Escribe:
Jesús Chirino

Por estos días conmemoramos 25 años de democracia. Hace un cuarto de siglo se dio el proceso que desembocó en aquel diciembre de 1983 cuando los gobiernos elegidos por el pueblo, en las elecciones del 30 de octubre, asumieron el poder. En Villa María, por una diferencia de más de seis mil votos, fue elegida la propuesta de la Unión Cívica Radical. Así llegó a la intendencia Horacio Cabezas, en un país, en el cual se tocara donde se tocara había rastros del patológico período dictatorial y sus lógicas. Pero a pesar de todo gozaba de buena salud la esperanza en poder construir una sociedad mejor.

Revisar el
pasado

Desde el Gobierno nacional se decidió buscar la manera de echar luz sobre los oscuros años del terror. También en Villa María habían pasado cosas horribles y algunos actores sociales optaron por no olvidar y, de a poco, fueron acompañando a quienes habían sufrido la cárcel y la tortura, como así también a los familiares de los desaparecidos de nuestra ciudad y la región. La noche del 24 de agosto, en el auditorio de Luz y Fuerza, se realizó el acto de constitución de la delegación departamental de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos en Villa María. Los integrantes del Consejo de la Presidencia de la regional venían trabajando desde hacía tiempo, incluso antes que terminara la dictadura.
Por otra parte el 17 de abril de 1984, se constituyó en la ciudad la delegación Córdoba de la Comisión Nacional sobre Personas Desaparecidas (CONADEP). A nivel nacional esta organización fue creada por el presidente Raúl Alfonsín el 15 de diciembre de 1983 con el objeto de investigar las atrocidades cometidas en la dictadura cívico-militar.
El contador Albino Serafín presidió la delegación cordobesa que visitó Villa María, lo acompañaron María Elena Mercado y Patricia Tasso. Sobre esa visita Silvina Requena, hermana de Eduardo Requena, recuerda que “la gente tenía miedo… aún hoy tiene miedo”.

No todos quieren

El miedo sembrado por el Gobierno terrorista de la dictadura no fue superado con la llegada de la democracia, incluso tiempo después se sufrirían los planteamientos militares y otros hechos que, por momentos, hicieron revivir el pasado.
No todos estaban, o están, interesados en recordar y revisar lo sucedido en aquella época. Por estos días algunos sobreactuarán su apego a este sistema de vida reconquistado en 1983, olvidándose dónde estuvieron cuando la Argentina era gobernada por la dictadura. Tiempo en que los supuestos gobernadores e intendentes no eran más que parte del mecanismo autoritario fijado por un gobierno central. Hasta les resultará conveniente no recordar que muchos de los compatriotas detenidos, torturados y asesinados, muchas veces fueron señalados por los gobiernos locales y los alcahuetes que celebraban su cercanía al poder del terror.

Aún hoy, algunos siguen planteando que fueron funcionarios de la dictadura para que el país “siguiera funcionando”, pero nunca condenaron públicamente los actos terroristas que se cometieron en sus propias localidades y en el país entero.
Hasta podría reconocérseles que, en los primeros tiempos de la dictadura, no conocían los crímenes de aquel gobierno. Pero resulta imposible que lo creyeron democrático, la prohibición de lo diferente fue regla desde el inicio del Gobierno que derrocó a quienes habían sido elegidos por el pueblo.

Los funcionarios locales de la dictadura

Sumarse a los grupos que usurparon los gobiernos municipales no fue ningún “acto patriótico” para que el país “siguiera funcionando” fue, por lo menos, la señal de lo poco que les importaba acceder al poder sin ser elegido por los vecinos. Aquellos, que estuvieron años al servicio de la dictadura, no pueden decir que no sabían que los mismos que entonces hablaban de moral y ética en las tribunas públicas asesinaban sin remordimiento.
No sería raro encontrar a algunos de estos personajes en los actos por los 25 años de democracia. Quizás ahora, de manera sincera, crean en la necesidad de escuchar al que piensa distinto, respetar el disenso y todo lo que significa lo democrático. Pero no nos pueden pedir que olvidemos dónde estuvieron y a qué fines sirvieron. En especial aquellos que se reciclaron y, después de ser pilares locales del Gobierno del terror, consiguieron cargos de importancia en los democráticos gobiernos municipales, provinciales o en universidades. Mientras ellos se pavoneaban con su cercanía al poder del terror, o eran parte de él, compañeros que creían en el pueblo eran secuestrados, torturados, asesinados o “desaparecidos”. Mientras ellos gozaban de privilegios, muchos se jugaban el pellejo peleando para el regreso de la democracia.

La CONADEP
en la ciudad

El miércoles 17 de abril de 1984, desde las páginas de “EL DIARIO” se anunciaba que ese día la delegación Córdoba de la CONADEP se constituiría en el Salón de Acuerdos de la Municipalidad local. A partir de las 9.30 recibiría denuncias de aquellas personas que habían “…estado recluidas en los centros de detención”, también receptó denuncias de familiares de desaparecidos.
La visita de la CONADEP fue coordinada por la comisión de Familiares de Detenidos y Desaparecidos de Villa María y Villa Nueva. La comisión receptó denuncias hasta las 18 horas y luego ofreció una conferencia de prensa en la que se señaló que hasta ese momento en la provincia de Córdoba se habían receptado 203 denuncias.
Aún había tanto horror que no se había contado, recién nos asomábamos a lo más terrible del pasado. Aunque en los primeros años de la dictadura circuló en la provincia, en nuestra ciudad también, el escrito que Graciela Geuna envió desde Ginebra, luego de haber escapado del país y de las garras de sus captores cordobeses y estar sometida a lo peor por los hombres de Menéndez. El gremialista y militante de derechos humanos, Roberto Bataglia, recuerda que aquel informe donde se contaban las atrocidades cometidas en Córdoba era un conjunto de hojas mimeografiadas que pasaba de mano en mano. La consigna era no hacer copias, debían leerse y pasárselas a otro militante.
Pero en 1984, cuando llegó la CONADEP, había vuelto la democracia y podían decirse cosas en voz alta aunque aún no habían caído los dispositivos armados por el terrorismo. La dictadura había logrado que el miedo fuera asumido como algo cotidiano y aceptado por un importante sector de la sociedad, como elemento natural para la gestión social. Ahora que estamos a 25 años del proceso que desembocó en la democracia, quizás debamos notar que el concepto de democracia puede tener varias acepciones pero ninguna debería incluir el miedo para gestionar lo social.