esta fiesta conmemora la victoria cristiana en la Batalla de Clavijo y la liberación del legendario tributo de las “cien doncellas”, que los reyes asturleoneses venían pagando anualmente a los califas musulmanes. La fiesta ha sido trasladada al domingo precedente al 5 de octubre, festividad de San Froilán. En ella, jóvenes ataviadas a la usanza medieval bailan al ritmo marcado por la “Sotadera“, mujer mora que debía instruirlas en las costumbres musulmanas, avanzando desde la plaza del Ayuntamiento hasta la Catedral.