El matrimonio de Marta y Oscar Maldonado fue visionario encontrando un terreno en un lugar que hace 35 años atrás, era prácticamente zona rural. Está ubicado sobre Los Cipreses, la avenida que está casi al final del barrio.
“Nos decían que estábamos locos en venirnos a vivir acá. En ese momento, no había ni calles”, recordó Oscar. “A punto tal, que con una pala, nos tuvimos que hacer el acceso desde la ruta hasta el terreno, para poder entrar”, recordó.
La familia fue, junto con los Guallán y los Ortiz, los primeros en llegar a ese sector de Las Acacias.
Pasado el tiempo, a fuerza de trabajo en familia, lograron construir una hermosa casa, con un patio donde abundan los ejemplares de diferentes árboles, dando un marco de paz y tranquilidad a la propiedad de los Maldonado.
“No es que hayamos sido visionarios, era lo que podíamos, para lo que nos alcanzaba”, dijo Marta.
“Habíamos visto un terrenito cerca de la Capilla Cristo Rey, pero no llegamos con la plata por ese entonces”, agregó.
El trabajo que sostiene a la familia es la realización de comisiones desde Villa María a Rosario. “Me decían que nadie iba a venir hasta acá a traer las cosas, pero yo creo que si trabajás bien, tiene que salir bien. Y no debo estar equivocado, porque hoy vivimos nosotros y las familias de mis hijas de esto”, afirmó.
Oscar vino de James Craik a radicarse en Villa María. Marta nació prácticamente en el centro de esta ciudad. Hoy, no se irían por nada del mundo de ese paraíso que construyeron en Las Acacias, donde compraron terrenos aledaños para que también vivan las hijas con sus familias.
“Por mi trabajo, estaría mejor si vivo en Rosario, pero ni loco voy a una ciudad grande. Acá en Villa María y en este barrio se puede vivir bien”, afirmó Oscar.
Hace 35 años, alquilaron una pequeña casita ubicada a metros de donde ahora tienen la vivienda. Así fueron construyendo la propiedad y dos años más tarde, el 30 de setiembre de 1979, pudieron mudarse.
De a poco, fueron ampliando la propiedad y tejiendo lazos con los pocos vecinos que vivían en el sector.
Lo que más les preocupaba era la falta de energía eléctrica. “Estuvimos 10 años sin luz. La plancha era a gas, la heladera a querosén, en verano teníamos que comprar barras de hielo. Si uno mira atrás, te parece que no podés hacer ese sacrificio, pero se puede”, dijeron.
Recordaron las gestiones que hicieron desde el Centro Vecinal, especialmente la del señor Ochoa, para que instalaran la energía eléctrica. Hasta que finalmente lo lograron.
La llegada de los servicios ayudó a que se poblara más rápido. “Le puedo decir que recién en la última década empezaron a hacer casas en estas manzanas del final del barrio”, dijo. “Hoy, la gente está desesperada por conseguir un terreno acá y no hay más. Los baldíos que se ven son de los que no los quieren vender”, agregó.
Tranquilidad
“El barrio tiene mala fama. Sale más en policiales, pero acá, la realidad es que se vive muy tranquilo. La mayoría de los vecinos es gente de trabajo y si bien hay algunos chicos que andan en la mala, a nosotros nos respetan. Nunca nos faltó nada”, afirmó el matrimonio.
Las hijas fueron a la escuela más cercana, la Urquiza, y desde la institución educativa, trabaron lazos con todos los vecinos que enviaban a sus hijos allí. “Le repito, es un barrio muy tranquilo”, aseguró Oscar.
Lo que tienen y lo que falta
Las Acacias cuenta hoy con todos los servicios básicos, pero no pudo superar un viejo problema: el de las inundaciones. “Es porque están mal hechos los desagües. Imagínese que el agua baja de los campos y llega hasta la ruta, que está más alta. Ahí se estanca o vuelve”, indicó Oscar.
Para él, la solución sería empezar a hacer cordón cuneta, para dejar todo bien nivelado para los desagües, solucionando el viejo problema del barrio.
La llegada de todos los servicios y la urbanización del final del barrio, hizo que fuera codiciado el sector por constructores que apuntan a los vecinos más sólidos económicamente. A punto tal que se empezó a hacer un barrio cerrado de jerarquía, el Casa Linda y también está el proyecto de “Don Guillermo”, que se erigiría en torno al casco de estancia del “alemán”, es decir, la familia de Hammerschmidt, quien impulsó el loteo para la formalización del barrio.
Más allá de la nueva urbanización, los Maldonado saben que ese lugar que eligieron por las posibilidades que tenían años atrás, se ha convertido en el lugar el mundo, donde pueden disfrutar de la vecindad de sus hijas, yernos y nietos, para criarlos en un ambiente rodeado de naturaleza y con el afecto de la familia.
EL DATO
En el barrio conviven todos los sectores sociales. Hay casas humildes, de trabajadores que sobreviven como pueden y viviendas lujosas que se han ido construyendo en los últimos tiempos. Además, hay un fuerte desarrollo comercial con grandes negocios ubicados sobre el bulevar Colón