Escribe: El Peregrino Impertinente
Cuando pensamos en lugares bellos de Argentina, usualmente dejamos de lado rincones que bien se merecen el halago.
Uno de ellos es Formosa. Pobrecita la provincia norteña, que de las 23 que componen el territorio nacional, seguramente es la menos evocada a la hora del recuento. “Provincia argentina que limita con Salta y Chaco. Empieza con F”, dice el crucigrama. “Faraguay”, escribe el lector. Una vergüenza.
Y sí. Lo que pasa es que Formosa, de tan aislada que está, es como si se quedara afuera del circo. Si hasta sus rasgos culturales y su idiosincrasia en general son bien distintos a los del resto del país. “Argentina: tierra del tango, de las grandes montañas, del suelo rico, abundante de sembradíos y vacas”, rezan las guías turísticas. Los formoseños leen, miran a su alrededor y no entienden nada. “Mamá, ¿qué es una vaca?”, le pregunta el niño a la madre, que se encoje de hombros.
En todo caso, es una lástima que conozcamos tan poco de este distrito de casi 250 mil habitantes. Una lástima, digo, por lo atractivo de su tejido social (que incluye varias etnias aborígenes) y de los tesoros que la preñan.
En ese sentido, destacan los sitios naturales, tal el caso del Parque Nacional Río Pilcomayo, el Bañado La Estrella, la Reserva Natural Formosa, la Reserva de Biósfera de Riacho Teuquito y la Laguna Oca del Río Paraguay, por sólo nombrar algunos.
Lugares todos donde se puede apreciar la pureza de una tierra bendecida por el clima semitropical, pródiga en vegetación y recursos hídricos, siendo los ríos Paraguay, Bermejo y Pilcomayo los mejores ejemplos.
Queda claro que si seguimos ignorando a la provincia más pobre de Argentina, seguiremos perdiéndonos de mucho.
A ver si agarran una enciclopedia, me cacho en diez.