Escribe: Facundo Martínez
Especial para EL DIARIO
A unos 210 kilómetros al norte de San Salvador de Jujuy aparece Abra Pampa, la localidad cabecera del Departamento Cochinoca. Ubicada en el camino que conduce hacia La Quiaca por la ruta nacional 9, fue declarada “Capital de la Puna” en 1973. Este apacible lugar es la puerta de ingreso a un camino de ripio que se interna en el horizonte y transporta a los viajeros hacia Casabindo.
Fascinante poblado envuelto en suaves montañas y antiguos asentamientos indígenas.
Así es que a bordo de un colectivo de línea, que parte desde la Terminal de Omnibus de Abra Pampa para recorrer 56 kilómetros, se arriba a la aldea. El vehículo estaciona en el Salón de Usos Múltiples de la comuna y el momento se vive como un acontecimiento relevante: es el único medio de transporte que tienen los 150 habitantes del lugar y al que sólo pueden acceder algunos días a la semana.
Situado a 3.377 metros sobre el nivel del mar, la encargada de dar la bienvenida es la iglesia.
Sencilla, de paredes blancas y tejas coloradas, se destaca entre las viviendas de adobe y techos de paja. Considerada “Catedral de la Puna”, data del año 1722, de acuerdo a la fecha inscripta en una de sus campanas.
El púlpito, los altares y los retablos están realzados por cubiertas de oro. El atractivo se completa con cuadros y esculturas traídas desde Cuzco hace cientos de años.
Entre las pinturas sobresalen ángeles con vestimentas militares, similares a los celebres “Angeles Arcabuceros” que se conservan en la iglesia de Uquía. Son obras de la escuela cuzqueña, desarrollada durante la colonia en América del Sur. En las mismas se observan figuras aladas, armadas hasta los dientes, vestidas como aristócratas del Siglo XVII. Alejadas de las representaciones tradicionales, las criaturas celestes son, junto con otras series encontradas en Perú y Bolivia, únicas en el mundo.
Costumbres autóctonas
Frente a la iglesia se encuentra la plaza, delimitada por pircas de piedra, con un gran arco revocado que se ubica exactamente en eje con la entrada al templo. Cada año, en agosto, ese sitio se colma de pobladores, quienes celebran, desde el amanecer, la Asunción de la Virgen María y, más tarde, el "Toreo de la vincha".
Vale aclarar que la actividad no es cruenta y es la única de su naturaleza en todo el territorio de la República Argentina. Sólo es necesaria una dosis de valor y otra de agilidad. El secreto del éxito consiste en que el improvisado torero saque, de entre los cuernos del animal, una cinta roja con monedas de plata antigua que lleva atada a los mismos. Es el lazo que antes ha estado a los pies de la imagen de la Santísima Virgen durante la Procesión.
Este ritual, tan caro a los sentimientos de los locales, no hace más que aumentar el encanto de un pueblo henchido de tradición. Desde las alturas, rodeado de aura ancestral, Casabindo se encarga de seguir deleitando al viajero con aquellos signos.