En la casa rosa que está al final de la calle Los Abedules, en el barrio Las Acacias, Anselma Acosta se seca las manos con las que estaba lavando ropa y nos recibe junto a tres de sus hijos que están sentados en el patio. La vivienda, humilde, huele a limpio. Nos preguntamos cómo hace esa mujer que, además de limpiar y lavar todo de manera impecable, debe atender a cuatro hijos discapacitados cuyas edades oscilan entre los 30 y los 43 años”. Así comenzaba la nota publicada en EL DIARIO el 9 de noviembre de 2004, cuando conocimos la historia de esta vecina de Las Acacias, una verdadera heroína cotidiana.
Hoy, muchos de sus hijos ya no están como consecuencia de esa enfermedad que afectó a cinco en total (al momento de la nota había fallecido el primero).
La afección hereditaria provocó que comenzaran a los 15 años con dificultades de motricidad, pasando luego a estar por años en silla de ruedas o andador hasta el deterioro irreversible que les causó la muerte.
Anselma, en total, tuvo 19 hijos.
Con su pequeño cuerpo y la fortaleza de su espíritu, Anselma se ocupó de asearlos, movilizarlos y prestarles toda la atención. No es raro que una madre haga eso, pero la impresión que nos dio era la de una mujer verdaderamente excepcional, porque movilizaba a hombres de más de 40 años que le doblaban en peso.
“Para hacer frente a toda esa tarea, Anselma se levanta a las seis de la mañana y sin embargo, el día es corto”, indicamos en esa oportunidad.
“Cuando no tengo para el pan, hago unas tortas fritas y cocino con lo que hay, algo para que coman”, relató en su oportunidad la mujer que afronta la problemática de la discapacidad sumada a la de la pobreza.
La volvimos a visitar para hacer una entrevista para el Día de la Mujer del año 1996 y en 2009, la recordamos en el Día de la Madre. En esa última entrevista, la heroica vecina nos dijo su visión de la maternidad: “Yo más de lo que hago no puedo hacer. Para mí, ser madre es eso, hacer lo que más se pueda”.