Escribe: Damián Stupenengo (enviado especial)
Por lo mal que la pasó durante todo el encuentro, por lo que sufrió, por lo que aguantó, porque a veces tuvo más falencias que virtudes. Por todo eso es que Alumni se desahogó cuando el tiempo se consumió y la igualdad 1 a 1 con San Martín de Tucumán se convirtió en realidad.
El plan inicial de Alumni, que consistía en recostarse en defensa y explotar en velocidad cuando podía salir de contra, apenas le duró 15 minutos. En ese lapso, pareció un equipo ordenado y sin fisuras, que incluso pudo haberse puesto adelante si el arquero Carrera no le negaba el remate a Mariano Aldecoa en una corrida apenas pasados los 10 minutos. Pero el gol que Gustavo Balvorín conectó en soledad desde el punto del penal, a los 18', luego de un centro corto que peinó Gustavo Ibáñez, desnudó todas las falencias defensivas del "Fortinero". Incluso algo se había sospechado un par de minutos antes, pero Luciano González se resbaló al momento de definir por detrás de todos los defensores fortineros.
Dueño de la pelota y los tiempos durante los 90 minutos, San Martín le imprimió al encuentro el ritmo que se le antojó, porque Alumni le dio las condiciones para pensar. En las pocas situaciones en que las líneas se adelantaron y presionaron la salida del “Santo”, los cuatro del fondo mostraron que realmente no tenían la fortaleza que le hacían creer a su rival. Pero los dirigidos por José Vásquez nunca pudieron encontrar el juego colectivo que los llevara al área de enfrente con cierta confianza, y en defensa se sostenían por la gran tarea de recuperación de Ariel Mascambroni.
El local, sabido superior, hizo gala de su control a través de Rubén Molina, Gustavo Ibáñez y Patricio Rodríguez y recorría el campo mediante toques que no terminaban de verticalizarse, por eso es que tampoco le sobraron las situaciones para marcar en los 45 minutos iniciales.
El empuje de Aimar no fue suficiente. Alumni nunca logró asociar a aquellos más cercanos al área rival. Por momentos, pareció un grupo de jugadores que lo único que compartían eran la camiseta, porque cada cual ejecutaba sus ideas sin tener la respuesta que la jugada requería de algún compañero.
Nada cambió en el comienzo de la segunda parte. Alumni se defendió como pudo y atacó en falso. Necesitado de la pelota y de abandonar ese temor reverencial a sumar gente en ataque, Vázquez mandó a la cancha a Federico Depetris y a Hugo Yocca, acertando claramente en dos consignas: El defensor relevó a un Lencinas agotado de tanto batallar con los más habilidosos y cumplió en cada cruce, y el delantero se acopló a la dupla ofensiva López-Rena y obligó a que San Martín tomara recaudos, disminuyera el empeño ofensivo y preocupara a mentirosa defensa santa.
Un golazo
La inspiración individual de cuatro jugadores, que hasta ese momento había sido aislada, coincidió en el minuto 25 y por primera vez Alumni consiguió dibujar una jugada colectiva con pases, precisión y criterio. Mascambroni, trabajador silencioso, el de la entrega en defensa y metódico en ataque, tocó para Aimar. El 10, como si lo hubiera visto pasar por el espejo retrovisor, sólo abrió las piernas para que a sus espaldas Rena recibiera y centrara pasado, donde Altuna descargó contra la red toda la impotencia contenida hasta ese momento y decretó el empate.
La mutación de vértigo que sufrió el desarrollo del partido desde ese momento se debió a que San Martín, tironeado por los insultos de su hinchada, se acordó de que la pelota y los toques no tienen valor sin mirar el arco contrario, y a que Alumni, por un momento, creyó que podía robar el botín mayor si se animaba a desafiar la lógica.
A diez del final, fue el travesaño, en dos ocasiones, el encargado de hacerle entender a Alumni que no merecía más que el empate, al negarle el gol a Rena en dos oportunidades, mientras el rubio veía cómo defensores y arquero se desparramaban para evitar que sus remates cruzaran la línea de cal. Y Emir Basabe, tres minutos después, en una doble grandiosa reacción, le sacó primero el gol de la cabeza a Balvorín y le tapó el remate a Acosta luego del rebote, ocupándose de aclararle a San Martín que ya era tarde para ganar el partido. Porque Alumni se defendería hasta el final con la misma garra que lo sigue manteniendo invicto fuera de casa.
La figura
Ariel Mascambroni realizó un trabajo invisible, pero fundamental. Siempre ubicado donde la jugada demandó un quite oportuno y claro en los toques que inician las ofensivas. Bien acompañado en la mitad de cancha por Altuna, quien además tuvo el oportunismo de explorar el área rival para marcar.
El árbitro
Federico Tornero Guaymas no tuvo injerencia en el partido, más allá de no haber acertado en algunas determinaciones al momento de sancionar faltas.