Escribe:
Pepo Garay
Especial para EL DIARIO
Tolosa es una ciudad pequeña, de apenas 18 mil habitantes y escasa fama mundial. Sin embargo, ostenta méritos que bien la convierten en un atractivo destino para visitar. Y es que en sus dominios, la identidad vasca se palpita como en pocas localidades de Euskadi.
Situada en el corazón de la provincia de Guipúzcoa, en el norte peninsular, Tolosa ha logrado conservar muchas de las tradiciones que enorgullecen a los vascos. Basta con salir a darse una vuelta por el centro histórico, para comprobar la fidelidad con la que sus habitantes llevan a cabo ritos y costumbres características de la nación euskalduna.
Aquello es motivo de satisfacción para los locales, quienes atentos y serviciales, invitan a echarle un vistazo a los pormenores de su cultura.
Sentido de
pertenencia
Los primeros indicios son evidentes: las ikurriñas (banderas vascas) se despliegan por doquier, reflejando a través del rojo, el verde y el blanco el patriotismo de los nativos. Esa filiación permanente es mucho más marcada en Guipúzcoa que en el resto de las provincias vascas “oficiales” (Vizcaya y Álava). Y en tal sentido, Tolosa se configura como un verdadero estandarte regional.
Otra prueba la encontramos en el uso masivo de las “Txapelas”. Las típicas boinas con la que los vascongados se identifican en todo el mundo, se multiplican en las cabezas de los ancianos tolosarras. La costumbre es una de las formas más eficientes que los veteranos encuentran para refrendar su sentido de pertenencia.
Además de las prácticas mencionadas, la gente de Tolosa se distingue por el fuerte uso que hace del euskera, el milenario y complejo idioma de los vascos. También por la organización de diferentes eventos culturales que ponen en relieve las usanzas nacionales. Algunos de los sucesos más significativos son el carnaval y las fiestas patronales de los Sanjuanes, donde se lucen las vestimentas y la música típica de Euskadi.
Esbelta
arquitectura
Pero más allá de su ferviente carácter vasco, la otrora capital guipuzcoana resalta por una serie de méritos arquitectónicos e históricos de fundado calibre. El casco céntrico alberga varios edificios interesantes, que dotan de belleza a la villa.
La Puerta de Castilla es uno de ellos. Este majestuoso arco ocupa el lugar de uno de los cinco umbrales de la antigua población amurallada. Cerca de allí, la Plaza Euskal Herria (el cuadrilátero protegido con edificaciones, un clásico europeo), el Ayuntamiento (preciosa construcción barroca del Siglo XVII), la enorme y apuesta iglesia de Santa María, el Convento de Santa Clara y el Mercado del Tinglado, se presentan a su vez como íconos de Tolosa.
En cuanto a los palacios, la lista se extiende de manera considerable. Sobresalen el Aramburu, el Idiakez, el Iturritza, y el Atodo, entre otros. Construidos entre los siglos XVI y XVII, todos acaudalan encanto y seducción.
Días de
Aiskolaris
Embelleciendo las obras del hombre, las aguas del río Oria van deslizándose suavemente, observadas en silencio por puentes y verdes colinas. El marco natural no pasa desapercibido, menos en un país donde los paisajes de montaña son marca registrada.
Lindera al afluente, la plaza de toros acapara las masas. Es domingo, y el estadio aloja un torneo de Aiskolaris. Desconocida en la mayor parte del mundo, la corta de troncos con hacha es un deporte tradicional del país vasco. Mientras el locutor relata las alternativas de la competencia en euskera, las tribunas deliran. Para los asistentes, el evento es una forma más de remarcar su perfil eskauldun.
Hasta la txapela. Así son los vascos de Tolosa.
Ruta alternativa
Derecho a la intimidad
Escribe:
El Peregrino Impertinente
Respecto al derecho a la intimidad, el artículo 11 del Pacto de San José de Costa Rica reza: “Nadie puede ser objeto de injerencias arbitrarias o abusivas en su vida privada”. La legislación sirve, básicamente, para que a los seres humanos no nos rompan las bolas. Asimismo, el cuarto mandamiento dice “Honraras a tu padre y a tu madre”, precepto que no viene a cuento de nada, pero que nunca está de más traer a la memoria, sobre todo a la de esta juventud perdida en el universo de las drogas, el alcohol y los metroflogs.
Pero hablábamos del derecho a la intimidad, y de como todas las personas tenemos derecho a ese derecho, porque en un estado de derecho, quien anda derecho se mantendrá derecho al trecho, al derecho y al revés, y seguí derecho, dale cuatro cuadras y doblá a la derecha.
En el Titicaca
Hoy ya no es como antes: la gente anda avispada y hace uso de esos derechos. Vaya este ejemplo como muestra gratis: una vez, estando en Copacabana, al borde del lago Titicaca, Bolivia, me crucé con una nenita encantadora, ataviada con un gorro típico de la región. Me pareció que podía resultar una foto excelente.
Preparé la cámara y gatillé. Pero cuando quise repetir la acción, se escuchó la voz de la madre que venía gritando por atrás: “No amigo, no. No haga eso, pues”, me reprochó la señora.
Yo creí que la mujer se había enojado porque estaba violando el derecho a la intimidad de su familia, y me sentí culpable. “Discúlpeme señora, pero me pareció que podía ser una foto muy bonita. No sabía que a usted le molestaba”, le explique. “No pues, está bien. Pero si quiere sacarle fotos a mi nena me va a tener que pagar, pues”, respondió para mi sorpresa. Reparación civil que le dicen.
En este mundo, el que no corre vuela.
(www.vaijesimpertinentes.blogspot.com)
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