Frente a todos los rasgos de época, caracterizados en la instantaneidad, el impacto y los ritmos acelerados, un recital logra sumirse en otra atmósfera propensa a bajar los cambios. A pisar la pelota. A tomarse el tiempo (y disfrutarlo).
Un hombre sentado a su teclado, con una vocecita entre tímida y provinciana, cuenta cómo la megalópolis de Buenos Aires le neutralizó su expresión creativa. Y del mismo modo, que con sólo volver a pisar sus amados pagos entrerrianos, las composiciones comenzar a brotar.
El pianista Carlos Aguirre, el “Negro” para los más conocidos, regresó a Villa María para presentarse con su actual y abultado grupo (en formato de noneto) y socializar el último álbum “Violeta”, editado bajo su sello independiente Shagrada Mandra. “Estas canciones, en realidad, pertenecen al año 2002, pero son esas páginas amarillas que he guardado en un cajón y que he probado y mejorado en diferentes momentos”, acota el hombre, en su postura más humilde, recordando que todo lo bueno merece su debida maduración.
Con un destacado elenco de instrumentistas acompañantes (con mandolinas, guitarras, percusión y accesorios, como palos de agua y una suerte de “mates” que simulan sonoridad de arroyo), Aguirre ahondó en pasajes totalmente instrumentales de corta y mediana extensión como “Invierno”, “Rumor de tambores”, “Ambar” y “Casa nueva” -de “Violeta”- y zambas estilizadas de discos anteriores, con la novedosa y especial participación de la encantadora cantante Fer Quintás y Ariel Rodríguez en voces. La aplaudida intervención resultó una devolución de gentilezas a la convocatoria de los músicos del Otro Sur, que actuaron en la previa. El destacado conjunto local, por su parte, brindó unas de sus mejores performances, con exquisitas interpretaciones de obras compuestas por los propios integrantes (como “Rodeo” de Rodríguez) y de compañeros de Música de la UNVM, como “Zamba de la ribera” de Marcelino Martini y la ronda de Alejandro Arelovich, donde participara Aguirre en acordeón. Juan Ramón Seia